Usted está aquí: sábado 10 de junio de 2006 Opinión Debate, candidatos y dudas

Enrique Calderón A.

Debate, candidatos y dudas

Es curioso, por decirlo de algún modo, oír y conocer tantas opiniones sobre quien ganó el debate, incluidas las de los propios candidatos, cuando no existe regla alguna para definir al ganador. Desde luego no gana el que habla más rápido, o el que puede dar saltos más largos de un tema a otro, ni el que logra el mejor lenguaje corporal, o el que mete más goles. Alguien podría decir que los goles sí cuentan, pero ¿acaso la capacidad para desnudar y exhibir al contrario es la característica que necesitamos en quien dirija los destinos del país?

La disparidad de las declaraciones de triunfo por parte de todos es la mejor prueba de que se habla de nada. Excepto para quienes gozan de un nivel suprahumano de objetividad, todos los que observamos el debate lo hicimos con preferencias políticas dadas. Nuestras simpatías hacen que lo que uno dice sea motivo de festejo, mientras dicho por otro nos suene hueco o nos parezca un absurdo. La subjetividad ha sido un lugar común, y a propuestas cual más genéricas y repetitivas, unos les vieron solidez, originalidad y certeza de mejoría, mientras que para otros se trataba de más de lo mismo, de incapacidad o de engaño.

De los candidatos y partidos con posibilidades de triunfo nos asaltan muchas dudas, antes y después del debate. De Madrazo, sus mañas y su falta de escrúpulos son del dominio público, lo que hubiese dicho debía y tenía que ser puesto en duda, simplemente no inspira confianza, por razones harto conocidas. Felipe Calderón representó por derecho propio la continuidad de lo que hoy es, la continuidad de la ineptitud y de la superficialidad, la continuidad del estancamiento económico y de los privilegios, ante su renuencia expresa a cambiar el modelo de desarrollo económico que nos ha sido impuesto de tiempo atrás, sin importar los nulos resultados de crecimiento y bienestar obtenidos. Su mensaje refrendó la continuidad de la demagogia que hoy nos ahoga hasta el aburrimiento, la continuidad de la sumisión al imperio, seis años más de Foxilandia, aunque en realidad ofreció 25. A todo ello agregó sus propias innovaciones al modelo: el uso discrecional de la fuerza pública como esquema de diálogo, la reiteración de que quienes piensan distinto son un peligro para México. Hubo también aspectos positivos en su discurso, como el de su propuesta para reducir la migración y los referentes a la educación, sin embargo los seis años de incapacidad del gobierno actual para cumplir sus ofrecimientos representan una carga difícil para el candidato del PAN.

El caso de López Obrador es distinto, sus planteamientos fueron siempre de naturaleza genérica, excepto en lo referente a las prestaciones sociales para los que menos tienen, la cual pareciera ser más una innovación en la prácticas de compra de votos que un programa serio de gobierno. La generalidad de sus planteamientos en materia económica deja la impresión de que ni sabe bien ni tiene un proyecto razonable para incrementar la producción e incentivar el florecimiento de empresas mexicanas, en el actual contexto de desventaja ante la globalización. Algo similar sucede con la economía agrícola, para la cual tampoco hubo mayores definiciones. No es suficiente decir que su gobierno privilegiará a los pobres, porque si ello define una cierta política social, no lo hace respecto del país en su conjunto. Su visión de la política exterior lució especialmente limitada: ni los riesgos ni las ventajas de la globalización fueron tocados, y un proyecto económico de integración latinoamericana se antoja necesario y conveniente, pero el tema simplemente no fue tocado.

Lo que más preocupa y sigue preocupando son las inconsistencias de su conducta como gobernante del Distrito Federal y luego como candidato. ¿Por qué compartir el gobierno del DF con quien se sabía de tiempo atrás como el político más corrupto del PRD? ¿Por qué los segundos pisos y no un verdadero sistema de transporte público que beneficiara a toda la ciudad? ¿Por qué tener en su equipo de campaña a colaboradores cercanos de quien ha sido el principal enemigo de su partido? Todas estas dudas continúan en mi mente luego del debate.

 
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