Primitivo Rodríguez Oceguera*

El poder político de los migrantes

Una percepción generalizada entre analistas y académicos es que el bajo número de ciudadanos mexicanos que solicitaron su ingreso al padrón de electores en el extranjero (54 mil 780) demuestra que el voto no interesa a los migrantes, y que sus prioridades son otras, como indican las marchas sin precedente que tienen lugar a lo largo y ancho de Estados Unidos.

La regularización migratoria o una tarjeta verde, se dice, importa mucho más en la vida del indocumentado que un voto para elegir al presidente de México, país que ya dejaron y al que la gran mayoría no regresará a buscar fortuna. Por otra parte, si de hacer política se trata, reditúa más a los migrantes ejercerla en Houston o California que en Ixtlán de los Hervores o Zacatecas.

Quienes sostienen lo anterior ignoran la realidad trasnacional de los migrantes, esto es, que son de aquí y de allá, que como trabajadores, estudiantes, académicos, profesionistas y empresarios su vida e intereses se ven afectados por lo que ocurre en su país de origen y el de residencia, y que representan no un sector de la población que "ya se fue", sino el carácter sin fronteras de la nación mexicana.

De ahí que la lucha por dignidad y derechos en Estados Unidos -la principal demanda para los gobernantes de ese país- y por derechos políticos -la demanda más importante ante las autoridades mexicanas- sean movimientos que se complementan. Incluso, los liderazgos y redes organizativas de ambos movimientos se cruzan y entrelazan.

En términos políticos, las manifestaciones de cientos de miles de migrantes en distintos estados han tenido fuerte impacto en la Casa Blanca y el Capitolio, y jugarán este año un papel crucial en la elección de legisladores al Congreso estadunidense.

A su vez, el ejercicio del sufragio en el exterior representa la entrada del pueblo migrante a la política mexicana, al juego de la institucionalidad democrática. Por ello, el sufragio extraterritorial viene acompañado de importantes demandas, como son la integración de mexicanas y mexicanos en el extranjero al Congreso de la Unión, la inclusión del tema migratorio en los debates de los candidatos a la Presidencia, y la elaboración de una política de Estado en ese rubro.

Votar en México para presidente de la República y marchar en el país vecino por dignidad y derechos son muestras del potencial político de una migración que por su número y alcance geográfico en ambos países está originando el mayor cambio social y cultural que Estados Unidos haya experimentado desde la Guerra Civil en el siglo XIX, y México desde el movimiento revolucionario del siglo XX.

En este sentido, portar banderas mexicanas y estadunidenses al igual que pancartas escritas en español e inglés durante las marchas, particularmente en las realizadas por los admirables estudiantes, no es muestra de dobles lealtades políticas o amenazas al "ser anglosajón" de Estados Unidos, sino que revela a una nación que enfrenta, como en el movimiento por derechos civiles de los afroestadunidenses y chicanos, la oportunidad de reafirmar su condición de sociedad multirracial y "país de migrantes."

Sin embargo, como todo cambio profundo y de abajo hacia arriba, el crecimiento sin paralelo de la población latina y las marchas de estos días agudizan sentimientos antimigrantes que pueden llevar a acciones violentas. Este serio riesgo debe prevenirse fortaleciendo en las escuelas y las calles el sentido pacífico y reivindicativo de las manifestaciones.

Ha surgido ya el poder político de los migrantes. No son braceros para el otro lado y productores de remesas para éste, sino que constituyen una comunidad sin fronteras cuya participación es indispensable para el buen gobierno de México y Estados Unidos.

¿Entenderán los candidatos a la Presidencia y sus partidos lo que significan la migración, las marchas por la dignidad migrante y el voto en el exterior para el futuro de México?

* Miembro fundador de la Coalición por los Derechos Políticos de los Mexicanos en el Extranjero y asesor del IFE para el voto en el exterior