Usted está aquí: lunes 29 de mayo de 2006 Opinión Astillero

Astillero

Julio Hernández López

Babel

Oportuna neohabla de ¿priístas?

Felipe olvida el dialecto Fobaproa

AMLO aprende idiomas de tv

Deseosos de construir la torre política que permita alcanzar el cielo de las promesas electorales, los mexicanos viven hoy disgregados y sin entenderse.

Allí están, por ejemplo, los priístas que según eso comenzarán hoy el proceso que les lleve a la expulsión de militantes que a sus avanzadas edades políticas pretenden aprender la neohabla de moda: el antipriísmo marítimo (fundado en el abandono oportuno del barco a punto de naufragar). Dinosaurios de colección, como Manuel Bartlett (o ejemplares de menor cuantía cronológica, como Oscar Cantón Zetina), llaman a ejercer la versión moderna del voto útil, convocando a que los miembros del tricolor sufraguen por el lopezobradorismo.

La lista de presuntos encaminados al sacrificio tiene nombres importantes. Desde luego, en primerísimo lugar la cacique del sindicato magisterial, Elba Esther Gordillo, convertida abiertamente desde hace años en aliada de la pareja presidencial y, en meses recientes, transformada en perseguidora y atacante de Roberto Madrazo, a más de promotora y dueña de una alternativa partidista personal conocida como Panal. A esa nómina de elite se han sumado en días recientes los casos de personajes que ocuparon secretarías de estado con Ernesto Zedillo y ahora han decidido apoyar a Felipe Calderón, como Diódoro Carrasco, Luis Téllez, Carlos Ruiz Sacristán (héroe de la represión a medios electrónicos de comunicación para defender años atrás al legionario Marcial Maciel) y Jesús Reyes González (también conocido como Reyes-Heroles González-Garza y quien, por cierto, fue jefe de Luis Carlos Ugalde en una comisión priísta "de ideología"). Un ex presidente nacional del PRI, Genaro Borrego, representante de aquella grisura política llamada el delamadridismo, también ha creído necesario apoyar al aspirante del PAN y no al de su partido.

Dado que ya no se entienden -las claves del lenguaje históricamente utilizado para el ejercicio del poder ya no tienen el mismo significado para todos-, esos priístas de elite han entrado en conflicto con su matriz: Bartlett ya no tiene expectativas reales de poder, sino aspiraciones contrarreloj de medio componer en algo la indeleble historia de mano dura y golpes a la democracia que desarrolló cuando realmente tuvo poder; los zedillistas tratan de dar continuidad al esquema de apoyo a la derecha que su jefe tuvo con el actual presidente Fox en 2000, y borregos como Genaro pretenden hoy asumir papel de toros bravos cuando siempre fueron en su partido burócratas ejecutores de órdenes del jefe incluso cuando esas instrucciones llevaban a la abyección.

Felipillo Cal de Ron, por su parte, hace esfuerzos por traducir a su conveniencia hechos políticos que no aceptan interpretaciones. De manera contundente apoyó como presidente del comité nacional panista que la bancada de su partido aprobara la conversión de la crisis bancaria en deuda pública (el llamado Fobaproa), y en cumplimiento de esa convicción hizo declaraciones entusiastas que ahora pretende convertir en idioma muerto. Dice, y en eso tiene razón, que él no firmó el asunto del Fobaproa, pero no acepta hoy, como lo hizo ayer, el papel directivo fundamental que cumplió en tal proceso. Lo importante no es si firmó con la mano derecha o la izquierda o, como es el caso, que no hubiera firmado: el hecho es que en pleno uso de sus facultades políticas, y con enjundia declarativa, Calderón empujó en favor del Fobaproa, pero ahora pretende hacer como que no sabe ni en qué dialecto le hablan cuando del tema se trata.

López Obrador también tiene entrenamientos idiomáticos babélicos. Sigue enredado en el aprendizaje de verbos televisivos que le son impuestos (hasta cadena nacional tendrá hoy el que juraba que no dependería del poder de las pantallas) y va atrasado en el manejo de las tablas de las encuestas, pero a pesar de esos problemas sigue empeñado en el manejo de un idioma simplemente electoral, carente de profundidad ideológica: las urnas como única salvación nacional posible, la banda tricolor sobre el pecho como garantía unipersonal de que México puede cambiar.

La torre mexicana de Babel tiene a un presidente de apellido Fox que habla como gringo y a un delegado Zero que quiere poner a mil las cosas electorales si no son liberados los presos de Atenco. Es posible, hoy, escuchar, leer y hablar sin que las palabras digan lo mismo para todos, sin que los valores reales o imaginados de cada vocablo tengan el mismo significado. Propaganda, publicidad, información; discursos, campañas, candidatos. ¡Oh, Alejandro González Iñárritu en el festival de Cannes, salve desde este astillado zigurat (torre en forma de pirámide escalonada)!

Y, para completar el cuadro, el sacro alemán B- 16 le pregunta a su Dios en el Auschwitz de las masacres de judíos (pero sin hablar árabe): "¿Por qué, señor, permaneciste callado?, ¿cómo pudiste tolerar todo esto?", ¡hasta mañana, en esta columna de esperanto!

Fax: 55 45 04 73 * [email protected]

 
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