Usted está aquí: viernes 2 de junio de 2006 Opinión Cananea: como hace 100 años

Editorial

Cananea: como hace 100 años

Ayer se cumplieron 100 años de la feroz represión porfirista contra los obreros de Cananea, Sonora. Y, como entonces, los trabajadores de esa explotación minera se declararon en huelga. No es la única coincidencia. En un país sustancialmente distinto al que existía a principios del siglo pasado, permanecen o surgen actitudes y situaciones que evocan aquellos tiempos: el abismo entre la nación oficial y la real, la exasperante y creciente desigualdad social, la frivolidad y la arrogancia de un grupo gobernante que, en la recta final de este sexenio, ha decidido agregar a sus defectos, de por sí abundantes, una tendencia represiva cada vez más acentuada y que ha tenido sus expresiones más claras en los embates policiales en Sicartsa y Texcoco-Atenco, así como en el hostigamiento a los mineros. Los tecnócratas neoliberales, en el control de la economía desde la presidencia de Miguel de la Madrid, recuerdan, inevitablemente, a los científicos del porfiriato; hoy, como entonces, el país se encuentra supeditado a intereses gubernamentales y privados del extranjero; la política social ha sido remplazada por un asistencialismo ­caridad, se le llamaba en tiempos de Porfirio Díaz, pero es lo mismo­ que sirve de tapadera a enjuagues ilícitos y tráficos de influencia; el dictador oaxaqueño liquidó la soberanía nacional al permitir que tropas estadunidenses acudieran a Cananea ­situada muy cerca de la frontera­ a reprimir a los mineros; hoy, el Presidente guanajuatense ofrece un indignante respaldo discursivo a la decisión de Washington de desplegar fuerzas militares en la línea fronteriza común para perseguir a los trabajadores indocumentados mexicanos, y, por si algo hiciera falta, el Ejecutivo federal se obstina en violentar las reglas del juego democrático y en perpetuarse ­o, al menos, en cubrirse las espaldas­ por medio de un candidato oficial que recibe el apoyo desembozado de la administración pública.

El acoso de las secretarías de Gobernación y del Trabajo contra el sindicato minero es muestra particularmente clara de una insensibilidad política y un autoritarismo de tintes porfiristas. Independientemente de los delitos que pudiera haber cometido Napoleón Gómez Urrutia, el dirigente reconocido y respaldado por la gran mayoría de los integrantes de ese gremio, es claro que la animadversión del Ejecutivo federal contra él no obedece a un afán legalista ni a una promoción de la democracia sindical, sino al deseo de proteger los intereses del Grupo México, consorcio propietario de la explotación de Pasta de Conchos, donde las irregularidades y la falta de observancia de reglas mínimas de seguridad por parte de la empresa provocaron la muerte de 65 mineros en el fondo del socavón. Hasta antes de ese hecho, los funcionarios foxistas no tenían empacho en departir con Gómez Urrutia; una vez que éste criticó la irresponsabilidad empresarial, las autoridades "recordaron" ciertos manejos sindicales turbios en la entrega a los trabajadores de una compensación millonaria otorgada por el Grupo México ­actual propietaria del yacimiento de Cananea­ a la cúpula sindical, tras la reprivatización de la mina, durante el salinato. Entonces la Secretaría del Trabajo desconoció a Gómez Urrutia, fabricó a un nuevo dirigente y el gobierno se empeñó en la persecución del hasta entonces protegido líder.

Tras la barbarie represiva federal y estatal contra los trabajadores del complejo siderúrgico Lázaro Cárdenas-Las Truchas, que dejó dos obreros muertos, las autoridades han porfiado en el acoso contra la organización sindical y han dejado crecer la confrontación de manera por demás irresponsable.

Ciertamente, las nociones básicas de historia nacional no son el punto fuerte del foxismo, pero incluso sin ellas tendrían que darse cuenta de la peligrosidad de su juego. Si hasta el momento no ha tenido lugar una confrontación de gran escala en la industria extractiva y siderúrgica, ello ha sido gracias a la prudencia de los obreros; la patronal y el gobierno, por su parte, siguen rociando con gasolina un terreno fértil para las explosiones sociales. En esto actúan, también, en forma parecida al porfiriato.

Este año se cumplen 100 de las huelgas en Cananea y Río Blanco y de las subsecuentes masacres perpetradas por el régimen en esos enclaves industriales. Tales sucesos marcaron el principio del fin de la dictadura y constituyeron un anticipo de la década de guerras intestinas en las que se hundió el país tras la huida de Díaz en el Ipiranga. Da la impresión de que quienes integran el grupo gobernante no han leído esos pasajes de la historia nacional.

 
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