Usted está aquí: miércoles 3 de mayo de 2006 Opinión Debate: jamais vu

Arnoldo Kraus

Debate: jamais vu

Buen camino para digerir lo indigerible es permitir que el tiempo transcurra. Así lo dice la experiencia, así lo dicen los viejos, así lo dicen los refranes que afirman: "el que se enoja pierde". Días después del debate, días después de las peroratas de Roberto Madrazo, de Felipe Calderón y de Roberto Campa se antoja reparar en la filosofía y en las propuestas de nuestros candidatos. Digo nuestros porque son nuestros: ¿será cierta la vieja frase que afirma que "cada nación tiene el gobierno que se merece"? De ser correcta esa idea, podríamos concluir que el destino de nuestro país, y la cruda realidad por la que atraviesan la mitad de los connacionales, son producto de la suma de la ralea política que nos ha gobernado y del fracaso de quienes, a pesar de contar con la voz, poco hemos logrado.

Con toda intención he dejado fuera del listado a Patricia Mercado: su discurso, coherente e inteligente, nada tiene que ver con lo expresado por el triunvirato masculino. Qué pena que sus posibilidades de acceder a la Presidencia sean nulas; qué pena que los espacios para que nos gobierne una mujer sigan rigiéndose por filosofías decimonónicas y atavismos incomprensibles. Del micrófono desocupado lo que se debe decir es lo que se escuchó: silencio. Difícil comprender las estrategias de los mentores de la campaña de Andrés Manuel López Obrador. En lo personal, a pesar de que el tinglado del debate dista mucho de ser buen escenario, creo que el mutismo daña y no beneficia.

Escribí jamais vu en el título de este artículo. Jamais vu es un término que se encuentra en los libros de siquiatría y que se refiere a la sensación que emana de la falta de reconocimiento o familiaridad hacia situaciones ya conocidas o vividas previamente. En el caso del debate de los candidatos para las elecciones de 2006, la falta de familiaridad de los espectadores se refiere a la sorpresa por la contumacia de los candidatos y no a las enfermedades siquiátricas vinculadas con el jamais vu. Y digo sorpresa, porque al menos "en algo" estamos de acuerdo la mayoría de los connacionales: la capacidad de nuestros políticos para sorprendernos -negativamente- y para generar desdén es inconmensurable.

Durante el debate, caracterizado por ataques repetidos ad nauseam, y por la falta de propuestas constructivas, las alusiones a la cultura, a la ciencia y temas afines brillaron por su ausencia. Me detengo en este punto, el de la cultura, porque no hay duda de que es una de las mejores vías para sacarnos del atolladero en el que nos han sumido los 70 años el PRI y los seis del PAN. A pesar de que no podía ser de otra forma, muchos esperábamos que los candidatos remontasen la política reciente de Fox y de Marta, la de Borgues y la de la Rabina Tagora y la del desprecio por todo lo que tiene que ver con el conocimiento. Huelga decir que infinidad de pensadores y educadores y no pocas naciones han demostrado los vínculos positivos entre educación y el concepto amplio de salud, social e individual.

La mayoría de las personas dedicadas a la cultura o a la ciencia han denunciado reiteradamente el (casi) nulo interés del último gobierno hacia sus ideas y necesidades. Lo mismo sucedió años atrás y todo parece indicar que lo que sigue no sólo será similar, sino que el jamais vu crecerá y crecerá cada sexenio, aunque, cada vez, será más indigerible la perorata de nuestros candidatos.

Carentes de los bienes de la cultura universal y de los valores del conocimiento, a la postre el legado más preciado y más caro de la humanidad, es imposible pensar que alguno de los tres candidatos cuente con las armas adecuadas para mejorar las condiciones de vida de los mexicanos. Esa falta de apego por el saber no es gratuita, tiene compañía. Suele asociarse con la desatención de otros valores fundamentales como la ética, la democracia, la libertad, la justicia. Suele también anunciar que el jamais vu de abril 2006 es mínimo y antesala de males mayores.

 
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