Número 117 | Jueves 6 de abril de 2006
Director fundador: CARLOS PAYAN VELVER
Directora general: CARMEN LIRA SAADE
Director: Alejandro Brito Lemus


Prevención del VIH

La carreta enfrente del caballo

Cambiar comportamientos sexuales de riesgo es una tarea mucho más complicada que tratar la enfermedad misma. Difundir la información preventiva y promover el uso del condón no es suficiente. Se necesita trabajar más con las emociones, necesidades e intereses de las personas. En pocas palabras, en prevención es necesario volver a poner al caballo delante de la carreta.

Por Rocío Sánchez

El mensaje es muy sencillo y se ha repetido hasta el cansancio: “usa condón” si no quieres infectarte de VIH. Pero esperar que una persona lo incorpore a su vida sexual y lo use en todas las ocasiones y circunstancias, con todas sus parejas sexuales y para el resto de su vida ya no resulta tan sencillo.

El acento se ha puesto en difundir la información sobre las maneras como se transmite y las formas como uno puede protegerse de ese microorganismo que causa el sida. Esperando que con esa sola acción, como sucede con cualquier otra epidemia, la gente tome sus debidas precauciones. El problema es que el VIH/sida no es como cualquier otra enfermedad. En primera porque se transmite por vía sexual mayoritariamente. Y cambiar conductas sexuales se ha revelado una tarea mucho más compleja que tratar y atender la enfermedad.

“La gente se cansa de escuchar el mismo mensaje, de recibir la misma información”, es la queja constante de algunos educadores y activistas dedicados a impartir pláticas informativas en escuelas, centros de trabajo y otros lugares de reunión.

Nos encontramos en una etapa de fatiga de las acciones preventivas tradicionales. “Muchos programas de prevención han puesto la carreta enfrente del caballo, se enfocan a brindar información y más información pero nunca hablan de sexo, jamás abordan el deseo, las ganas de coger, siendo que es ahí donde empieza el problema”, señala categórico Alex Vega, psicólogo y terapeuta sexual.

Para el especialista, quien trabajó durante algunos años en la Organización Panamericana de la Salud, no es suficiente tratar de aumentar los conocimientos sobre el sida, también es necesario trabajar con las emociones. “Hay que trabajar con el cerebro, pero también con el corazón y con los genitales”.

El reto no es fácil. Las conductas, las normas y los valores sexuales cambian aceleradamente con el desarrollo de nuevas tecnologías de comunicación y por los desplazamientos masivos de población en un mundo globalizado. El Internet, por ejemplo, ha ampliado y facilitado enormemente las posibilidades de los encuentros sexuales. Los usuarios más desinhibidos de la red están poniendo en aprietos a funcionarios, especialistas y activistas de la prevención, por su empecinamiento en el riesgo y la promoción que hacen del sexo desprotegido. El extendido uso de drogas sintéticas entre jóvenes y su asociación con las conductas sexuales de riesgo es otro de los retos a enfrentar que requieren de mucha imaginación para diseñar acciones preventivas adecuadas a la situación.

Comprender necesidades
Si brindar información y poner un condón en la mano de las personas no es garantía de protección, entonces ¿qué es lo que sí funciona? Para Jorge Saavedra, director del Centro Nacional para la Prevención y Control del Sida (Censida), el reto es “desarrollar nuevos modelos de cambio de comportamiento”. La información y comunicación son necesarias, pero no suficientes para cambiar conductas. La apuesta es entonces por la educación: “es justamente por donde tenemos que entrar, cambiar comportamientos con base en dos elementos: educación de la sexualidad y reforzar la autoestima de las personas”. Si una persona tiene la autoestima baja, resultado del rechazo que soporta por su modo de vida, ¿cuál sería la motivación para protegerse o proteger a los demás, si se siente desvalorizada?, pregunta el funcionario.

Punto de vista que comparte el Fondo de Población de las Naciones Unidas: “Para que un programa de uso del preservativo sea efectivo, es fundamental adoptar un enfoque centrado en las personas, comprender las necesidades y los puntos de vista de los usuarios y generar demanda y responder a ella”.

Las estrategias que se emprendan, recomienda por su parte el Programa Conjunto de las Naciones Unidas (Onusida), deberán diseñarse especialmente para atender las necesidades y la problemática de grupos específicos que viven en situación de vulnerabilidad o que corren mayor riesgo de infectarse que el resto de la población. En México, estos sectores son algunas poblaciones de jóvenes, las mujeres casadas y monógamas, los varones homosexuales o que practican eventualmente el sexo con hombres, los usuarios de drogas inyectables, las y los trabajadores sexuales, las personas privadas de la libertad y los migrantes, cada uno con perfiles y necesidades distintas que deben ser considerados en los programas preventivos.
Una de las intervenciones de prevención del VIH más eficaces es la llamada educación entre pares, es decir, las personas que se ocupan de transmitir la información, los conocimientos y las habilidades aprendidas sobre el autocuidado de la salud a las personas a las que se quiere abordar, pertenecen al mismo grupo de la población, ya se trate de jóvenes, de gays, de hombres con prácticas sexuales entre ellos, de trabajadores del sexo comercial o de usuarios de drogas inyectables, quienes por la discriminación que padecen desconfían de cualquier figura de autoridad (funcionarios, médicos del sector público, trabajadoras sociales, etcétera). En contraste, confían en que sus pares conocen la problemática del grupo y sus necesidades. Es la mejor manera de asegurar que las medidas de protección sean comprendidas y aceptadas. Alejandra Gil, de la organización civil Aproase, que desarrolla proyectos con trabajadoras del sexo comercial, propone por ejemplo que sean las trabajadoras sexuales de mayor edad y a punto de retirarse las que eduquen a las más jóvenes. Con esa medida se estarían beneficiando ambos grupos etarios, al proporcionar un trabajo alternativo como educadoras sexuales a las de mayor edad.

“Trabajar con grupos permite cambiar la percepción de los comportamientos sexuales que son aceptables o no -desde el punto de vista preventivo- dentro de una población”, expone el especialista Alex Vega, para quien los grupos de pares son una excelente opción si se aplican desde la perspectiva de la salud mental.

Vega sostiene que un enfoque desde el trabajo social y la salud mental puede favorecer la efectividad de la tarea preventiva con grupos específicos. “Estas disciplinas han hecho mucho por el cuidado de personas que ya viven con VIH, han desarrollado grupos de apoyo, han educado a familiares y amigos sobre el virus”, pero no se han ensayado mucho en el terreno de la prevención: “hay un hueco en la literatura empírica de cómo los psicólogos pueden contribuir a la prevención del VIH”.

El especialista en facilitar talleres de autocuidado de la salud sexual plantea que el problema debe abordarse desde una perspectiva psicoafectiva y pscioemocional, ya que el sexo no es sólo algo biológico o neurológico sino que tiene que ver con el bienestar emocional, psicológico, social y cultural. “Todos esos factores afectan nuestra sexualidad y nuestro comportamiento”.

Por eso, considera que disciplinas como el trabajo social y la atención psicológica pueden aportar mucho a las estrategias de prevención del VIH, pues una adecuada salud emocional y afectiva producirá terreno fértil para que las personas practiquen el autocuidado.

Prevención atorada
Este año, y por primera vez en su historia aunque parezca absurdo, el Censida contará con recursos sustantivos para dedicarlos a la prevención sexual del VIH. Si bien la prevención del VIH/sida incluye las vías sanguínea y perinatal de transmisión del virus, en nuestro país la vía sexual constituyó el 95 por ciento de las nuevas infecciones reportadas en el 2005 de acuerdo con datos del Censida.

En el Presupuesto de Egresos de la Federación para 2006, quedó etiquetada una partida de 104 millones de pesos para destinarlos a ese fin; aunque insuficientes —estándares internacionales indican que debería invertirse por lo menos la misma cantidad en prevención que en atención—, contrastan con los recursos que en este sexenio se destinaron a evitar infecciones: desde 2002 hasta 2005 ese tópico recibió alrededor de diez millones de pesos cada año, de los cuales la mayor parte se gastó en la compra de condones.

Hasta ahora, en materia de VIH/sida la prioridad para México ha sido evitar más muertes por sida, por lo que los recursos principales se han dirigido a garantizar los tratamientos para todas las personas que los necesiten, sin embargo, ese esfuerzo no se ha acompañado de uno similar para evitar nuevas infecciones.

Aunque el Programa de Acción estaba previsto para llevarse a cabo durante el sexenio que está por terminar, las acciones preventivas no iniciaron con fuerza sino hasta 2003, cuando la Federación firmó 32 convenios con cada una de las entidades federativas para subsidiar una parte de sus necesidades en antirretrovirales, con el fin de que los estados usaran la misma cantidad en acciones de prevención. Censida tiene facultades para verificar que los montos efectivamente sean usados para prevenir, pero no tiene injerencia en los contenidos de las acciones.

“Sabemos que algunas autoridades locales tienen reticencia a emprender programas para ciertos grupos, por ejemplo, los homosexuales, los trabajadores y trabajadoras sexuales y en algunos estados del norte todavía están reticentes a trabajar con usuarios de drogas inyectadas”, comenta Jorge Saavedra a Letra S, quien a la vez anuncia que se destinarán recursos para utilizar en forma independiente de las acciones locales -municipales, por ejemplo- “que en ocasiones entorpecen las labores preventivas”. El funcionario recordó que en ciudades como Torreón y Villahermosa, los reglamentos municipales permiten la persecución de grupos considerados como “propagadores” de la infección: hombres homosexuales y personas dedicadas al trabajo sexual.

Para comenzar a utilizar el recurso disponible, el Censida planea actuar en dos vertientes: ejercer por sí mismo una parte del presupuesto (aún no determinada) en diversos proyectos y campañas; y financiar proyectos de la sociedad civil que concursarán por el recurso. “La idea es nombrar un panel de revisión técnica externo, para que la asignación de recursos no sea una decisión del Censida, sino que se valore la calidad de las propuestas que lleguen”.

El funcionario aseguró que en todas las acciones de prevención que se emprendan este año estarán presentes los lineamientos internacionales marcados por Onusida. Entre las acciones que se van a priorizar están: incrementar la frecuencia y la difusión de campañas, consolidar programas de educación en comportamientos sexuales saludables, incorporar el enfoque de género en las campañas, desarrollar estrategias de prevención específicas, realizar la detección del VIH en poblaciones con prácticas de riesgo, promover medidas preventivas para las personas que viven con VIH, distribución, promoción y mercadeo de condones, capacitación del personal de salud y apoyo a la investigación en sexualidad.

Una vez cubierta la urgencia de salvar vidas, ahora sí se podrá comenzar a enderezar una política que aún cojea de uno de sus componentes: la prevención. Para el doctor Saavedra, es una gran responsabilidad demostrar que esos recursos se ejercieron de manera transparente, eficiente y con impacto social, “de tal forma que esperaríamos nos los puedan volver a dar para el año próximo”.

¿Sólo con condón?

El condón, masculino y femenino, es el único método de efectividad demostrada para prevenir la transmisión del VIH. Actualmente se investigan otras tecnologías que podrían complementar el papel del preservativo, pero que amenazan con sustituirlo antes de haber comprobado su total eficacia contra el virus.

Vacunas: Se clasifican en dos tipos. Las vacunas preventivas reducirían la susceptibilidad a la infección, mientras que las terapéuticas disminuirían el progreso de la enfermedad o el nivel de infección en quienes ya la tienen. Una dificultad para desarrollar las vacunas es la variedad de tipos de VIH, además de su constante mutación.

Microbicidas: En forma de gel, lubricante o supositorios, para el ano o la vagina, más de 60 microbicidas se encuentran en desarrollo actualmente. Una gran ventaja es que podrían combatir simultáneamente al VIH, otras infecciones de transmisión sexual y los embarazos no deseados. También serían útiles para quienes es difícil decidir sobre el uso del condón, como las mujeres. Sin embargo, hasta ahora ninguno ha probado su eficacia y su seguridad.

Circuncisión: Según algunos estudios, los hombres circuncidados tienen de dos a seis veces menos riesgo de infectarse con VIH que quienes no lo están. A raíz de esto surgió la controversia sobre si se debe promover la circuncisión como parte de una estrategia pública de prevención. Quienes se oponen argumentan la falta de ensayos clínicos aleatorios que apoyen tal afirmación. Aunque fuera definitivo que la circuncisión reduce el riesgo de contraer el VIH, alentar su práctica podría llevar a que se desplazara el uso del condón.

Jeringas: En la población consumidora de drogas inyectadas, la frecuencia de exposición al VIH es más alta que a través de las relaciones sexuales desprotegidas (una persona adicta puede inyectarse hasta 20 dosis de droga al día), la medida preventiva aquí es el acceso a jeringas esterilizadas y desechables para evitar que se compartan, independientemente de si se quiere desalentar el consumo de las sustancias.

PEP: La profilaxis post exposición al VIH (PEP, por sus siglas en inglés) es un tratamiento de emergencia utilizado por el personal de salud cuando se exponen accidentalmente al virus. Se trata de un esquema antirretroviral que debe empezar a tomarse dentro de las 36 horas siguientes a la exposición y que debe tomarse durante un mes. Algunos estudios han documentado que la PEP logró disminuir la infección ocupacional en 79 por ciento, lo cual ha llevado a pensar que también puede usarse después de exponerse al virus en una relación sexual. La mayoría de los expertos se niegan a usarla de esta manera salvo casos excepcionales, como ruptura del condón. De otra forma, nunca debe considerarse como una estrategia primaria de prevención.

Pruebas rápidas: Representan un avance en el diagnóstico de la infección, ya que los resultados se obtienen en menos de una hora. Para el sector salud esto es una ventaja que incluso puede alentar a las personas para conocer su estado serológico. Pero la polémica inicia cuando estos dispositivos son usados de forma casera, sin la adecuada consejería. De resultar positiva, la persona podría no ser capaz de enfrentar el impacto. De ser negativa, podría crearse la falsa idea de que se es inmune a la infección y propiciar comportamientos de riesgo.