Usted está aquí: lunes 19 de junio de 2006 Opinión Economía y elecciones

León Bendesky

Economía y elecciones

La proximidad de las elecciones presidenciales del 2 de julio suscita diversas inquietudes con respecto al comportamiento que tendrá la economía. Los empresarios se preguntan qué escenarios prevalecerán luego de conocerse los resultados de la votación y cuáles serán las condiciones bajo un nuevo gobierno. Los trabajadores cuestionan cómo se generará mayor dinamismo en la creación de empleos y en la generación de ingresos. Y gran cantidad de familias pensarán en cómo podrán aumentar su nivel de consumo y, también en muchos casos, si podrán cumplir con las deudas que han adquirido con las tarjetas de crédito, los préstamos hipotecarios o para comprarse un auto.

La situación actual se mantiene en un entorno de estabilidad de los precios. La inflación anual medida al mes de mayo (respecto al mismo mes del año anterior) fue de 3 por ciento, las tasas de interés que sirven de referencia para el costo de los créditos está en 7.02 por ciento para los Cetes y en 7.33 por ciento para la tasa interbancaria (TIIE), mientras que el dólar cerró la semana pasada en 11.41 pesos en el tipo que fija el Banco de México para pagar deudas en el extranjero.

Esta situación financiera se soporta básicamente en la forma en que se maneja el presupuesto y en la política monetaria, así como en la disponibilidad de dólares que provienen de la exportación de petróleo y las remesas de los mexicanos desde Estados Unidos. Así, las reservas internacionales superan 75 mil millones de dólares, lo que constituye el ancla de la estabilidad de los precios, sobre todo, evitando las fluctuaciones grandes del tipo de cambio.

¿Cuánto puede durar la estabilidad? ¿En qué sentido podrán variar las condiciones financieras y, con ellas, la situación de las empresas y las familias? La atención debe ponerse en los factores externos, principalmente las crecientes fuerzas que inciden sobre la inflación y que se advierten en Estados Unidos y los otros países con las economías más desarrolladas.

Las presiones sobre los precios a escala mundial se asocian con diversas cuestiones: el rápido crecimiento económico de los últimos cuatro años que elevan los costos de producción y aumentan la demanda de petróleo y combustibles. Esto hace que los altos precios de los energéticos tiendan a volverse permanentes y que su efecto más que compense el que produce hacia la baja la competencia de productos chinos más baratos.

Por otro lado, se advierte un mayor nivel de endeudamiento de las familias, hecho que ha puesto la atención, por ejemplo, sobre la posible fragilidad del mercado inmobiliario en Estados Unidos, donde los créditos hipotecarios han crecido enormemente en años recientes. Finalmente, la misma expectativa de aumento de los precios provoca que los empresarios y los trabajadores busquen protegerse por anticipado, retroalimentando, así, la inflación.

La tendencia actual al aumento de los precios seguirá marcando la política de la Reserva Federal de Estados Unidos para elevar las tasas de interés. Desde fines de junio de 2004, cuando la tasa de los fondos federales llegó a su nivel más bajo de uno por ciento, la FED la ha elevado 16 veces consecutivas hasta el 11 de mayo de este año cuando llegó a 5 por ciento. Se espera que próximamente vuelva a aumentar cuando menos hasta 5.25 por ciento. En la misma dirección actuarán el Banco Central Europeo y el Banco de Japón. Esto alterará las condiciones financieras en los distintos mercados del mundo; uno de los efectos ya se vio en las bolsas de valores que registraron amplias fluctuaciones en sus cotizaciones en las dos semanas anteriores. Y también habrá un efecto en la economía mexicana y aquí es donde los factores externos empezarán a chocar de manera más visible con la situación interna.

El problema de la economía mexicana será el de la capacidad de ajustar la estabilidad interna a las presiones de fuera. El caso es que no parece haber mucho margen de maniobra para Hacienda ni para el Banco de México, más que seguirse apoyando en el colchón de dólares de las reservas internacionales que, siendo abundantes, no son ilimitadas. Hasta ahora las tasas de interés ya llegaron a su piso, que es de 7 por ciento anual y tenderán a elevarse, junto con el tipo de cambio y empezará a cambiar el escenario actual.

El asunto es que mientras más se posponga un ajuste, en función ya no sólo de la elección que está en puerta, sino del fin de sexenio en el que el gobierno de Fox no querrá perder la imagen de haber conseguido la estabilidad, entonces la herencia al próximo gobierno será más onerosa.

Quienquiera que gane la Presidencia tendrá que enfrentar una situación económica más complicada y volverá a hacerse evidente la necesidad de un verdadero ajuste fiscal. Esa será una prioridad inaplazable y no valdrá argumento alguno de que la economía se entregó en buen estado, pues en cierto sentido esa situación es ficticia y, mucho menos, se podrá hablar de que estaba sostenida por alfileres, es decir, no se podrá, otra vez, volver al futuro.

 
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