Usted está aquí: martes 4 de abril de 2006 Opinión Felguérez y Rojo

Teresa del Conde

Felguérez y Rojo

Estos artistas de la Ruptura coinciden en una muestra de cámara presentada en el Fondo Cultural CAD, edificio de cinco pisos anexo a la Hacienda de los Morales, donde existe un espacio tipo galería-bar, la galería Croquis, propicio para este tipo de muestras. Hay una dificultad de visión, debido a que el ámbito, aunque generoso por su formato, tiene su frente longitudinal justo en la fachada, dotada de amplias ventanas sobre las que se ideó el método para ubicar las pinturas de Manuel Felguérez, montadas sobre bastidores de tela negra, un poco traslúcida, que pretende, sin lograrlo del todo, paliar el efecto de contraluz.

En una mañana nebulosa, esto no ofrece gran inconveniente, pero sí en estos días soleados de primavera, cuantimás que a estas pinturas no les conviene nada el negro como fondo, cosa que puede calibrarse si se recuerda la pasada exhibición de este artista en la Galería López Quiroga. Se diría que las pinturas ahora exhibidas siguen la misma tónica, excepto por el color.

La denominación que las reúne, Tiempo de cambio, más que nada tiene que ver con tal condición. En Reflejo hay un paralelepípedo que parece doblado por la mitad (no lo está, pero produce ese efecto) en el que metió un color azul turquesa desleído que juega con cierta forma semejante al estuario de un río visto en picada, que penetra en una masa de tono terroso. Como contrapeso ostenta un grafismo rojo, de tipo escritural. En todos estos cuadros de reciente factura hay efecto de forma-fondo, Felguérez parece recuperarse a sí mismo, pero bajo tónica muy distinta a la que caracterizó sus trabajos de los años 50 tardíos, anteriores a El espacio múltiple.

Debo decir que algo me incomodó en extremo: varias cajas grandes, posiblemente empaques, se apilaban cerca de uno de los cuadros, imposibilitando su visión. De este conjunto felguereziano, la mejor pieza quizá sea Roca, por el virtuosismo cromático. En él hay dos formas rectangulares color malva invadidas o tachadas por manchas y bandazos carmín oscuro. Un cuadro muy efectivo. Sigue persiguiendo los contrastes netos de claroscuro, pero ahora introduce -con dosis pequeñas- algunos contrapuntos como el amarillo dorado, casi incandescente que se percibe en Concéntrico.

Los cuadros de Vicente Rojo forman parte del rubro Escenarios primitivos. El pareciera regresar, no a sus propios orígenes, sino a los elementos básicos de una geometría irregular, dotada de ciertas características simbólicas, cosmogónicas, como pudieron haberlo sido las formas célticas antiguas.

Son piezas muy objetuales, en tanto ofrecen varios planos, no simulados, sino realmente practicados, mediante adherencias que configuran bajorrelieves o planos anteroposteriores con procedimiento collage. No les dio títulos individualizados, sino sólo números. En el 10 hay 14 ''pastillas" o fichas redondas, siguiendo trayecto en estricta horizontal, esta fila se repite 11 veces y se interrumpe en la doceava fila, con objeto de dar lugar a un cuadrilátero planteado como rombo que es penetrado en su parte inferior por un círculo. El sentido cósmico y la idea del eclipse es patente en varias de estas composiciones, todas de colores asordados que parecen emitir destellos sobre un espeso revoque grisáceo y a la vez brillante, como si se tratara de asfalto a veces modelado y otras ahuecado, tratado con sustancias que crean efectos tornasolados.

La galería Croquis convive en el quinto piso del edificio con espacios dedicados a muebles y objetos de diseño contemporáneo y se diría que esa opción es positiva, en tanto uno puede imaginar las piezas de ambos artistas en combinación con los nítidos display, que allí pueden verse. Tal vez esa sea la intención del curador, Isaac Masri, y de los patrocinadores de la muestra, la que según se me dijo, inicialmente iba a incluir a Joy Laville y Brian Nissen, pero el espacio afortunadamente no lo permitió (porque la muestra hubiera pecado de abarrotamiento), así que una y otro integrarán la próxima exposición.

Se colocaron unos tableros con textos que de algún modo pretenden introducir al espectador a lo que se enfrenta. El de Vicente corresponde a Jaime Moreno Villarreal, de quien entresaco las frases siguientes: ''se diría que ejecuta un rito primitivo (...) se diría en un parpadeo que arroja semillas como un campesino al surco".

El de Manuel fue escrito por Arnoldo Kraus y me provocó sorpresa la siguiente frase: ''sus imágenes son etéreas e inasibles (...) carecen de tiempo" (es decir, durarán más que su autor, lo cual es cierto, pero yo sí las considero ''asibles", así sea sólo mediante una visión que permite aprehenderlas hasta en sus detalles mínimos).

 
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