Usted está aquí: lunes 29 de mayo de 2006 Opinión Ciudad Perdida

Ciudad Perdida

Miguel Angel Velázquez

El Fobaproa: cinismo azul

La pesada carga de Calderón

Otro sofisma de Mr. Fox

Claro que Felipe Calderón aprobó el robo más grande y descarado en contra del pueblo de México. Claro que él fue culpable de la terrible deuda que por tres generaciones pesará sobre los hombros de los habitantes de este país, y claro que no es verdad que a quienes se salvó con aquel latrocinio fue a los pequeños ahorradores.

Conforme se le escapa el gas al globo Calderón, las mentiras que ha usado para tratar de ganar a la mala la contienda por la Presidencia de la República, caen por tierra.

La última tiene que ver con el mentado Fobaproa, el rescate del gobierno neoliberal a los dueños de los capitales más gordos del país. Hoy sabemos que las cuentas bancarias de los pequeños ahorradores, a quienes, dice Calderón, había que salvar, significaban apenas 4 por ciento. Sí, leyó usted bien: 4 por ciento del total del dinero que se gastó en aquella operación de robo llamada Fobaproa.

Calderón fue cómplice del hurto, porque él era el presidente de los panistas, que junto con los piístas decidieron cargar sobre los hombros de los pobres de México, una deuda de un billón 320 mil millones de pesos, es decir, 18 por ciento del producto interno bruto, como nos informó en la edición de ayer domingo de La Jornada el reportero Roberto González Amador.

Y eso no lo puede negar, por más cínico que sea, porque de otra forma sería tanto como aceptar que los panistas que votaron a favor del robo, no lo toman en cuenta, y si ni en su partido tiene un voto de autoridad, menos lo podrá tener de la sociedad mexicana.

Es difícil tratar de calificar el sentimiento que nace, luego de que uno se entera de las triquiñuelas panistas con las que Felipe Calderón pretende hacerse del poder presidencial. Porque si frente a lo que estamos no es una elección de Estado, tendremos que describirla como una porquería, por decir lo menos, para poder llamarla de alguna forma.

Además de todo lo ya descubierto y ventilado, quedan algunas interrogantes con sus respuestas que vale la pena poner sobre la mesa, para desvelar el peligroso juego azul que podría matar, de una vez por todas, las esperanzas de cambio que requiere México.

Todos en este país, por decirlo de algún modo, son testigos de cómo Vicente Fox se lanzó a hacer campaña al otro lado de la línea fronteriza del norte. Lo importante no era saber cuál sería la suerte de los paisanos que por culpa de su gobierno fueron desterrados de la nación, no, la misión tenía que ver con la idea de convencer a los que su gobierno ha expulsado de votar, en caso de que decidan hacerlo, por Calderón.

En ese trance, con las mentiras burdas que ya no le dan resultado, trató de hacer creer a los de allá y los de aquí que se había obtenido un buen resultado por la propuesta del Senado estadunidense de legalizar a 7 millones de indocumentados de todas las nacionalidades, no nada más de México, cuando las voces más duras de la Cámara de Representantes advierten que el proyecto no pasará.

Es más, con cinismo desesperado buscó festinar como suyo un hecho en el que México simplemente no intervino y que no se ha consumado. No hay ningún acuerdo, lo que decidió el Senado de Estados Unidos fue en ejercicio de su soberanía -palabra no encontrada en el muy escueto diccionario foxista-, y México no tuvo parte en ello.

Pero lo peor es que el IFE también hace su juego y en la paquetería enviada al extranjero para posibilitar el voto de los que viven fuera hay un DVD que exhibe una plana con el escudo y el nombre de los partidos en lucha por la Presidencia, y de entrada es el escudo azul el que viene marcado con un equis roja.

Se puede argumentar cualquier tipo de pretextos técnicos para que el instructivo de ¿cómo votar? venga con la decisión a favor del PAN ya escogida, pero la verdad es que técnicamente pudieron haberse hecho cualquier otro tipo de ejemplos y no el que se exhibe.

¿Será todo esto suficiente para explicar que estamos frente a una elección de Estado, con métodos nuevos y sofisticados, o nos seguimos haciendo güeyes?

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