Usted está aquí: viernes 5 de mayo de 2006 Política Patricia Mercado: palabra de mujer

Jorge Camil

Patricia Mercado: palabra de mujer

Con la ausencia de Andrés Manuel López Obrador en el pasado debate presidencial, los demás candidatos palidecieron frente a Patricia Mercado. ¡Qué seguridad, qué claridad de ideas, qué valentía, qué manera tan civilizada de presentar su programa y contestar preguntas! (¡Y qué guapa lució frente a candidatos acartonados, vestidos de primera comunión con traje azul marino y corbata a rayas en alegres tonos rojos!) Aquí no hubo contestaciones en sánscrito ni ataques gratuitos a los otros candidatos ni triunfos construidos sobre la humillación de nadie; tampoco contestaciones a la medida para quienes gobiernan y financian tras bambalinas a los partidos tradicionales: no existió intención de diseminar doctrinas o credos religiosos.

Presenciamos algo singular en nuestro panorama republicano: un discurso moderno sin lazos clientelares, sin compromisos con las fuerzas que sostienen a los partidos tradicionales y sin la retórica oficial: sin el rollo de siempre. Una mujer inteligente que presentó claramente lo que constituye una verdadera "alternativa": ¡la democracia incluyente! Un mundo (o una República, para mantenernos en el entorno nacional) con igualdad, apertura, consensos, oportunidades, tolerancia y valor para incursionar en lo desconocido.

Vimos, más que a Felipe González, citado por ella como ejemplo a seguir, a José Luis Rodríguez Zapatero, el político sencillo de la España sin complejos, que al gobernar sinceramente en beneficio de todos doblegó a los extremistas de la ETA. El mandatario sin miedo al homosexualismo, al aborto, a la independencia autonómica, a buscar salidas para el choque de civilizaciones. Sin necesitarlo, Patricia se comparó con Michelle Bachelet, pero pudo haberse comparado con cualquier otro gobernante inteligente socialdemócrata: con Billy Brandt, con ese caballero que es Ricardo Lagos, con el doctor Tabaré Vázquez, con el mismo Zapatero. Tal vez decepcionó a los electores morbosos que buscaban descubrir nuevas trapacerías de Roberto Madrazo, o nuevas facetas siniestras en la relación simbiótica entre Roberto Campa y la maestra Elba Esther; tropezar con porquería que manchara las manos impolutas de Felipe Calderón, o golpear a Andrés Manuel como castigo por su ausencia.

En cuanto a los "políticos tradicionales", Roberto Madrazo apareció como lo que es: un anacronismo de la era jurásica, un saltapatrás que pertenece al México de Gonzalo N. Santos ("la moral es un árbol que da moras o sirve para una..."). ¿Y Calderón?: ¡un panista de verdad! No a la manera de Vicente Fox, Santiago Creel u otros neopanistas que aprovecharon el registro para ganar la Presidencia en 2000, sino de quienes caminan pacientes en el rumbo de esa misteriosa "brega de eternidad" con la que el fundador preparó a ese instituto político para el martirologio, mas no para la victoria electoral. Ganó en opinión de algunos el debate, porque ante los excesos de Madrazo, el hastío con el PRI, la influencia de los medios y las encuestas del día del acto algunos televidentes lo identificaron correctamente como el candidato de la "gente bien", de quienes pretenden proteger la "civilización cristiana"; del México de "no hagan olas"; del México donde no pasa nada.

Tal vez como ningún otro pueblo de la Tierra nos merecemos los gobiernos que hemos tenido, porque automáticamente calificamos de mesiánico, populista o echeverrista a quien propone gobernar para los pobres, y descartamos como "idealistas soñadores" a quienes nos invitan, como Gilberto Rincón Gallardo o Patricia Mercado, a incursionar en un nuevo pacto federal, donde los "partidos de siempre" sean sustituidos por instituciones modernas de una izquierda de valores dispuesta a romper moldes, proponer consensos y llevar a los mejores hombres (y a las mejores mujeres, que frecuentemente son mejores y más limpias que aquéllos) a los más altos puestos de elección popular.

Ojalá los 13 millones de jóvenes de México y las mujeres (que constituyen 53 por ciento del padrón electoral) rechacen el voto útil y respondan a la invitación de Mercado para descubrir un nuevo México. Considerando a quienes hemos dado el beneficio de nuestro voto en el pasado (Díaz Ordaz, Echeverría, López Portillo, Salinas, Fox) ¿qué podemos perder? Yo, al menos, estoy cansado de promesas vacías para las que no hay presupuesto; cansado de la desigualdad (más grave que la pobreza), de la inequidad, de la ausencia de un auténtico Estado de derecho, de la corrupción en nuestro sistema de justicia. La reforma fiscal no serviría de nada, mientras el gobierno recaude únicamente 10 por ciento de la riqueza generada en el país. ¿Educación para pobres? ¿Salud para pobres? ¿Justicia para pobres? ¡No, gracias! Ese es el mensaje de la candidata de Alternativa. Quiero escuchar propuestas honradas, creíbles, modernas, para solucionar en nuestro tiempo los problemas que impiden nuestro desarrollo. Propongo un respiro para sustituir a los políticos acartonados del traje azul marino con mujeres modernas e inteligentes como Patricia Mercado, o acrisoladas intelectuales como Soledad Loaeza.

 
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