Usted está aquí: martes 11 de abril de 2006 Opinión Victoria estudiantil en Francia

Editorial

Victoria estudiantil en Francia

Las multitudinarias protestas de estudiantes y sindicatos que estremecieron a Francia durante febrero, marzo y abril consiguieron lo que querían. Ayer lunes el presidente francés, Jacques Chirac, decidió sustituir el contrato de primer empleo (CPE) por una serie de normas de inserción laboral. Se trata de una gran victoria para la juventud y la unidad sindical. Estas movilizaciones trajeron a la memoria las marchas estudiantiles que sorprendieron al mundo en 1968.

Luego de reunirse con el primer ministro, Dominique de Villepin, y el titular de Interior, Nicolás Sarkozy, Chirac aceptó sustituir el CPE por medidas que ayudarán a los jóvenes en desventaja a encontrar trabajo, generalmente muchachos que desertan de la escuela, hijos de inmigrantes y residentes de barrios pobres. Es decir, los mismos que en noviembre incendiaron Francia por la falta de oportunidades.

El CPE permitía a los empresarios despedir a los trabajadores menores de 26 años sin justificación alguna durante los dos primeros años de contratación, entre otras medidas que atentaban contra las conquistas laborales conseguidas a lo largo de décadas difíciles para el sector laboral de ese país y del mundo.

Los jóvenes franceses, por supuesto, no podían permitir que este atropello del gobierno se consumara, y la reacción fue contundente. Cientos de miles de jóvenes y obreros sometieron a Chirac, De Villepin y Sarkozy a un presión sofocante. Para el intelectual socialista Max Gallo, la respuesta de los estudiantes ante la imposición del CPE se explica por el "código genético francés", que impulsa a esa sociedad a sublevarse ante la amenaza de perder conquistas sociales históricas.

A pesar del tamaño de las protestas, Chirac insistía en que no daría marcha atrás a la disposición. Pero 10 semanas consecutivas de intensas movilizaciones, que incluyeron jornadas de huelga, bloqueo de universidades e institutos y marchas masivas ­que en ocasiones derivaron en graves disturbios­, tuvieron, sin duda, un gran efecto en el mandatario francés y sus colaboradores cercanos.

La fuerte oposición al CPE no sólo se vio reflejada en las calles, también en otros sectores. Así, mientras los jóvenes salían a manifestarse, la ciudadanía tuvo un brusco cambio de opinión respecto de sus líderes: de acuerdo con un sondeo del diario Libération, De Villepin perdió 12 puntos de su popularidad con respecto a marzo, mientras Chirac bajó ocho puntos en un mes. Esto se da cuando faltan pocas semanas para la celebración de las elecciones en ese país y, por si fuera, poco las movilizaciones estaban generando ya preocupación entre los gremios patronales, los cuales advirtieron que la situación estaba afectando a la economía.

Si bien todos esos factores influyeron para que Chirac se rindiera, en realidad no tenía alternativa. Reprimir no era opción y la presión se hacía cada vez más intensa. De Villepin, el principal impulsor del CPE, reconoció: "las condiciones necesarias de confianza y tranquilidad no existen, tanto entre la gente joven como entre las empresas para permitir la aplicación" de ese contrato.

El jefe del gobierno conservador lamentó que "no todos" entendieran su empeño en proponer medidas "drásticas" para conseguir un equilibrio entre una mayor "flexibilidad" para el empleador y "más seguridad" para los asalariados, lo que habría permitido, según sus argumentos, combatir el desempleo juvenil, que afecta a millones de personas.

Las explicaciones de De Villapin muestran, en cierto sentido, que el gobierno francés no entendió nunca la razones de la arrolladora reacción de los estudiantes al CPE.

Sin embargo, la decisión de Jacques Chirac es digna de elogio, pues deja entrever su capacidad de reflexión, que al principio de la crisis parecía ausente. En esta historia, por supuesto, las palmas deben ser atribuidas a las siete federaciones de sindicatos y las cinco agrupaciones de estudiantes que, en un hecho sin precedente, terminaron unidas en un movimiento en contra una medida que perjudicaba directamente a millones de personas.

 
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