Usted está aquí: jueves 6 de abril de 2006 Opinión La piel

Olga Harmony

La piel

El Festival del Centro Histórico se extendió al sur de la ciudad al presentar, en colaboración con la Universidad Nacional Autónoma de México, dos escenificaciones que harán temporada en algunos de sus edificios teatrales. La primera es la última propuesta del grupo Teatro de Ciertos Habitantes comandado por Claudio Valdés Kuri, del que ya conocemos excelentes montajes. En esta ocasión presenta La piel, en la que el grupo continúa con la experimentación que lo caracteriza, nunca repetida, siempre explorando nuevos caminos de la teatralidad. En esta ocasión se cuenta con un director invitado, Miguel Angel Gaspar, del que también conocemos trabajos a través del austriaco Carpa Theater, del que fue fundador y en el que también participó Valdés Kuri. La piel se conformó con improvisaciones y ejercicios de los actores a los que dio forma dramatúrgica y solución de continuidad en una nueva obra Ximena Escalante al presentar los diversos modos de entender nuestra piel como una fiesta de cumpleaños en que el agasajado pide tres deseos -quizás los tres deseos de los cuentos de hadas- y en la que, si bien se desnudan las diversas personalidades de los invitados, se llega a la conclusión de que nunca nos conoceremos bien: la piel como primera presencia y como cerco que aprisiona el cuerpo.

Como en toda fiesta, los presentes pasan por varias etapas con el pretexto de hablar de la piel. Desde el jolgorio inicial, las discusiones con la bebida en mano, los francos pleitos de los amigos, la soledad final del festejado (Claudio Valdés Kuri). No se agotan todas las posibilidades de hablar de la piel -ese funesto delator de la edad y de los olores que secretan las glándulas o las llagas y diversas enfermedades que la aquejan- pero creo que la idea no es hacer un catálogo exhaustivo, sino tomar un pretexto para mostrar virtudes y miserias de los personajes. Esto está más que logrado, a veces de manera paródica como sería el caso de la hipocondríaca (Katia Castañeda) o brutal, como sería el caso del personaje que piensa en el sadismo (el iraní Kaveh Parmas) o la ambigua presencia del casi travesti (Miguel Angel López), depredador de animales pero víctima de la crueldad del otro. La caribeña (no se dice de que país, a menos de que sea una bella ondina negra emergida del Caribe) Fabrina Melón sueña en su personaje cambiar de piel, cuando simbólicamente ha permutado el traje blanco por uno negro de látex que le cubre incluso el rostro. Todo ello propiciado por el vestuario de Mónica Raya que subraya las características de cada personaje.

También de Mónica Raya son escenografía e iluminación. En un espacio casi vacío, a excepción de dos pequeños sofás con ruedas que se intercambian constantemente de lugar, con cuatro puertas practicables y transparentes al fondo y una pantalla rectangular encima, el director mueve a sus actores en, por momentos bailando y bien apoyados por la música de Joaquín López ''Chas", a veces violentos en sus peleas, otras sólo verbalizados desde los asientos, con entradas y salidas por las puertas en diversos tiempos. Las diferentes etapas -casi siempre correspondiendo a alguno de los tres deseos- se separan por proyecciones que muestran a los personajes camino a la fiesta en el metro, excepto en el caso de la hipocondríaca que camina calles por temor a los contagios del transporte, aunque todos arribarán a la misma verja que es la entrada a la supuesta casa del festejado.

Gaspar hace que a veces los actores se dirijan al público, no apresura ningún instante y contrasta los diferentes ritmos, desde el muy moroso de la caricia que hace la actriz caribeña en el cuerpo de Valdés Kuri, al que ha despojado de la bata y la trusa dejándolo desnudo y agotado en el rincón al que lo arrastra, los lentos caminares en metro y calles de los videos, o los tiempos muertos en que los personajes ejecutan acciones que parecen de danza butoh, hasta los muy frenéticos de las discusiones, los golpes, los rasquidos casi bailados, las entradas y salidas de los personajes por las cuatro puertas en el momento de la discusión, que se antojan de película cómica muda, o los rápidos movimientos de quienes ofrecen productos, cada vez más delirantes, al cumplir el tercer deseo, para culminar en el lento tedio de fin de fiesta y despedida en que parecen olvidados arrebatos y rencores. Puede no ser lo mejor de la autora o del grupo, pero es un experimento muy interesante, propicio para el público universitario.

 
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