Usted está aquí: viernes 9 de junio de 2006 Opinión Tras la reforma, urge el acuerdo migratorio binacional

Heriberto M. Galindo Quiñones

Tras la reforma, urge el acuerdo migratorio binacional

Una vez que concluya el proceso legislativo estadunidense que dará a luz a la reforma legal del vecino país del norte en materia migratoria, y precisamente cuando el Presidente George W. Bush promulgue dichas enmiendas, los gobiernos de México y de Estados Unidos de América deberán aplicarse de nuevo y de inmediato para conseguir el acuerdo migratorio binacional tan anunciado, festinado y hasta soñado. Seguramente corresponderá al próximo gobierno federal vencer este reto. De los anuncios previos procedentes del Senado estadunidense se colige que hay indicios de que algo bueno podrá haber para muchos migrantes mexicanos indocumentados, sobre todo, en materia de regularización de su estancia y residencia en aquel país, e inclusive para la obtención de la ciudadanía, lo que al parecer implicará que varios millones de connacionales que ya viven allá tengan la posibilidad de estar en condiciones de vivir con plenos derechos y obligaciones. Pero, ¿qué va a pasar con los paisanos que están decidiendo cruzar la frontera norte a como dé lugar en busca de un trabajo que les permita vivir mejor y allegar recursos a sus familiares en México? Para ello hace falta que se concrete el tan anunciado y esperado acuerdo binacional que otorgue sustento legal a los empresarios contratantes y a la presencia de los nuestros, que transitan hacia el poderoso país que está necesitando mano de obra.

Urge un acuerdo temporal que permita ingresar y laborar durante años o por ciclos, y regresar al territorio nacional a convivir con la familia por espacios cortos, mientras se acomodan las cosas para retornar a Estados Unidos. Y así sucesivamente, como ocurre con los acuerdos que se tienen firmados con Canadá. El acuerdo deberá tener modalidades diferentes al antiguo Programa Bracero, que culminó en los años 60. El próximo a firmarse, además de lo jurídico-migratorio deberá tomar en cuenta aspectos sociales como la salud, la educación, la vivienda y la seguridad, pues todos los trabajadores pagan impuestos y hoy por hoy los que carecen de documentos no reciben beneficios sociales; deberá permitir que los mexicanos puedan ingresar mediante cuotas acordadas para trabajar en empresas establecidas, y así poder vivir allá sin el riesgo de ser molestados y detenidos por la autoridad migratoria.

El proceso de reforma migratoria en el que están involucrados legisladores de las dos grandes fuerzas políticas y el propio presidente de Estados Unidos tiene prioridades muy distintas a las nuestras. A ellos lo que más les importa es su riqueza y su seguridad nacional, sin reparar en si la defensa y el cuidado de las mismas les lleva a asumir actitudes inamistosas. Los ejemplos más contundente son el muro de la ignominia y el anuncio de los 6 mil miembros de la Guardia Nacional, con los que pretenden "proteger" su frontera con México, como si estuviésemos en guerra. Lo anterior indica que el gobierno del presidente Bush le está dando categoría de alto riesgo a la línea fronteriza del sur, lo cual confirma que con ellos hay vecindad y sociedad, pero no hay amistad ni buena vecindad. El republicano pretende condescender con todos: con quienes desprecian a los latinos y temen por la seguridad de su país, por ello el beneplácito a la construcción del muro, y con quienes requieren de los nuestros para multiplicar su riqueza, más el atractivo del voto latino, razón para la legalización de millones.

Por lo demás, sin que su existencia nos alarme, los gobiernos de México y Estados Unidos deben poner atención a grupos de extremistas, como la organización antimigrante llamada Minuteman, que es reminiscencia del Ku Klux Klan de tan horrorosos recuerdos. Este tipo de colectivos de corte nazi suele cometer delitos de agresión y hasta asesinatos.

Los empresarios estadunidenses que requieren de la mano de obra mexicana, deberían ser los más firmes aliados de los dos gobiernos en el propósito de que se redacte y firme un acuerdo migratorio justo que normalice la situación.

Del lado nuestro, la obligación del gobierno y el sector empresarial es elevar el nivel de desarrollo integral, otorgar facilidades, seguridades y garantías; invertir más y generar empleos mejor remunerados en nuestro país. Estas medidas y no la represión son el mejor antídoto para atenuar el flujo migratorio hacia el norte.

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