El efecto Maciel
La medida disciplinaria del Vaticano sobre el sacerdote Marcial Maciel, suspensión del ministerio público, hecha pública el pasado 19 de mayo, ha levantado numerosas interrogantes respecto al impacto, costo y repercusiones sobre el conjunto de obras sociales e instituciones religiosas de los legionarios: ¿qué va a pasar con la legión a corto y mediano plazos, a partir de la sanción impuesta al fundador y principal conductor? Creemos que si bien los legionarios enfrentan la más aguda crisis de su historia, podrán sobrevivirla a condición de que realicen revisiones y restructuraciones de fondo. No nos referimos a sus opciones pastorales por los ricos que han tenido éxito, sino a imitar al papa Benedicto XVI y ejercer la tolerancia cero. Por supuesto, limpiar a fondo la casa de presuntos pederastas de segunda y tercera generación. Sólo así, con valentía, podrían salir fortalecidos generando nueva confianza en el sector social que la legión ha elegido; de lo contrario, ocultar denuncias es propiciar complicidades y sólo retardaría una segunda gran sacudida que podría tener consecuencias destructivas para la orden. Por ahora reina la incredulidad entre sus miembros y, sobre todo, la negación de los hechos.
Hay que resaltar la pobre cobertura mediática y periodística que el caso Maciel ha provocado en México. Las grandes cadenas televisivas como la prensa nacional, salvo excepciones, no han entrado a fondo al tema ni han dado seguimiento. Probablemente las campañas presidenciales, la cuestión migratoria, el Mundial de futbol acaparen la atención de la opinión pública; también cabe la hipótesis de la presión a los más altos niveles de los medios: recordemos que muchos de los propietarios son afines al movimiento, para dar como resultado un abordaje epidérmico y escueto de una cuestión que por su envergadura daría para mucho más. Pareciera que la polémica tiene mucho mayor vivacidad en España y aun en Chile, donde la discusión se lleva al terreno de la ética social para ir más lejos de la propia sanción del Vaticano.
En nuestro país, la primera reacción fue protagonizada por el presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, Martín Rábago, quien acata, en nombre de los obispos, la medida pontificia y reconoce la gravedad e impacto que repercutirá no sólo en los legionarios, sino en toda la Iglesia. La actitud opuesta es protagonizada por el cardenal Norberto Rivera, amigo incondicional de la legión, quien minimiza la medida del Papa, señalando que no hubo ni sanción ni juicio canónico y que existe un retiro voluntario del religioso, por lo que todo esto es "puro cuento", expresión frívola que dio la vuelta al mundo y que, sin embargo, constituye el eje de interpretaciones que los propios militantes legionarios se dan ante la norma impuesta por el Papa.
En chats y correos de opinión de las diferentes páginas web católicas son recurrentes dichas explicaciones entre simpatizantes y militantes legionarios. La argumentación es prácticamente la misma, como si existiera consigna: a) el padre Maciel es inocente, es víctima de una conjura perversa de personajes siniestros que ya ni siquiera están en la orden; b) el Vaticano no ha sancionado al padre Maciel por pederasta, jamás lo menciona su escueto texto, como tampoco se le realizará ningún juicio canónico. Sólo se le invitó al retiro para que cargue una nueva cruz, camino al reconocimiento de la santidad como muchos otros grandes santos; c) al p. Marcial "por sus obras lo conoceréis", se repite sin cesar, el p. Maciel ha hecho mucho bien a la Iglesia en tiempo difíciles de vocaciones, importantes obras educativas, múltiples iniciativas sociales por los pobres en muchos países y ha sido la congregación religiosa más dinámica en el último tercio del siglo XX. Concluyen: Maciel es un santo y tarde o temprano la Iglesia así lo reconocerá. Sin duda hay dolor y pesar entre las decenas de testimonios, los militantes están convencidos de que atacar o cuestionar la obra de los legionarios es atentar contra la propia Iglesia; sin embargo, toda la argumentación tiene una aduana muy difícil de superar: la iniciativa disciplinaria viene del propio papa Benedicto XVI, cuya autoridad no puede ser puesta en duda ni cuestionada. Se han presentado cuadros de desbordamientos como el representado por el padre John O' Reilly, encargado de los Legionarios de Cristo en Chile, quien negó las acusaciones poniendo en duda la decisión del Vaticano, postura criticada por diferentes sectores en Santiago (La Nación, 24/5/06). Algunos medios han salido abiertamente a la defensa de Maciel, como los ultraconservadores medios católicos La Razón y Alba -que tuvo la mala fortuna de publicar un suplemento elogioso sobre los Legionarios de Cristo el mismo día en que el Vaticano retiró de la vida pública a su fundador- de España; El Mercurio en Chile y de manera más abierta El Diario de Yucatán, en México, que publicó recientemente testimonios, resaltando el de un empresario legionario preocupado por el posible impacto en la recolección de fondos de la Universidad del Mayab.
Tampoco debemos descartar posibles impactos devastadores: recordemos la crisis sobre abusos sexuales dentro de la Iglesia que se enfrentó en Estados Unidos en 2002 y se expandió por el mundo, cuyo mayor impacto fue en Irlanda, el país culturalmente más católico del mundo, donde ahora los seminarios están casi vacíos y las escuelas católicas registraron considerable baja de matrícula, según se desprende del trabajo Votos del silencio, de Jason Barry y Gerarld Renner. Sin embargo, la repercusión del caso Maciel puede ser amortiguada en las estructuras propiamente religiosas de los legionarios debido a que desde hace más de un año cuentan con nuevo director general. Alvaro Corchera, persona fiel y de toda la confianza del fundador, ha conformado un relevo transitorio en el cual Maciel continúa tomando las grandes decisiones y los cambios son de forma. El mayor riesgo se dará cuando el fundador muera y abunden las interpretaciones y lecturas sobre el devenir de la orden; ahora el principal desafío es el mercado laico interno. Siguiendo a Berger, la palabra la tienen los clientes internos y principales destinatarios de los legionarios, es decir: mecenas, patrocinadores y sectores de la elite que han sostenido y animado la orden y sus obras sociales. Es un universo caprichoso, voluble y complejo. Por ahora las clases altas han cerrado filas, pero a mediano plazo esto puede cambiar. Recordemos el caso de Marta Sahagún, tan socorrida y acogida en los inicios por la alta sociedad del sexenio, a quien ahora se le percibe con incomodidad.