Usted está aquí: lunes 17 de abril de 2006 Opinión ¿Candidaturas sin agenda?

Javier Oliva Posada

¿Candidaturas sin agenda?

Luego del breve descanso de la semana anterior, los partidos políticos y sus dirigencias aprovecharon para concluir los complicados procesos de selección para el registro de candidatos al Senado de la República (de lista nacional, que no plurinominales) y los diputados de mayoría relativa. Desde luego, y no es la primera vez, que las referidas listas dejan una estela de inconformidades y críticas; más aún, en esta ocasión, las impugnaciones subieron de tono debido a que en ninguno de los tres principales partidos políticos tienen en la bolsa el triunfo y, por lo tanto, distinguidos militantes de cada uno aplican el temeroso "sálvese el que pueda".

En ese proceso de tensiones y conflictos internos, la agenda nacional, los ejes programáticos de las plataformas electorales registradas ante el IFE y la propuesta a la nación, quedaron, en términos generales, en un lejano y olvidado segundo término. La serie de ajustes que el sistema político en su conjunto, que van de la rectoría económica del Estado, pasando por el sistema de pensiones, a la reforma hacendaria y la reconstrucción de la política exterior, demandan un tratamiento que sobresalga a la coyuntura electoral o bien a la siempre atractiva como inútil denuncia sistemática de fallos en el gobierno saliente.

Los riesgos para estancarnos en la recriminación y los ajustes con los equipos salientes no proporciona la base, ni el contenido, ni el sentido de para qué y con qué proyecto se busca el poder. Mientras sigamos en esta ruta de la descalificación, no habrá lugar para otro tipo de acciones en los partidos políticos que no sean las encaminadas a asegurar el control de la organización una vez que pase el proceso electoral. Una máxima en el ajedrez señala que el que arriesga sabe que puede perder, pero el que no lo hace, pierde siempre. Y todo indica que las burocracias partidistas se encuentran es ese dilema.

Si se recuerda, el sentido con el cual fueron creadas las diputaciones de representación proporcional eran, en efecto, para abrir el espacio a la proscrita izquierda mexicana y a trayectorias políticas de otro tipo, especialistas, escritores, que al no tener una carrera partidista convencional carecían de oportunidades para aspirar a un cargo de elección. En sí mismas sirvieron para legitimar a las mismas dirigencias y a los partidos políticos, ya que les aportaban prestigio y demostraban apertura ante la sociedad y la opinión pública.

Sin embargo, ahora se observa otra lógica en la conformación de ese tipo de candidaturas. El establecimiento de criterios programáticos y, por tanto, para la formalización de compromisos y alianzas más allá de las aldeas partidistas, no han tenido cabida en esta primera etapa; la siguiente oportunidad será la conformación del gabinete en las áreas y temas de responsabilidad, donde quede en evidencia que ésa es una de las prioridades del nuevo gobierno.

Hasta el momento, la atención y el objetivo central están en ganar votos y apoyo de las estructuras de cada uno de los partidos en contienda. Así, pasamos a la parte pragmática de la competencia por la Presidencia de la República: la búsqueda de votos como única prioridad. Por eso es que las estructuras de los partidos tienen tanto peso y definición en las candidaturas. Pero explicar no implica justificar.

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