Usted está aquí: sábado 10 de junio de 2006 Opinión Nostalgia por la paranoia

Leonardo García Tsao

Nostalgia por la paranoia

Ampliar la imagen Seamus Davey-Patrick, en el papel de Damien, en La profecía

¿Quién hubiera pensado que algún día se tendría nostalgia por los años 70, la década en que padecimos la cruda por la efervescencia de los 60? Al parecer, la humanidad perdió, entre otras cosas, el sentido del ridículo, pues los años 70 fueron los del peinado afro (en gente blanca), los zapatos de plataforma, los pantalones acampanados y todo el hedonismo de plástico, propio de la fiebre disco.

También fue la década de una abrumadora paranoia por la cual todo era susceptible de ser visto como una amenaza. Según Hollywood, cualquier transporte colectivo tenía el potencial de convertirse en trampa mortal, las mascotas podían transformarse en fieras asesinas y hasta los niños eran sospechosos de ser emisarios de Satanás. Fue el florecimiento del cine de desastres, y también el auge del cine de horror en su expresión más nihilista. En ese contexto, títulos como La aventura del Poseidón (1972) y La profecía (1976) fueron emblemáticos. Una y otra son el epítome del blockbuster hollywoodense que veía en la destrucción masiva un espectáculo comparable al circo romano, en tanto la gratificación del espectador consistía en ver cómo actores conocidos eran condenados, en la mayoría de los casos, a un sacrificio cruel.

No deja de ser extraño -ya no digamos improcedente- el estreno simultáneo de los respectivos remakes de ambas películas. Las originales ahí están, en dvd con todo y ediciones de lujo, para quien quiera recordarlas o conocerlas. ¿Qué sentido tenía volverlas a hacer? Ninguno, según la evidencia ofrecida por ambos casos. Poseidón es un remake perpetrado por el cada vez más chambista Wolfgang Petersen. La empapada película sólo repite la premisa de un crucero de lujo volteado panza arriba por una ola gigante; lo demás no reproduce ni siquiera los placeres culposos de la versión de Ronald Neame, quien supo meter una simbología religiosa a las decisiones de vida o muerte de los personajes.

Los efectos digitales y la confusión se apoderan del barco titular, mientras Petersen conduce a actores de tan escaso voltaje como Josh Lucas, Mia Maestro o Emmy Rossum por una infinidad de pasillos y salones inundados, sin ningún sentido del espacio. Sólo Richard Dreyfuss, en el papel de un arquitecto gay, evoca las cualidades grasientas de una hamburguesa con doble queso que debe ofrecer este tipo de productos chatarra.

Similares problemas de reparto afligen al remake de La profecía. En lugar de Gregory Peck, esa encarnación del heroísmo estoico e imperturbable, está ahora Liev Schreiber, quien ostenta la personalidad de una salchicha kosher. Julia Stiles se ve aún como una colegiala, no como la madre adoptiva del Anticristo. Mientras el actor infantil, Seamus Davey-Patrick, tiene todo el aire de un niño mustio y berrinchudo, pero no de ser el vástago del chamuco. Los únicos aciertos son David Thewlis en el papel del reportero gráfico, antes interpretado por David Warner, pues el primero es el heredero natural del segundo en la categoría de actor inglés excéntrico, y, sobre todo, Mia Farrow -la madre de El bebé de Rosemary, con su eterno aire de mosca muerta- como la nana satánica de Damien. Sólo la elección de Julie Andrews hubiera sido más perversa.

Por lo demás, la película se limita a calcar la misma historia con mínimas variantes. Ambos guiones se deben a David Seltzer, por lo que gozó del privilegio de cobrar dos veces por un solo trabajo. El escritor se dedicó básicamente a transcribir su primer guión, con un "recorta y pega" de desastres recientes -el accidente del Columbia, el ataque a las Torres Gemelas, el tsunami del suroeste de Asia- para acomodarlos como profecías del Libro de las Revelaciones. Mientras, el director John Moore -quien nos hizo añorar a Robert Aldrich con su remake de El vuelo del fénix- ahora promueve la revaloración de Richard Donner, el responsable de la original. Empeñado en asestar golpes de efecto en grotescas escenas oníricas, Moore es incapaz de conseguir una sola secuencia inquietante como aquella de la versión de 1976, en que un sacerdote informante recibía su castigo durante una repentina tormenta, bajo la música sacro/ tenebrosa de Jerry Goldsmith.

La paranoia de los años 70 era comprensible, dada la triste condición de la humanidad en ese entonces. El resurgimiento reciente del cine de desastres se explicaba por el clima apocalíptico del cambio de milenio. Pero esos miedos ya deben haberse superado. ¿O estaremos tan jodidos que el peinado afro volverá a ponerse de moda?

Poseidón

D: Wolfgang Petersen/ G: Mark Protosevich, basado en la novela de Paul Gallico/ F. en C: John Seale/ M: Klaus Badelt/ Ed: Peter Honess/ I: Kurt Russell, Josh Lucas, Richard Dreyfuss, Jacinda Barrett, Emmy Rossum/ P: Warner Bros., Radiant Productions, Next Entertainment, Irwin Allen Productions, Synthesis Entertainment, Virtual Studios. EU, 2006.

La profecía

(The Omen)

D: John Moore/ G: David Seltzer/ F. en C: Jonathan Sela/ M: Marco Beltrami/ Ed: Dan Zimmerman/ I: Julia Stiles, Liev Schreiber, David Thewlis, Mia Farrow, Seamus Davey-Patrick/ P: 20th Century Fox. EU, 2006.

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