Usted está aquí: jueves 11 de mayo de 2006 Opinión ANTROBIOTICA

ANTROBIOTICA

Alonso Ruvalcaba

Un anónimo

Ampliar la imagen Escena habitual en el Salón Corona, en el Centro Histórico de la capital Foto: Fabrizio León Diez

UNO. MARTES 8 de mayo, 2006. La escena es más o menos así: del otro lado de la barra de la Buenos Aires (Motolinía 19), Edgar, el cantinero, y Carmen, la cocinera; sobre la barra, frente a mí, un vodka y un excelente bistec en pasilla; algunos lugares más allá un tequila y una cerveza; de este lado de la barra yo, y, esos mismos lugares más allá, un güey alto (¿1.90?), de gafas y ojos muy claros, gorra roja, chamarra de cierre hasta la papada, barbita de cabra. Medio güero. Cuando terminó su cuarto o quinto tequila (siempre empujados con chaser de chela), pagó, dejó algo de propina, recargó el codo en la barra fingiendo hastío o tal vez verdaderamente hastiado, volteó hacia mí y juro que me dijo: "¿Tú eres Alonso Ruvalcaba?" "Sí." Y él: "Yo también escribo Antrobiótica". No sé qué jeta habré puesto. Se paró; yo pensé que iba a darme o la mano o un madrazo. En cambio me dio un papel interminablemente doblado. "Aí te ves." Y se fue. El papel decía esto:

"MIENTEN, ESCRIBE ROBERT Graves, quienes dicen que ella tiene dos caras. Tiene tres: la primera, inescrutable, es para el mundo exterior; la segunda está en conteplación de sí misma; la tercera, su cara de amor, vuelta contra mí por un instante interminable: once for an endless moment turned on me... Tú, Vera, tienes cuatro. La irrespetuosa: Me preguntas con la boca llena: '¿Tiene sentido decir que todo pasado fue mejor?' Masticas tu hamburguesa fish, acompañada con dulces aritos de cebolla, empapados en un charquito de Heinz (Antonio's: Río Lerma casi esquina con Mississippi; también hay que pedir las papas waffleadas); o sentencias al limpiarte con la servilleta: 'no se trata de comparar a Miles con Louis, ya que Louis era indiscutiblemente mejor'; o te reprochas tomando las sobras entre tus dedos: 'me arrepiento de haber transitado por el vegetarianismo' (y, para énfasis, recuerdas este diálogo de los Simpson: Marge: Remember you promised you'd try to limit pork to six servings a week? Homero: Marge, I'm only human; y también a Borges que dice: 'en cierta enciclopedia china los animales se dividen en: a) pertenecientes al Emperador, b) embalsamados, c) amaestrados, d) lechones...'); o dejas boquiabierto al pobre mesero: '¿De tomar?' 'Jugo de carne, mucho picante'.

"LA CARA MEMORIOSA. Las tuyas, hemos dicho, no son papilas sino anales gustativos. Recuerdas tu cuarto pastel de cumpleaños, las hojas de parra rellenas de arroz que comiste hace 20 solsticios en Al-Andalus (Mesones 171); la polvosa mojarra de esa Comala de tu infancia que es Ciudad Sahagún ('capital mundial de la mojarra'); la primera vez que probaste la sopa borsch del Kolobok de la Santa María (Salvador Díaz Mirón 87)... También recitas el Inviting a friend to supper, de Jonson: Yet shall you have, to rectifie your palate, / An olive, capers, or some better sallad / Ushring the mutton; with a short-leg'd hen, / If we can get her, full of eggs, and then, / Limons, and wine for sauce... Pero lo que más le gusta evocar a tu memoria (que no es 'enemiga mortal' de tu descanso como en El Quijote, XXVII) es la tregua dulce: la tarta de chocolate del Bondy (Galileo 38, en Polanco) del 2003, el chocolate Mozart que te traje hace nosecuántos viajes, los chocolates que te robaban mientras practicabas el noble arte de la esgrima... ('Come chocolates, pequena; / Come chocolates! / Olha que não há mais metafísica no mundo senão chocolates', dijo António Nogueira, ¿no?). También el fresco y fiel pay de moras azules de Marie Callender's (Insurgentes 1168, en la Del Valle), el camote "deconstruido" de Pujol, el helado de praline del Rincón de Francia en la fantasmagórica (dizque Hacienda de) Ojo de Agua. O una tímida fresa capeada en azúcar.

"MUESTRAS LA CARA iracunda cuando, por cachondearme, se te olvidan en el fuego tus fabulosas escalopas de cordero con mostaza Castrum Divionense, o cuando recalientan las empanadas de camarón en el microondas o capean los chiles en nogada (acaso tu peor prejuicio) o envilecen tu frappuccino con jarabe de chocolate (eso te pasa por ir al Starbucks) o te dan agua de frambuesa en vez de jamaica. Cuando comes mal o a medias... Y, por fin, la cara amante: Una falda floreada insinúa tus piernas: las toco y te sonríes, alejas mi mano, me abrazas. Ronroneas para excitarme. Me muerdes y me haces sangrar los labios. Me quitas los lentes con ternura. Dices mi nombre en diminutivo. Y al terminar nos tiramos en el suelo, es tanto el sudor y poco el aire. Me abrazas a pesar del bochorno. Besos pequeños en mi cuello. Lames mi frente y corre tu nombre hacia mí. (Me encontré tu nombre en una cita. Foucault, prefacio de Las palabras y las cosas: 'Es, desde luego, muy improbable que una trufa piamontesa, la garra de oso à la casserole -la receta es del orate Dumas- y el lirón de Alicia glaseado con miel vengan a mezclarse un día bajo los dientes de Vera, pero, después de todo, en esa boca acogedora y voraz encontrarían buen lugar de habitación y el palacio de su coexistencia'.) Llegaste a mi casa un 18 de enero; el 12 de mayo cumples 19 y estaremos juntos como todos los viernes. Espero que el mundo sea de tu agrado."

DOS. Y AHI TERMINA: sin firma ni nada. Come, pequena, come! -continúa aquel poema de Pessoa-, Pudesse eu comer chocolates com a mesma verdade com que comes! Cuando terminé de leer el texto, ahí en la cantina, qué ganas de decirle esos versos al güey aquel y a su amiga que mañana cumple años (¡19!) y a quien probablemente nunca conoceré: ¡Que alguien me mirara a mí así, que pudiera yo amar con la misma verdad con que ustedes aman!

http://antrobiotics.blogspot.com / [email protected]

 
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