Usted está aquí: lunes 29 de mayo de 2006 Cultura Don Quijote y Sancho, dos poetas de lo posible, considera Nélida Piñón

La escritora participó en el último día del Coloquio Cervantino Internacional

Don Quijote y Sancho, dos poetas de lo posible, considera Nélida Piñón

El escudero rozaba el mismo absurdo que arrebataba al hidalgo, afirma la escritora

CARLOS PAUL ENVIADO

Guanajuato, 28 de mayo. La figura de Sancho Panza, como un hombre de campo ingenuo, simplón, torpe, ignorante, pero también astuto, así como "contrapunto simbólico imprescindible" en la obra de Cervantes, fue el tema de reflexión de la ponencia de la escritora brasileña Nélida Piñón, con la que concluyó la 17 versión del Coloquio Cervantino Internacional.

Durante cinco días investigadores, escritores, estudiantes y profesores de nueve países se dieron a la tarea de analizar la célebre novela El Quijote de la Mancha desde diversas perspectivas que fueron desde sus imágenes plásticas, literarias y críticas, hasta musicales y geográficas.

Entre los investigadores que ofrecieron conferencias magistrales se encontró el británico Anthony Close, quien habló sobre cómo llegó El Quijote a ser considerada la primera novela moderna y cómo ha evolucionado la formulación teórica de esa idea. En otro momento, el francés Jean Canavaggio, "autor de una de las biografías de Cervantes más autorizadas en el ámbito académico internacional", presentó una síntesis de las corrientes interpretativas que del caballero y sus aventuras han hecho la crítica, la pintura, la ópera, el sicoanálisis y más tarde el cine, a lo largo de cuatro siglos.

Por su parte, Jorge Eduardo Arellano, de Nicaragua, expuso la figura de Miguel de Cervantes visto por el poeta Rubén Darío.

Y para cerrar el ciclo de conferencias magistrales, la escritora Nélida Piñón, Premio Príncipe de Asturias 2005.

En su intervención la autora argumentó cómo Sancho es un personaje que "lidia con igual hidalguía con los hechos juzgados complejos" y cómo a pesar de ser señalado como un hombre simplón, torpe e ignorante, "se expande de forma concreta y simbólica".

De esa manera, don Quijote y Sancho, dijo la escritora, "se igualan y se convierten en poetas de lo posible, ya que de común acuerdo establecen ciertas bases, a partir de premisas ambiguas, lo que permite a Sancho comprender que es factible vivir tanto de las patatas como de las ilusiones".

Luego de dar su visión sobre los anhelos y consideraciones que empujaron a Sancho a abandonar su hogar y lo que su obesidad física podría simbolizar, la escritora brasileña destacó que "es malévolamente descrito como un campesino inculto. El lector, de carácter desprevenido, espera que obre según lo que su apariencia sugiere. Esto, sin embargo, hasta el momento en que descifre sus frases inmortales, y comprenda la deliberación narrativa de Cervantes, cuya imaginación nos obliga a creer que hay dentro de Sancho mil hombres más. Y así elegir el Sancho que nos conviene".

La magia de ambos personajes (Don Quijote y Sancho), apuntó más adelante, "se localiza en sus respectivas imperfecciones, en el anhelo que los anima de abarcar por entero su humanidad. A medida que la novela avanza, en desesperada carencia, roban del otro el pedazo que les falta. Uno cede al otro la máscara de uso exclusivo que el otro necesita. Al descifrarlos, sin embargo, se enlazan con tal intensidad que nuestra imaginación visual tiende a tornarlos una unidad inseparable, sin ruptura".

Esa mutua donación "engendra una realidad transformadora y transgresora al mismo tiempo".

Para concluir, y antes de confesar que las novelas que escribe tienen como "parámetro absoluto" a Don Quijote y Sancho, Nélida Piñón, tras señalar la importancia del debate eterno entre ambos personajes de lo que es ilusión y lo que deja de serlo, destacó que el lector contemporáneo "tiene el derecho de arrancar de Sancho pedazos de su carne para repartirla con Don Quijote, para que ambos dispongan de igual peso e idéntica medida de huesos y sueños. Sancho lidió a la perfección con lo tangible e intangible, y aunque acusado de ser un hombre trivial, amante del pan y de las patatas, rozaba el mismo absurdo que arrebataba al hidalgo. Con la ventaja acaso de reconocer que no hay absurdo sin la fantasía de lo cotidiano".

 
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