Usted está aquí: miércoles 31 de mayo de 2006 Opinión ¿Para qué sirven los ricos?

Javier Flores

¿Para qué sirven los ricos?

Me parece legítimo que personas con talento para los negocios se enriquezcan. No veo ningún problema. Como en cualquier otra actividad humana se requiere de gran capacidad de trabajo, creatividad, instinto, inteligencia. En México es muy importante que se consoliden y crezcan las empresas y que sus creadores obtengan beneficios, y no sólo eso: es necesario que surjan nuevos negocios, sean de capital nacional o extranjero. Es deseable que se desarrollen las grandes, medianas y pequeñas industrias. Todo eso está muy bien. Pero es importante preguntarnos: ¿para qué le sirven a nuestro país los ricos?

La pregunta es pertinente, y no está orientada hacia una confrontación entre pobres y ricos o algo así. Es solamente una pregunta. La respuesta obvia sería que sirven para la creación de empleos, uno de los más graves problemas nacionales (aunque aquí siempre me surge la duda sobre si habrá alguna diferencia entre empleos bien y mal remunerados). Entre más puestos de trabajo, menos desempleo, menos migración y hasta, como algunos sostienen, menos delincuencia. Pero no pensemos en lo obvio: mejor pongamos un ejemplo, como el de la industria de la radio y la televisión y las necesidades nacionales en los campos de la educación, la ciencia y la tecnología.

Hemos sido testigos de un fallo de los legisladores, es decir, de quienes nos representan a todos, en el que se beneficia a los grandes medios de comunicación. Los diputados votaron una ley por unanimidad, aunque luego los del PRD argumentaran que no leyeron bien el proyecto. ¡Por favor! Bueno, la verdadera discusión se dio luego en el Senado. Quizá por el momento que vive México, ahí se revelaron muchas cosas que se pueden sintetizar en una frase: ¡fuera máscaras! El poder de las televisoras se situó por encima de dos de los tres poderes de la Unión. Además de los legisladores, la ley aprobada contó con el beneplácito del Ejecutivo. Algunas voces críticas, sin embargo, han presentado una controversia ante el último poder que nos queda, el Judicial. Pero tal vez veamos, en un nuevo capítulo, cómo se aplasta a los jueces. ¿Lo pasarán por televisión?

Olvidémonos por un momento de todo eso. Nuestro país, para avanzar y ser competitivo a escala mundial, requiere de la educación, la ciencia y la tecnología. El otro escenario es el de la ignorancia. Aunque suene exagerado, es la diferencia entre ser una nación creativa, productiva e independiente... o de esclavos. La ampliación de la cobertura y calidad educativas es una de las tareas más importantes. La experiencia mundial muestra que los mayores índices de educación y capacitación se relacionan con empleos mejor remunerados. También, que el concurso de la ciencia y la tecnología incrementa la competitividad de las empresas, que requieren de personal cada vez más capacitado, con mejores ingresos.

Y a todo esto, ¿en qué contribuye la televisión? En otras palabras, ¿para qué nos sirven estos ricos? No se trata de sustituir a la SEP con Televisa o Tv Azteca. ¿Qué dan a México estas empresas? Si se examina su programación, uno encuentra lo más cercano a la basura. Me pregunto: ¿acaso es a propósito? A mí no me importa que se enriquezcan. Pero si no dan nada al país, por lo menos que no lo dañen, que no estorben, que no fomenten intencionalmente la ignorancia.

Sin embargo, aquí están casi todos los poderes de la Unión, dándoles todo lo que piden a cambio de nada. Si estas televisoras no quieren contribuir a la educación y la difusión científica, no importa, quizá hasta sea mejor. Pero que sus afanes monopólicos, en complicidad con nuestros gobernantes, no cierren las puertas a otras opciones, como las televisoras culturales y de las instituciones educativas. ¿O qué, también nuestros gobernantes nos quieren ignorantes y esclavos? Siento mucho decirlo, pero ya no lo dudo.

Quiero llamar la atención en un hecho: ha sido más fácil lograr que las televisoras den una apariencia de libertad de expresión, que modificar un ápice el control de la información y su fomento a la ignorancia. Ya podemos ver en las pantallas a nuestros intelectuales, a los candidatos presidenciales (algunos más que otros), al subcomandante Marcos; o a los informadores (que curiosamente hablan distinto cuando conducen sus noticieros que cuando se expresan por sí mismos, o de manera patética si andan buscando chamba en los monopolios).

Pero si bien hay avances limitados en la libertad de expresión, lo que no se modifica es el control de la información ni la promoción de la ignorancia. Quiere decir que son los valores más preciados de las televisoras, en los que no hay cambios. El control informativo quedó claro con la metamorfosis de Canal 40, y para corroborar el impulso a la ignorancia basta encender el televisor en cualquiera de los canales de la televisión abierta.

Por otra parte, el constante avance tecnológico de estas empresas no pasa por un compromiso con el desarrollo de la ciencia y la tecnología locales. Se trata de una importación descarnada y descarada de conocimientos e instrumentos extranjeros. México es de los pocos países en el mundo que pueden tener a los hombres más ricos del planeta, con negocios basados enteramente en tecnologías foráneas, como puede verse también en otros campos de las telecomunicaciones. El mensaje es claro: para qué invertir en la investigación y desarrollo aquí, si es perfectamente posible enriquecerse ilimitadamente sin correr ese riesgo.

Pero no todo puede ser crítica, se pueden hacer propuestas. Cuando las industrias producen un daño, por ejemplo, si contaminan el aire que respiramos, el agua que bebemos o la tierra de la que comemos, se pueden crear leyes y realizar acciones para impedirlo. ¿Por qué no establecer limitaciones a los graves daños que produce el fomento a la ignorancia? Es tan peligroso o más que los anteriores.

Ojalá que, por el bien de México, la Suprema Corte de Justicia resista.

 
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