Usted está aquí: martes 4 de abril de 2006 Opinión Conjetura

José Blanco

Conjetura

En las campañas por la Presidencia de la República predominan los ataques y los insultos que se asestan los candidatos entre sí, desbarajuste político en el que se involucra obstinadamente el presidente Fox. Es probable que este aserto sea uno de los mayores consensos entre los electores.

Según la consulta Mitofsky de marzo, los ciudadanos redujeron su preferencia por el candidato López Obrador, al pasar de 9.6 puntos sobre Calderón en febrero, a 6.9 puntos en marzo. AMLO pierde dos puntos, que ganan Calderón y Madrazo.

Como siempre, la fotografía de un cierto momento del sentir electoral admite sin duda lecturas diversas. Según Mitofsky, "es difícil encontrar un solo evento que explique este comportamiento, por lo que simplemente podemos consignar los ataques insistentes hacia el candidato López Obrador que se registran en las campañas, destacando la comparación que el PAN en un espot hizo (y continúa haciendo: JB) de él con el presidente venezolano al criticar al presidente Fox". Calderón no sólo ha incluido en un espot la voz de Hugo Chávez, también le ha lanzado continuas descalificaciones, llegando al extremo de llamar mariguanadas algunas de las propuestas de AMLO.

No debiéramos olvidar tampoco los continuos espots con descalificaciones, retos y ofensas de Madrazo también a López Obrador ni los respectivos de AMLO a sus adversarios, destacando el nefasto -en primer lugar para sí mismo-: "cállate, chachalaca".

Que las tendencias de la consulta cambien debido a ofensas, descalificaciones, insultos y demás preciosidades de la cortesía política es una enorme desgracia para este país zambullido en el subdesarrollo: una proporción quizá significativa de los electores tomarán su decisión final basados en las imágenes creadas por esta clase de intervención de los candidatos.

Por lo pronto, algunos de los efectos del estilo de las campañas son: la baja relativa de AMLO, el pequeño avance de sus rivales, el sentido de no identidad con ningún partido, que pasó de 36.3 por ciento en enero a 41.2 y a 43.7 por ciento en febrero y marzo, respectivamente; la proporción de 22.8 por ciento que alcanzan aún los indecisos (quienes no saben por qué candidato votarán, más los que dicen saber pero podrían cambiar de opinión), y la proporción de quienes definitivamente no votarán, que pasó de 36.9 a 38.7 por ciento de febrero a marzo. Es decir, el abstencionismo va ganando la partida a AMLO, debido al estilo de los candidatos en campaña.

Puede leerse también en las cifras de Mitofsky, al lado de un conjunto de otros signos que la cotidianeidad nos va mostrando, la tendencia a una polarización política análoga a la de 2000.

En ese año, para una proporción significativa, los electores votaron a favor del PRI o en contra de éste; es decir, votaron por cualquier partido que no fuera el PRI, y ése no era un voto a favor de éste o aquel partido, sino un voto contra el Revolucionario Institucional. Esa polarización produjo un gobierno dividido que, en combinación con una institucionalidad política perteneciente a un régimen político ya inexistente, fue incapaz de producir decisiones de alcance mayor para el de-sarrollo. Generó, sí, no pocos desaguisados, como la ley Televisa, y conformó un régimen de empresarios para empresarios, con claros y oscuros, como todos los gobiernos, donde los oscuros oscurecieron a los claros: estancamiento económico, desigualdad creciente, ausencia de una reforma educativa para el desarrollo, inversión para investigación y desarrollo a la baja, y sume usted lo que le conste.

Si la polarización continúa avanzando, tendremos en julio una votación a favor o contra AMLO, más allá de los votos duros, que vaya usted a saber cuánto han cambiado en el último sexenio en el que los tres partidos mayores han sufrido fracturas y desencuentros internos al por mayor.

No se ha tenido en cuenta, de otra parte, que en febrero Calderón estaba 2.3 puntos por encima de Madrazo y que la distancia se acortó, porque en marzo el candidato del PAN está sólo 1.8 puntos arriba. No hay duda de que habrá una recomposición de las preferencias del voto si Madrazo logra sobrepasar a Calderón.

Una hipótesis: si las tendencias se conservan grosso modo como van, es posible que una parte de quienes hoy dicen que votarán por el PRI probablemente prefieran votar por el PRD, el candidato puntero; son los electores que no quieren al PAN a ningún precio (hoy son 17.4 por ciento de quienes dicen que sí votarán); ello ampliaría la ventaja de AMLO sobre Calderón. Pero si el PRI se ubica por encima de Calderón es probable que una parte de quienes dicen hoy que votarían por el PAN, viendo que su candidato cae a la tercera posición, acaso voten por el PRI. Son los electores que no quieren a AMLO a ningún precio (hoy son el 16.4 por ciento de quienes dicen que sí votarán, y que tal vez aumentarían sustantivamente). En este caso la distancia entre el PRI y el PRD se vuelve sumamente incierta. Así de claro.

 
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