Usted está aquí: martes 20 de junio de 2006 Opinión Atenco y Marcos en la Sogem

Víctor Hugo Rascón Banda

Atenco y Marcos en la Sogem

Día de Corpus. Foro Rodolfo Usigli de la Sociedad General de Escritores de México (Sogem), 19 horas. Teatro lleno. Un grupo de jóvenes escritoras han convocado a un acto en homenaje de Ollín Alexis, el joven estudiante asesinado en Atenco y por la libertad de los presos políticos. Asisten sus padres y su hermana.

Se rumora que asistirá el delegado Zero. En la mesa del foro están Javier Sicilia, Gabriela Inclán, Reyna Barrera y el de la voz. Al centro hay una silla vacía y un letrero, delegado Zero. Se apaga la luz y en el oscuro entra el subcomandante Marcos y ocupa su lugar. Nos saluda de mano, cortésmente. Edna Ochoa conduce la ceremonia que inicia con un video sobre la represión en Atenco. Flores pisoteadas. Rostros sangrantes. Callan las palabras y las razones. Hablan las balas, los gases, las vejaciones. Mano dura, represión. Mano firme, reclusorio. Mano sucia, violación.

Derechos inhumanos. Estado de derecho o derecho del Estado. Crimen de Estado o Estado del crimen. La ley es la sombra de la justicia. La justicia es el eco del derecho. El derecho es el arma del Estado.

Saúl Ibargoyen lee un gran poema, él, que vivió la dictadura en Uruguay; Javier Sicilia lee un largo y crítico ensayo. Jóvenes poetas, hombres y mujeres, leen poemas y cuentos. A veces más política que literatura. Más indignación y denuncia que poesía. Con machetes y flores sobrevivirá Atenco, dice Leticia Luna, en Ríos de sangre. Gabriela Inclán representa un monólogo a cuatro voces. Jorge Celaya lee poesía, aunque es dramaturgo.

Marcos trae dos celulares en los bolsillos y dos relojes en los puños. Enciende varias veces su pipa con unos cerillos Talismán, rosas, del signo Aries. Trae dos pulseras coras de chaquira y un moño negro en el brazo izquierdo.

Extrañamente no hay reporteros de Televisa ni de Televisión Azteca, sólo de Canal 22, ni reporteros de los diarios nacionales, salvo dos, ni agencias de noticias. Marcos mira el auditorio y seguramente se pregunta dónde están los escritores de la Sogem. ¿No serían invitados? Ve jóvenes, sólo jóvenes que empiezan a escribir y que viven la escritura de la realidad.

En un tendedero de ixtle se van colgando las hojas con los textos. Con paciencia infinita, Marcos escucha cuatro horas y media de lecturas, de poesías y reclamos. Sabe escuchar. Aplaude a veces. Cuando le toca su turno lee un diálogo entre Durito, Juan de Mairena y Marcos. Los textos de Mairena están tomados de un viejo libro, muy usado, de Antonio Machado, en Alianza Editorial, que está sobre la mesa. El diálogo de Marcos habla sobre el intelectual que debe, como en el teatro, abrir la cuarta pared para que la gente mire a los dueños del poder en el escenario de la sociedad. Bello y lúcido texto, lleno de humor, que podría ser escenificado en este mismo foro. Marcos seduce con su palabra. Alguien grita: ¡Mueran los amarillos! Un grito de intolerancia en un acto contra la intolerancia. Marcos dedica el libro de Machado y me lo da, sin palabras.

Hay un minuto de aplausos para Axel que nos mira desde una pantalla. Su padre, a quien Marcos ha cedido su asiento, agradece el acto. Marcos se levanta. No lo dejan ir. Lo abrazan. Se deja retratar con celulares y cámaras caseras. Y desaparece silenciosamente, como llegó, por la salida de actores. Deja olvidados sus cerillos Talismán del signo Aries en la mesa.

Y en todos queda la sensación de que no han vivido cinco horas de poesía, teatro y denuncias, sino un pedacito de historia.

 
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