Usted está aquí: martes 2 de mayo de 2006 Opinión Despojo y explotación (El delegado Zero llega a la UNAM)

Adolfo Gilly

Despojo y explotación (El delegado Zero llega a la UNAM)

Ampliar la imagen Durante el mitin celebrado por la otra campaña en la Plaza de la Constitución, encabezado por el delegado Zero FOTOMarco Peláez

En el pequeño pueblo de Tecomulco, Morelos, coincidimos algunos estudiantes y este profesor de la UNAM, cuando allí llegó el delegado Zero con la otra campaña el 11 de abril pasado. Juan Trujillo me llevó en su carro junto con otro amigo. En el camino para llegar al poblado ("vayan rumbo a Chinameca", nos dijeron en Anenecuilco), en una zona desierta y sin vegetación, vimos un gran portal doble, imitación entrada de hacienda, con una oficina al lado para vender lotes, y nada más, lo que se dice nada más. "Plaza Dorada" decía un cartelón. "¿Y quién va a comprar un lote aquí?", nos preguntamos. Al regreso tendríamos la respuesta.

Esperando al delegado Zero estaban reunidos habitantes de Tecomulco. Alguien, por fin, iba a escucharlos en serio. Por allí va a pasar la autopista Siglo XXI. El trazo atraviesa las tierras de 21 ejidatarios. Los señores de la autopista les exigieron que vendieran al precio que les ofrecían, o si no de todos modos iban a perder sus tierras, expropiados. Quince, bajo esa presión, terminaron por vender. A uno de ellos, Eduardo Sánchez, le hizo una entrevista filmada Adriana, estudiante de la UNAM. Don Eduardo contó los modos de la extorsión: "Decían que si no vendíamos iban a pasar sobre nosotros y no iban a pagar nada. Con machetes entraron a destrozar las cañas. Abrieron brecha entre los cañaverales sin pedir permiso. Yo en mi potrero ni cuenta me daba. Ya cuando fui a ver ya estaba estacado".

Seis se han negado hasta el día de hoy. Fernando Camacho y su esposa, Lupita Torres, hija de Angel Torres, combatiente zapatista, hablaron en la asamblea que se formó cuando llegaron el delegado Zero y la bulliciosa caravana que lo sigue. La señora dijo: "Esta tierra la dejó mi padre. No quiero vender. Gracias por su apoyo, señor subcomandante. Y a ver cómo le hace". Don Fernando dijo que lo creían loco por su terquedad en no vender: "Pero no, no estoy loco. Y si lo estoy, es una locura buena".

Despojo puro. La ruptura legal la realizó allá por 1992 el gobierno de Carlos Salinas cuando, con el apoyo del PRI y el PAN, desmanteló el artículo 27 constitucional abriendo camino al Procede y a la desposesión de tierras ejidales y comunales, tiempos aquellos en que también vendieron Sicartsa y cuanta propiedad del Estado mexicano quedó a su alcance. Despojo, pues, despojo puro.

Allí tuvimos la respuesta al enigma del fraccionamiento en el desierto: justo, justito enfrente pasa el trazo de la Autopista Siglo XXI.

El 2 de julio de 1836, Juan Ysidro Bojorques, "natural del pueblo de Oposura y de la nación ópata, por si, y como enbiado de los treinta y seis pueblos de que se compone dicha nación" -según dice un documento que en la UNAM trabajaron Fernando Pérez Montesinos y Georgina Rodríguez- se dirigía al Presidente de la República denunciando que "la mallor parte de los pueblos an sido despojados por medios biolentos de una parte de sus tierras". En el pueblo de "Cunpas", continuaba, "el gobernador con tropa armada fue a darle posesión de las que le pertenecen, al cura D. Julián Moreno, trallendo presos a la capital de Arispe a los opatas que quemaron los sercos que el espresado cura había puesto a las tierras del pueblo, sin atender [...] que el mismo cura abia quemado primero los sercos del pueblo, y echado dentro de sus siembras sus caballos y mulas con el fin de aser daño ¿y por que sufren tantos atropellamientos y despojos los pueblos de la nación opata? Por dos rasones, la primera porque son obedientes a las leyes y al gobierno Mejicano, y la segunda porque los usurpadores de nuestras tierras son todos ermanos, parientes, compadres y amigos de los mandatarios [...] de suerte que los mandatarios de Sonora son peores que los Españoles, y nosotros los Yndios vivimos en la época de libertad más oprimidos que cuando estábamos sullugados abido Yndependencia para los Morenos, Escalantes, Morales y Escobares y no para nosotros, digo esto, porque en aquellos tiempos nunca nos quitaron nuestras propiedades, y hoy se priban de ellas a una comunidad y no se les hace justicia".

Pide finalmente el enviado de los pueblos ópatas "que se les buelban sus tierras a los pueblos que están despojados" y "que no se nos despoje de nuestras propiedades".

Despojo es la palabra y la idea recurrente en todo el documento, uno entre tantos y tantos en la prolongada lucha indígena por defender sus vidas y sus tierras. Ciento setenta años después, los métodos para obligar a los ejidatarios de Tecomulco a vender a vil precio las suyas -tumbar sus cañaverales, estacarles sus tierras, amenazarlos- no son muy diferentes de los del cura aquél, Julián Moreno.

Persiguiendo las huellas del general Felipe Ángeles, cuya historia andamos rastreando, Edgar Urbina, también estudiante de la UNAM, trajo un manifiesto de Emiliano Zapata, fechado: "Campamento revolucionario, Diciembre 31 de 1911", que dice así:

"En nombre de mi Ejército, que reclama un derecho de reivindicación muy justo en la conciencia de todo buen mexicano, o de otra nacionalidad, que ame a su propia Patria y que tienda a salvarla de monstruos perniciosos que explotan de una manera salvaje el sudor de las frentes de sus hijos, vengo a protestar ante el mundo civilizado que ha hecho a su Patria libre e independiente, encaminándola por el sendero del progreso de su riqueza nacional, contra la prensa alarmista y contra todo ataque a mis denodados soldados que nos llame bandidos, porque bandido no se puede llamar a aquel que débil e imposibilitado fue despojado de su propiedad por un fuerte y poderoso, y hoy no puede tolerar más, hace un esfuerzo sobrehumano para hacer volver a su dominio lo que antes le pertenecía. ¡Bandido se llama al despojador, no al despojado!

"Hago un llamamiento a todos los pueblos de la República Mexicana, sin distinción de individuos en clases y categorías, a fin de que quiten de su mente todos los temores que la prensa aduladora y enemigos nuestros tratan de manchar mi honradez y la de mis valientes soldados; que tema, sí, todo aquel individuo que haya explotado, despojando de tierras, aguas y montes en gran escala a los pueblos, pero no de una cobardía porque no somos cobardes, pero sí de que todo lo que no es suyo tendrá que devolverlo."

Firma: "Emiliano Zapata, General en Jefe de las fuerzas del Sur".

Ciento veinticinco años después de la representación de don Juan Ysidro Bojórquez, noventa y cinco años antes de que doña Lupita Torres, hija de uno de los oficiales de las fuerzas del Sur, se plantara negándose a vender sus tierras, Emiliano Zapata hacía girar las razones de su ejército en torno a las mismas dos palabras: despojo y explotación.

Mayo de 2006: en estos días, invocand iguales razones antiguas y modernas, llega a la UNAM el delegado de las comunidades indígenas de Chiapas en rebeldía y de su pequeño ejército loco, al que llaman delegado Zero. No está pidiendo a nadie que vote o que deje de votar. Anda nomás puebleando y escuchando, dicen, sufrimientos y dolores, abusos y despojos, humillaciones y rabia.

En medio de tantos candidatos partidarios que hablan y hablan, y prometen y prometen, este no-candidato escucha y escucha. No ofrece programa, dicen quienes sin estar en contra le buscan peros. No, no lo propone. Anda nomás hablando de despojo, explotación, humillaciones y represión: en el actual desierto de palabras vacías, al menos éstas vienen cargadas de sentido.

Son palabras de otro tiempo, dicen. Creo más bien que su actualidad es más intensa que nunca. Hoy no sólo nos despojan las tierras y los bosques. Gracias a eso que llaman progreso, pueden también despojarnos del agua, la biodiversidad, los códigos genéticos, el espectro electrónico, el aire, los mares, el subsuelo, los derechos, los conocimientos calificados de la población mexicana, las horas de descanso, los momentos de disfrute, y hasta las vidas y los derechos de los mexicanos allá al otro lado. Todo puede, implacablemente, ser convertido en mercancía.

Por lo demás este delegado es el único que en estos días, desde una tribuna nacional, no promete políticas públicas sino que llama a la organización. No sé qué saldrá de todo esto. Pero sí sé que alguien tenía que decirlo y hacerlo.

Esta tarde esa tribuna estará en la UNAM: en buena hora.

 
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