Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 21 de mayo de 2006 Num: 585


Portada
Presentación
El impasible
HÉCTOR PÉREZ MARTÍNEZ
Juárez
ALFONSO REYES
Sobre Juárez
JUSTO SIERRA
Principio para un canto a Juárez
RUBÉN BONIFAZ NUÑO
Juárez: indio, liberal y masón
ALFONSO SÁNCHEZ ARTECHE
A Juárez
CARLOS PELLICER
Albricias
Mentiras transparentes
FELIPE GARRIDO
Bazar de asombro

Columnas:
Enrique López Aguilar

Verónica Murguia

Angélica Abelleyra

Luis Tovar

Marco Antonio Campos
Noé Morales Muñoz

(h)ojeadas:
Reseña de Gabriela Valenzuela Navarrete sobre Viviendo entre ángeles


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

 


ANGELICA ABELLEYRA

IRAIDA NORIEGA: LAS ALAS DE LA IMPROVISACIÓN

Cree en la música como el lenguaje que une a la gente en su ser más profundo, más allá de las diferencias de idioma, raza, pensamiento. Pero sobre todo, Iraida Noriega (df, 1971) vibra en el jazz que, más allá de un género, es una perspectiva de vida donde el espacio de improvisación le ayuda a crecer alas.

Nació entre la bohemia en medio de una familia ligada a la música y al baile. Su papá fue el cantante Freddy Noriega y su mamá es una cubana ejecutiva bastante tranquila, pero aun así jolgoriosa. Su familia materna, residente en Nueva York, propiciaba viajes constantes a eu donde la niña daba show frente a las tías. De regreso en México, ya en la casa de ciudad Satélite en donde se sentía un poco aislada por la diferencia de intereses entre sus compañeros de escuela, sus vecinos y ella —"la loquita"— disfrutaban las tertulias donde su papá y amigos cantantes se la pasaban en la lloradera con boleros y canciones de rompe y rasga.

A los dieciocho se instaló en Nueva York para estudiar música por tres años. Supo que era su camino cuando entró a un salón de práctica y encontró ensayando a un baterista japonés de veinticinco, un contrabajista suizo de cuarenta, la pianista haitiana de veinte y el guitarrista polaco de treinta años. Escuchaba que decían "one, two, ah, ah, ah…" y coincidían. Entonces comprendió que en el lenguaje de la música encontraban algo en común, el punto que los unía en algo profundo que además trascendía la terrenalidad, las nacionalidades y generaciones. Se dijo: "este es mi lenguaje". Y se quedó.

Y en ese universo inabarcable que es el de la música, no dudó del jazz como su sendero personalísimo. Le ayudó el taller de Sheila Jordan para experimentar una dinámica fresca e inspiradora que la inundó; también tuvo impulso al estar cerca de Theo Blackman, el alemán que al cerrar los ojos a la hora del canto le salían alas en pos de la improvisación. Cuando Iraida vivió ese espacio de imporovisación se dio cuenta de que la dinámica del jazz es como la vida, una punción llena de sorpresas que va tomando forma mientras la caminamos.

El retorno a México fue benéfico para ella en lo profesional y lo personal. Criada con pocos arraigos —de hecho se siente de ningún sitio— le sirvió para vivenciar su entraña mexicana a través de la convivencia con los músicos de su país y también algunos de su generación. Acá se ha formado con Enrique Nery y Hebe Rosell pero, a riesgo de sonar algo hippie, dice que sus maestros han sido sobre todo sus compañeros de trabajo como Agustín Bernal (contrabajo) o más recientemente Magos Herrera, a quien siente muy cerca no sólo en intereses jazzísticos sino en los de la vida diaria.

No sólo intérprete sino compositora y arreglista, la mexican diva tiene los discos Elementos, Reencuentros, Cuicanitl. Sólo voces (ensamble vocal), Viaje de mar, Soliluna (a dúo con Magos Herrera) y Si era entonces…ahora, su más reciente viaje con la Zinco Big Band que recupera en versiones jazzísticas aquellos años cuarenta mexicanos inundados por Agustín Lara, Consuelo Velásquez y otros… ahora en arreglos de Eugenio Toussaint, Enrique Nery y Rosino Serrano.

Asume que este disco es un tributo a su cuna, pero el pivote concreto surgió hace tres años cuando la Zinco Big Band se presentó en el Festival del Centro Histórico, invitada junto a Eugenio Toussaint, y éste le propuso un proyecto que ingresaron al fonca. Y como opina que una de las dificultades del jazz en el país es el persistente debate de que si es un género gabacho para qué está en México, Si era entonces… ahora es una demostración lúdica de similitudes estructurales, armónicas y melódicas en las piezas que durante los años treinta, cuarenta y cincuenta se gestaban en México del mismo modo en que en otros lugares del mundo surgían obras de Cole Porter o Gershwin. Y admite que si bien en cada sitio se creaban de acuerdo a su propio bagaje, en ellas hay una esencia, un jazz estándar. Además de todas estas confluencias, el disco es como una pista de aterrizaje en el momento que siente al jazz empezándose a integrar a la cultura en México.

Y aunque se siente acompañada por colegas y amigos, dice que al final todo trayecto creativo es solitario. Si bien sentimos que hay personas que nos cobijan en la mente y el corazón, cuando cada uno de nosotros llega al fondo de sus entrañas hay un sitio en el que nadie más entra. Y ante esto, que puede ser un drama o una experiencia enriquecedora, Iraida sonríe y opta por la cara luminosa del trayecto sola, ella y su alma con alas.

Ir al inicio