Usted está aquí: sábado 22 de abril de 2006 Cultura Sergio Pitol, visionario marcado por los viajes

Sergio Pitol, visionario marcado por los viajes

El escritor recibió en Alcalá de Henares el Premio Cervantes de Literatura

PABLO ESPINOSA Y ARMANDO G. TEJEDA REPORTERO Y CORRESPONSAL

Ampliar la imagen El escritor mexicano Sergio Pitol recibe en la Universidad de Alcalá de Henares, de manos del rey Juan Carlos, la medalla que lo acredita como ganador del Premio Cervantes de Literatura. Observan la reina Sofía y el presidente José Luis Rodríguez Zapatero Foto: Ap

Al mismo tiempo que la salva de aplausos, en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, en España, se escuchó un estallido de sonrisas. Se percibió también, como lo había notado Johann Wolfgang von Goethe hace siglos, ese ligero aumento de luz en el ambiente cuando sucede algo extraordinario, y por encima de esa algarabía se soltaron relámpagos invisibles que se encendían sobre las crismas de los circunstantes: eran las ráfagas de la memoria.

Porque justo en el momento en que Sergio Pitol sintió sobre su nuca el peso del cordón del que pendía la medalla dorada como emblema del máximo galardón literario en lengua española, el Premio Cervantes, en su mente se prendieron las luces de lo que algunos llaman recuerdos pero que la historia cultural del mundo reconoce como su valor máximo: la memoria.

De su cerebro sonaron en las cuartillas que leyó ante la crema y la nata del mundo literario español y la familia real de ese país, un discurso de recibimiento de tal distinción, conocida también familiarmente como "el Premio Nobel de Literatura en Español", que fue también una disertación de acuse de recibo de la redondez del tiempo: Potrero, Veracruz; donde transcurrió su infancia y donde vivió con su abuela, y Alcalá de Henares, donde ayer las letras mexicanas se cubrieron de gloria, pues la entrega del Premio Cervantes de Literatura a Sergio Pitol se engarza a la coronación de sus paisanos y antecesores que recibieron en años anteriores este reconocimiento: Octavio Paz, en 1981, y Carlos Fuentes, en 1987.

En ese centro cervantino por antonomasia que es el edificio de la Universidad de Alcalá de Henares, con sus bellos patios interiores y sus flores olorosas, se percibió también, merced al arte de la palabra por el que fue premiado el autor de Domar a la divina garza, el perfume de la flor de café, cuyo estallido detona en el valle de Córdoba, Veracruz, ciudad cabecera del pequeño poblado de Potrero, que Sergio Pitol siempre ha reconocido como su cuna.

En su discurso, puso en ese valle el gineceo magnífico de su alto linaje literario: desde que se enteró que fue designado ganador del Premio Cervantes 2005, el primero de diciembre pasado, ''he recordado imprevisiblemente fases de mi vida, unas radiantes y otras atroces, pero siempre volvía a mi infancia, un niño huérfano a los cuatro años, una casa grande en un pueblo de menos de 3 mil habitantes. Un nombre, tan distante a la elegancia: Potrero".

Desde esa edad, cuatro años, conducido por su abuela, inició el viaje sin fin que lo ubicó ayer en Alcalá de Henares y que desde Potrero, Veracruz, lo llevó en su infancia a todos y cada uno de los puntos del planeta de las manos y los ojos y todos los sentidos y la inteligencia de Verne, Stevenson, Dickens, Tolstoi, Proust, Faulkner, Mann, Kafka, Neruda, Borges... los viajeros que hicieron de su aldea todas las metrópolis del mundo. Potrero y Rusia, Córdoba y Viena, Jalapa y Yoknapatawpha, que es el condado ficticio de Mississippi donde sitúa sus novelas William Faulkner, uno de los héroes literarios de Pitol.

Ayer el mundo entero se convirtió en un pequeño poblado donde las letras mexicanas se cubrieron de gloria. Potrero, Tlön, Uqbar, Orbis Tertius.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.