Usted está aquí: domingo 28 de mayo de 2006 Política A mitad del foro

A mitad del foro

León García Soler

El gesticulador posmoderno

Ampliar la imagen Luis Carlos Ugalde, consejero presidente del Instituto Federal Electoral, "se apresuró a reivindicar el papel de árbitro único" FOTOCristinaRodríguez

El dinero es motor, promotor director de la política contemporánea: en el ámbito de la democracia como medio y no como fin, y partidos sin objetivos que giran como derviches en el escenario de la imagen, del gesto, de las sombras tras el espejo de los medios electrónicos. "La esfera de los medios puros o de los gestos... que se liberan de su relación a cualquier fin", nos dice Giorgio Agamben. La marginación del refugiado, del migrante, quebranta, separa la condición de hombre y ciudadano. El gesticulador posmoderno es marioneta del poder mediático espectacular. Simula tomar decisiones y se mueve al son del que paga manda.

Ante el brillo del oro y en el ágora electrónica que da y quita, se apaga el celo de la vocación política que llevó a los reformistas a establecer el financiamiento público de los partidos, de sus campañas y de su funcionamiento como "entidades de interés público". A 34 días de la elección presidencial, los partidos han gastado 86.3 por ciento de esos recursos en los medios electrónicos: 71 por ciento a las televisoras y 15.3 por ciento a las radiodifusoras. De nada vale lamentar el desprecio de los políticos por la palabra impresa: a la prensa escrita han destinado 0.3 por ciento. Ah, la fuerza del gesto, de la imagen multiplicada y disminuida en la penitencia exponencial tras el espejo. Es el cambio, clama la desmemoria.

Pero los candidatos de los medios sin fin dan vuelta sobre sus propios ejes. Alucinados por los cambios de chaqueta y los acomodos al brillo de la encuesta cotidiana, olvidan que cambió el eje institucional, que el Presidente no es árbitro y juez del proceso electoral. Cuestionan al IFE y hacen del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación tutor de garantías individuales, censor de expresiones públicas. Andrés Manuel López Obrador solicita audiencia al Señor Presidente Fox, quien con desdeñoso y mayestático gesto ordena remitir a Gobernación la solicitud de audiencia. Años de insistir en que las elecciones no estuvieran bajo la voluntad incontestable del presidente; que Gobernación cediera el control del proceso. Arbitro de última instancia, decía el eufemismo del presidencialismo autoritario. Lástima que Vicente Fox no acudió a la frase de su graciosa huida: ¿Y yo por qué?

Dicen que lo de López Obrador fue maniobra táctica en el combate al poder y al privilegio. Luis Carlos Ugalde, consejero presidente del IFE, se apresuró a reivindicar el papel de árbitro único: "Si se busca eliminar la injerencia de los poderes ejecutivos sobre el proceso electoral, es necesario que los partidos y sus candidatos eviten recurrir o apelar a esas instancias." Y en el tono debido, apeló al deber del titular del Poder Ejecutivo de la Unión: "Por la investidura de jefe de Estado, el Presidente de la República tiene una responsabilidad política especial, que lo compromete aún más con la equidad de los procesos electorales y con la necesidad de mantenerse al margen de la contienda." Pactos de neutralidad en lugar del imperio de la ley. Los funcionarios tienen las facultades que la ley expresamente les señala. Nada más.

Deslumbra el dinero que circula en el ágora electrónica. Los candidatos y los administradores del dinero público, del obtenido en colectas públicas y ofertas privadas de prebendas, privilegios y mercedes en la tierra de la empleomanía, solicitan la gracia del Mago de Oz. Y aceptan contritos la acusación de despilfarrar el dinero en una democracia que "nos sale carísima". Todo cambió. Pero mucho retiene de lo que tuvo el del Supremo Poder Ejecutivo. PAN, PRI y PRD han gastado cientos de millones de pesos en televisión, radio, anuncios espectaculares, prensa escrita y otros menesteres. Ah, pero el Señor de Los Pinos ha gastado algo más de mil 700 millones de pesos en espots televisados para promover su obra sexenal y trascendente. Imagen y gesto de la posmodernidad. Revaloración del presidencialismo frente a los partidos de la pluralidad.

El poder del dinero para la permanencia en el poder político. La fama secular de la permanencia del antiguo régimen se opaca ante la oximorónica reafirmación de la permanencia de la alternancia. Y Angel Gurría, oráculo de la continuidad hasta bien entrado el siglo XXI, postula en la OCDE, entre los ricos, la urgencia de combatir la pobreza entre los nuestros. Ernesto Zedillo aplaude el realineamiento de Diódoro Carrasco, Luis Téllez, Carlos Ruiz Sacristán, Jesús Reyes Heroles González Garza y Genaro Borrego. Pastores sin rebaño que en el trance sucesorio fueran rechazados por el lobo del priísmo con piel de oveja. No hay candado que pueda mantener a los de la tecnocracia fuera de la coalición de centroderecha integrada en torno a Felipe Calderón.

En la esfera de los medios sin fin, los gestos y las imágenes exhiben las afinidades peligrosas. Los personajes cambian de piel y los ayuntamientos confirman identidades ideológicas largamente negadas: hoy nada vale la palabra empeñada; nadie respeta, nadie sabe lo que es el compromiso personal. Los adherentes aportarán ciencia y conciencia de la nueva ortodoxia económica. Ni un solo voto. No conducen, administran. Pero la política se hace con dinero y ante el derroche de recursos de la Presidencia alternante, coincidieron el PRD del movimiento lopezobradorista y el PRI del largo trayecto madracista. No hubo, no habrá alianza ni coalición alguna, pero ambos partidos deciden unir fuerzas en los recursos procesales para someter a Vicente Fox al papel de jefe de Estado y contener la verborrea triunfalista de quien se resiste a aceptar que la comedia ha terminado.

Felipe Calderón continúa al frente en las encuestas. Porque Andrés Manuel López Obrador no se le despega, el de Michoacán no quita el dedo del renglón en el que se escribieron los años de la larga hegemonía del PRI. El de la reverdecida higuera no distingue entre priístas y perredistas; ambos son el pasado autoritario, la corrupción por sistema, el estatismo y el populismo. Como el combatiente del medievo que ordenó matar a todos y dejar que Dios se encargara de separar a los buenos de los malos, Calderón se empeña en juntar lo que se ha desgajado, en unir lo que se ha fracturado sin remedio. El PAN combatió y convivió largas décadas con el PRI incluyente, el de la suma de contrarios, el revisionismo sexenal y el pragmatismo a toda prueba. El que inspiró la burda teoría del péndulo sexenal.

Cronos devoró a sus hijos. La flexibilidad ideológica, la expectativa de acceso y ascenso, preservaron la unidad de los opuestos, mientras el sistema pudo ser incluyente, mientras hubo dónde acomodarlos. La apertura de Luis Echeverría acabó en reafirmación del rechazo diazordacista a la clase política. José López Portillo quiso reunir la República en torno a un autócrata ilustrado y terminó por arrojarse al vacío de la expropiación bancaria y precipitar el intervencionismo de Washington en la farsa reaganiana de la democratización. Miguel de la Madrid heredó la tempestad, procuró que el país no se desbaratara entre sus manos. Y lo encaminó a la derecha. El resto es ya la esfera de los medios sin fin.

Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo encabezaron el desprendimiento del tronco común del PRI. La ruptura era inevitable ante la consolidación en el poder del "grupito conservador surgido del sector financiero." Las recetas del FMI reducían espacios al sistema incluyente. Llegaría a ser excluyente con Carlos Salinas de Gortari; la apertura de la economía, la estéril reforma al 27 constitucional; la que borró la separación Estado-Iglesia. Para 1994, erupción espectacular del México indio sojuzgado, ignorado, explotado siempre. Y la bienvenida a la pesadilla en voz del subcomandante Marcos.

Lomas Taurinas y el asesinato de Luis Donaldo Colosio. La respuesta de Salinas al vacío de poder: la sucesión por video; la dispersión y posposición inesperadas en la toma de decisiones. Los miedos y rencores estallaron. De la tragedia a la farsa: la huelga de hambre con agua de Evian. De la farsa a la tragedia: Raúl Salinas a la cárcel y Carlos Salinas al ostracismo. Y la sana distancia de Ernesto Zedillo: la ruptura irremediable con el príismo de la asamblea que impuso los candados para cerrar el paso al continuismo tecnocrático. Y la decisión histriónica de Zedillo: coronar la democratización con la entrega del poder. O la continuidad por otros medios.

La derecha en el poder cedía el paso a la de la victoria cultural; heredera de la reacción decimonónica, de la Cristiada y el sinarquismo: la del partido fundado por Gómez Morín, el del respeto a la legalidad y al voto como vía al poder. Pero creado para enfrentarse a las políticas del cardenismo obrerista, agrarista, el de la expropiación petrolera. Hoy, la ultraderecha empeñada en disolver el Estado laico. El dinero grande. El Yunque y los Legionarios de Cristo.

Que las diferencias son mínimas y por eso se suman a la cruzada panista los de la modernidad tecnocrática. No eran priístas, salvo bajo el patrón satírico de Carlos Monsiváis el del Estanquillo: "En México todos somos priístas, salvo prueba en contrario."

El eje del poder se ha desplazado y en los estados se definirá la elección del 2 de julio. Los 17 gobernadores del PRI refirmaron su apoyo a Madrazo. Las elecciones de 2003 confirmaron el traslado de la toma de decisiones del Poder Ejecutivo al Congreso de la Unión. Ahí se fijará la agenda política y se definirá el rumbo.

Pero, empeñados en desaparecer, los partidos apuestan a la indefinición, llegar al 3 de julio sin reconocimiento ni anuncio del resultado electoral. Los gesticuladores evocan y equivocan el voto útil. La estabilidad en el lomo de un venado.

 
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