Usted está aquí: viernes 19 de mayo de 2006 Opinión Violencia, herencia y fantasmas

José Cueli

Violencia, herencia y fantasmas

Jacques Derrida escribió el libro Espectros de Marx (El estado de la deuda, El trabajo de duelo y la Nueva Internacional) Trotta, 1995. El texto abre la temática del apar-theid que, lamentablemente sigue vigente en diversos escenarios mundiales (y ni qué decir de nuestro país) y bajo nuevas modalidades, ya que la exclusión, vejación, opresión y explotación de los individuos parece ser uno de los temas protagónicos del siglo que terminó, así como del que recién ha comenzado. Derrida reflexiona sobre la violencia histórica en Francia, nosotros podemos extrapolar dicha reflexión a México y su caótica situación actual como una metonimia.

Derrida coloca el acento en este tema y empieza por decirnos lo siguiente: ''Un nombre por otro, la parte por el todo: siempre podrá tratarse la violencia histórica del apartheid como una metonimia. Tanto en el pasado como en el presente. Por diversas vías (condensación, desplazamiento, expresión, representación), siempre podrán descifrarse a través de su singularidad muchas otras violencias que se producen en el mundo (...) La vida de un hombre, tan única como su muerte, será siempre más que un paradigma; otra cosa que un símbolo. Y esto precisamente es lo que un nombre propio debería siempre nombrar". Lo que supone una responsabilidad infinita, reposo prohibido para todas las formas de buena conciencia.

Dichas reflexiones, en las que cita además la muerte del comunista Chris Hani, lo conducen a la pregunta por el querer aprender a vivir. Compleja y enigmática sentencia. ¿Quién aprenderá? ¿De quién? Aprender a vivir. Sabremos alguna vez aprender a vivir, se pregunta Derrida.

El filósofo francés sentencia: ''El aprender a vivir, si es que queda por hacer, es algo que no puede suceder sino entre la vida y la muerte. Ni en la vida ni en la muerte solas. Lo que sucede entre dos, entre todos los dos que se quiere, como entre vida y muerte, siempre precisa, para mantenerse, de la intervención de algún fantasma".

Derrida propone que sería necesario conocer a los espíritus, conocer lo espectral, pues para él ni la sustancia ni la esencia ni la existencia están presentes. ''Y ese ser con los espectros sería también, no solamente pero sí también, una política de la memoria, de la herencia y de las generaciones''.

Según esto ''el tiempo de aprender a vivir, sin presente nos regresa a vivir con los fantasmas, a vivir de otra forma mejor".

En tiempos críticos, y pienso particularmente en nuestro país, en momentos en que todo parece caótico y se confunde legalidad con justicia, represión brutal con estado de derecho, se olvida la historia y entre tanto la democracia incipiente se nos va como agua entre las manos, vale la pena reflexionar con detenimiento las siguientes palabras de Derrida.

''Si me dispongo a hablar extensamente de fantasmas, de herencia y de generaciones, de generaciones de fantasmas, es decir, de ciertos otros que no están presentes, ni presentemente vivos, ni entre nosotros ni en nosotros ni fuera de nosotros, es en nombre de la justicia. De la justicia ahí donde la justicia aún no está, aún no ahí, ahí donde ya no está, entendamos ahí donde ya no está presente y ahí donde nunca será, como tampoco lo será la ley, reductible al derecho. Hay que hablar del fantasma, incluso al fantasma y con él, desde el momento en que ninguna ética, ninguna política, revolucionaria o no, parece posible ni pensable, ni justa, si no reconoce como su principio el respeto por esos otros que no son ya o por esos otros que no están todavía ahí, presentemente vivos, tanto si han muerto ya, como si todavía no han nacido".

Sólo desde el fantasma y con él es posible una ética y una política revolucionarias. Una diferencia entre la justicia y el derecho.

 
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