Usted está aquí: miércoles 31 de mayo de 2006 Opinión Laboratorio en el río Putumayo

Alejandro Nadal

Laboratorio en el río Putumayo

El Plan Colombia acaba de asegurarse cuatro años más de vida. La relección de Alvaro Uribe avala la continuación de este programa de erradicación aérea de los plantíos de coca, pero no garantiza que tenga éxito. Al contrario, los indicios de su fracaso se multiplican.

En 1998 el entonces presidente, Andrés Pastrana, anunció su Plan Colombia para poner fin a la violencia. Un componente central consistía en ofrecer alternativas a los productores de coca (Erythroxylum coca) para que abandonaran ese cultivo. El plan estaba dirigido primordialmente a los departamentos del sudoeste del país, donde se concentraba la producción. El análisis de las imágenes de satélite indicaba que en esos departamentos la superficie cultivada con coca había pasado de 45 mil a 160 mil hectáreas entre 1994 y 1999.

En esos territorios también opera el principal movimiento revolucionario armado, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Rápidamente el plan se transformó para comprometer a las fuerzas armadas en el combate contra las drogas, bajo el argumento de que las FARC se estaban financiando con la producción y tráfico de coca. La principal herramienta descansa en la erradicación aérea de los plantíos con decenas de aviones fumigadores rociando grandes extensiones en los departamentos de Nariño, Caquetá y, sobre todo, Putumayo.

Entre 2001 y 2004 (último año para el que se cuenta con información) la superficie cultivada con coca en Colombia pasó de 163 mil a 80 mil hectáreas. Esta caída de 50 por ciento es considerada la prueba del éxito del Plan Colombia por Estados Unidos, pero un análisis más cuidadoso arroja serias dudas sobre el desplante triunfalista.

La cobertura del programa de fumigación aérea creció de 58 mil a 139 mil hectáreas entre 2000 y 2004. Pero como era de esperarse ya se llegó a la fase de rendimientos decrecientes. En 2001 se tuvieron que fumigar 5.3 hectáreas por cada hectárea retirada de la producción de coca. En 2004 sólo se retiraron 6 mil de la producción; es decir, por cada hectárea retirada se tuvieron que fumigar ¡23 hectáreas!

Esto no es alentador para el Plan Colombia. Los cultivos de coca se han atomizado, dejando atrás las economías de escala en grandes plantíos, sobre todo en el Alto y Medio Putumayo (donde se concentraba 40 por ciento de la producción de coca en Colombia). Hoy la dispersión en parcelas pequeñas (dos hectáreas) es la norma y el abandono del "modelo Putumayo" incrementa la dificultad de fumigación y eleva su costo. Eso explica que en el departamento de Nariño se intensificó la fumigación aérea, pero la superficie cultivada con coca aumentó 17 por ciento en 2003.

La producción atomizada mimetiza las condiciones del sotobosque y se disfraza en asociación con otros cultivos, lo que hace más difícil detectar la superficie sembrada con coca. Además, el laboreo de Erythroxylum se ha dispersado: cuando arrancó el Plan Colombia la coca se cultivaba en 12 departamentos; hoy ese número asciende a 23. Parte de esta dispersión se debe al desplazamiento de poblaciones, ya sea directamente por la violencia, o por la destrucción de sus sembradíos por la fumigación aérea. La destrucción de plantíos contribuye a la proletarización y desplazamiento de los pequeños productores. Una de sus opciones es venderse barato en los complejos de agronegocios que el gobierno y las multinacionales promueven.

El principal herbicida utilizado en el Plan Colombia es el Roundup Ultra (producido por Monsanto). Se trata de un herbicida no selectivo y en el contexto de un país megadiverso como Colombia (con 10 por ciento de la biodiversidad mundial) sus efectos serán desastrosos. Este producto contiene 41 por ciento de glifosato y 14.5 por ciento de un surfactante (agente para reducir la tensión superficial de la solución y facilitar su penetración en el tejido vegetal). A pesar de que el Roundup Ultra es un producto final, se agrega un surfactante (comercializado bajo el nombre de Cosmoflux 411), cuya toxicidad es bien conocida.

La etiqueta de Monsanto para el Roundup Ultra especifica que la concentración por volumen no debe rebasar 7 por ciento, pero en las fumigaciones del Plan Colombia la concentración es de 44 por ciento. Además, la dosis recomendada para fumigación aérea es de 2.5 litros por hectárea; en el Plan Colombia es de 11.25 litros/hectárea. Los daños a la salud humana están bien documentados.

La fumigación se lleva a cabo sin previo aviso y la deriva de las nubes de aerosol puede afectar no sólo a otros cultivos y pastizales (que provoca la muerte de ganado), sino a otros ecosistemas (incluso acuáticos, donde el glifosato es muy dañino). Las dosis y modo de aplicación están prohibidas en Estados Unidos y serían causa de una demanda judicial.

Para rematar, ya existen nuevas variedades de Erythroxylum con resistencia al glifosato, mostrando que la coevolución está presente y es utilizada en la selección de plantas. En el laboratorio del Plan Colombia las prácticas de cultivo de los productores están venciendo a la fumigación aérea, pero el costo social y ambiental promete ser muy elevado.

 
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