Usted está aquí: martes 2 de mayo de 2006 Opinión Arte y prisión

Teresa del Conde

Arte y prisión

A Itala Schmeltz, avezada curadora y directora de las salas Siqueiros, se debe la idea de organizar una exposición con este título, por supuesto que con base en el arte de David Alfaro Siqueiros. Se exhibe en Tres Picos 29, Polanco. Me propongo comentarla en otra entrega, pues ahora prefiero describir mi experiencia al respecto.

Desde hace casi dos años mantengo correspondencia ''desde la balsa de la medusa", según designación de mi corresponsal, alusiva al conocidísimo cuadro de Gericault, con una persona inicialmente consignada y encarcelada en el Reclusorio Norte, donde permaneció por tres años. Desde hace varios meses, debido a su situación familiar (es cónyuge y padre de familia) fue trasladado al Centro de Readaptación Social de Aguascalientes.

Antes colaborador eventual de la revista Nexos y profesor en la Universidad Anáhuac, el abogado preso es un ensayista perpicaz, amante irredento del arte y consumado connoisseur. Practica el dibujo y la pintura; escribe sobre cuestiones artísticas y sobre estética con conocimiento de causa.

La mayoría de sus cartas, escritas a renglón seguido, con uniforme caligrafía en hojas de block amarillas, me llegan por lo común profusamente ilustradas con viñetas ''cuevistas". El encerramiento le ha permitido ahondar sobre temas que previamente le habían inquietado, así como adentrarse en otros -la sicología de los presidiarios- que antes no abordó. Se le permite tener libros, siete a la vez, que sus familiares, amigos y yo misma en ciertas ocasiones nos encargamos de rotar a efecto de que nunca le falte buena literatura, ensayos filosóficos, noticias o comentarios sobre historia, crítica de arte y política.

Puede citar a Kant en alemán, lengua que domina, aunque dentro de la prisión se ha dedicado predominantemente a la enseñanza del inglés y del francés. Su formación jurídica le ha permitido coadyuvar en la liberación de no pocos presos, mal enjuiciados, cual es su caso que actualmente está en manos de Amnistía Internacional, hasta donde sé.

No lo conozco personalmente, pero el carteo me ha permitido penetrar en algunos de los intríngulis que acarrea la reclusión.

En fecha reciente, a partir de un programa de televisión sobre artistas oaxaqueños, me hizo comentarios, de los que extraigo aquí lo que sigue:

''Me gustaron los cuadros de Guillermo Brena, un Rothko tropical, con unos colores muy agradables, formas puras geometrizadas, minimalistas. Sus series me recuerdan un texto de Joseph Albers, La interacción del color, pues al igual que Rothko, sus colores interactúan, vibran... También me gusta mucho Rubén Leyva, quien demuestra que la rencarnación existe y que Joan Miró cumplió su ciclo de regreso a lo corpóreo, sólo que como lo dijo Marx, las segundas vueltas dejan de ser dramáticas y se vuelven cómicas, pero reconociendo esa verdad, ¡qué agradables, que alegres obras... llenas de colores primarios, de formas puras, de composiciones predecibles, pero efectivas! En Guillermo Olguín Mitchel no hay influencia, no hay obediencia, no hay maneje, lo que hay es absoluta dependencia de Toledo... Si no existiera culto al mercado, se podría pensar en genuina fusión por admiración. Alejandro Santiago Ramírez me place, muy contenido en su delirio expresionista y sus esculturas antropomorfas son buenas. Si tan sólo no repitiera las formas reiteradas de todos los repetidores... Filemón Santiago tiene deudas con Tamayo y Picasso precubista. José Villalobos es el único expresionista abstracto ixtetequeño, arquitecto, pintor muy fino, muy a lo Irma Palacios, la misma búsqueda de lo mineral, de lo subterráneo. Luis G. Zárate, uso delicioso del color, su virtud principal. De Demián Flores Cortés no le escribo nada, usted aprecia mucho sus collages beisbolísticos, que yo veo sin experimentar sensaciones positivas..."

Avanzar tales opiniones (de las que en modo alguno me hago responsable, aunque hay varios puntos que comparto) mediante la visión de un programa televisivo, habla, antes que de otra cosa, de una inusitada capacidad de concentración de la que también hizo gala al comentar un programa en homenaje al maestro Raúl Anguiano.

''Anguiano fue un espléndido dibujante, un gran constructor iconográfico, pero la sombra de lo revolucionario oscureció sus talentos. Tenía el síndrome de su paisano: Agustín Yáñez, corrección formal incapaz de trascender (como sí pudo Rulfo) la retórica del mito oficialista de lo mexicano folclórico."

He recibido hasta la fecha 52 cartas de varias cuartillas, algunas pródigas en comentarios como los que anoto, otras relativas a lecturas recientes y a catálogos consultados vía Internet, cosa permitida a ciertas horas del día.

Antes de su reclusión, mi corresponsal fue asiduo visitante de exposiciones, no sólo en México, sino en otros países a los que entonces viajó.

 
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