Usted está aquí: lunes 15 de mayo de 2006 Opinión Cuentas y cuentos

León Bendesky

Cuentas y cuentos

John Kenneth Galbraith, celebrado y polémico economista e intelectual canadiense radicado en Estados Unidos, liberal de viejo cuño, seguidor de Keynes e impulsor del institucionalismo, murió el pasado 29 de abril a la edad de 97 años. Este influyente pensador que comprendía bien las fricciones que provoca el funcionamiento del mercado y la necesidad de la intervención estatal, acuñó la expresión "sabiduría convencional" para describir el modo en que suele pensarse sobre los temas de la economía y la política. En su libro La sociedad opulenta (1958) argumentó que de manera recurrente se va generando una visión convencional de los hechos y los fenómenos sociales. Esta perspectiva se expone como una especie de conciencia colectiva, que de tanto repetirse deja de cuestionarse y se vuelve, entonces, generalmente aceptado, con los riesgos que eso entraña.

Hoy puede apreciarse la sabiduría convencional que se ha impuesto en la interpretación del estado en que se encuentra la economía, ya sea en su expresión global o nacional. Se pueden destacar algunos rasgos de esta situación.

A escala internacional se dice que la situación económica es muy buena, tanto como podría serlo (as good as it gets, según la expresión en inglés); las economías más desarrolladas crecen, la inflación está bajo control, las mercancías fluyen al igual que las inversiones, los bancos centrales administran de manera adecuada las tasas de interés para evitar sobresaltos (véase, por ejemplo, el documento del Fondo Monetario Internacional, Perspectivas de la economía mundial: globalización e inflación, abril de 2006).

La verdad no hay mucho más en este argumento, pues de inmediato se tiene que hacer un recuento de las contradicciones que se presentan en ese favorable escenario. Entre ellas destacan los crecientes déficit fiscal y externo de Estados Unidos, que constituyen un problema, pues ese país tiene un papel crucial en la demanda agregada y en la captación de recursos de inversión de todo el mundo. Luego están los precios del petróleo, cuyos niveles tan altos inciden en los costos de producción y operación de muchas empresas, presionando sobre sus posiciones financieras y las fuentes de trabajo que generan. Además, las distorsiones del mercado petrolero inciden de modo severo en la distribución de los recursos que se generan, como se advierte de las grandes ganancias que reportan las firmas petroleras y los países exportadores de crudo.

Está, por supuesto el tema del empleo, que en los países europeos no responde al estímulo del crecimiento. La desocupación aumenta y demanda crecientes recursos públicos que se destinan a los seguros de desempleo y los esquemas sociales de previsión. Así que los sistemas de pensiones están cada vez más apremiados por la escasez de fondos que se presentará en pocos años. Las reacciones laborales contra las políticas económicas se acrecientan en varios países y hay resistencia a las reformas que se quieren aplicar.

El entorno internacional está marcado también por el ascenso de las economías de China e India, que se han vuelto formidables competidores en los mercados y sobre los que se vuelven los ojos de los gobiernos y los inversionistas de los países más ricos. En América Latina se ha impuesto la visión negativa sobre la vuelta de los llamados gobiernos populistas, en un discurso que critica la insuficiencia de las reformas y la inconsistencia de las políticas públicas, pero que cierra los ojos al efecto social negativo de las medidas aplicadas en los últimos 20 años. En el caso de la mayor parte del continente africano los informes de los organismos multilaterales no pueden sino ofrecer un panorama desolador.

El entorno global no es necesariamente de fortaleza y certidumbre, en este caso la sabiduría convencional no tiene mucha resistencia, aunque las cuentas siguen manteniendo los cuentos. En México, también la sabiduría convencional se ha impuesto de manera perniciosa, sobre todo en torno a la imagen de la estabilidad financiera.

Las cuentas que se pueden ofrecer al respecto se limitan a la capacidad de controlar los precios mediante un estricto -aunque no totalmente transparente- control de las finanzas públicas y de la gestión monetaria. Esto apoyado por un sistema de tipo de cambio flexible que sólo se sostiene por la enorme cantidad de reservas en dólares provenientes de la exportación de petróleo y de las remesas. Estas últimas podrían llegar a 24 mil millones de dólares este año y las que se habrán acumulado desde 2001 superarán la actual deuda externa del gobierno y casi equivaldrían a la inversión extranjera recibida hasta el año pasado en este gobierno.

El caso es que la estabilidad así alcanzada no se engarza con el proceso de crecimiento del producto y del empleo, en este último caso incluso se basa en la expulsión de los trabajadores. México ha perdido año tras año dinamismo en los mercados, está cada vez más supeditado a Estados Unidos y no recibe las ventajas esperadas de la diversificación comercial, como ocurre con el TLC con Europa; además pierde presencia en los foros internacionales y es actor marginal en la región de América Latina. Así son las cuentas y los cuentos.

 
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