Usted está aquí: domingo 2 de abril de 2006 Opinión EJE CENTRAL

EJE CENTRAL

Cristina Pacheco

En el país de las remesas

En el estado de San Luis Potosí se encuentra el municipio de Cerritos. En conjunto, los nombres de sus comunidades describen el paisaje semidesértico: Joya de Luna, Derramaderos, Ojo de Agua, Gavilán, Cerros Blancos, Mezquites Grandes, Mezquites Chicos, Biznaga. La agricultura, la ganadería y el comercio fueron sus principales actividades hasta 1970, año en que el padre Roberto se ofreció a tramitar visas para quienes se interesaran en ir a Estados Unidos en calidad de trabajadores temporales. Aceptaron muchos cerriteses, sobre todo los más necesitados.

Mandar dinero

Durante los seis u ocho meses de estancia allá, los emigrantes se mantenían en contacto telefónico y enviaban las divisas por giro telegráfico o con paisanos que regresaban a su tierra natal.

Treinta y seis años después la frontera se ha cerrado y, sin embargo, la emigración no ha cesado. De los 25 mil habitantes de Cerritos y sus comunidades, 10 mil viven en Estados Unidos, concretamente en Chicago, Houston y Los Angeles, además de una minoría que radica en Canadá. Regresan en dos fechas señaladas: en diciembre, para asistir a la Feria del Paisano y celebrar la Navidad con sus familias, y en junio, para la Feria Regional Cerritense, que coincide con las fiestas patronales dedicadas a San Juan Bautista.

Este será el tercer año en que don Rosendo Díaz presida los festejos. Originario de Cerritos, nunca ha sentido atracción por Estados Unidos, el país del que hoy depende en 80 por ciento la economía de su comunidad:

"Cada vez hay más cerritenses que dejan a sus familias y abandonan la tierra para irse a Estados Unidos. Aquí vienen los polleros a recogerlos y se los llevan hasta el otro lado en vehículos pequeños, coches o camionetas. Por todo el servicio les cobran mil dólares. Es mucho dinero. Se lo piden a los agiotistas, que les cobran entre 10 y 15 por ciento de intereses mensuales. Algunos no pagan esa cuota porque ya tienen familiares en Estados Unidos y ellos se encargan de hacer el trato directo con el pollero. Cuando los que van llegando consiguen trabajo, lo primero que hacen es pagarles la deuda a sus hermanos o sus primos, y mandarle algo de dinero a la familia que se quedó en Cerritos.

Lluvia es destino

La atracción por los dólares no es, desde luego, el único incentivo para que los cerritenses abandonen sus tierras:

"No tenemos industria. El comercio se ha desplomado porque cada día hay menos gente y, por lo mismo, ha disminuido el número de consumidores. Nuestra agricultura es de temporal. Sólo Mezquites Grandes y Mezquites Chicos tienen sistema de riego y nuestra presa está en Ojo de Agua.

Con el cambio climático las lluvias se retrasan cada vez más. Antes comenzábamos a sembrar en febrero. Este año no ha llovido y las siembras están muy retrasadas. Todavía podemos sembrar en mayo o en abril, pero corremos el riesgo de que las granizadas o las heladas acaben con las cosechas. La producción no es suficiente para alimentarnos, y lo que ya no producimos tenemos que comprarlo en San Luis Potosí".

Las mujeres aún regresan; una minoría entre los cerritenses que emigran. La mayor parte son hombres, que encuentran trabajo en el campo o en la industria de la construcción. Por tanto, según don Rosendo, la economía de la comunidad depende también de la lluvia en Estados Unidos:

"Si llueve, los coterráneos que se dedican al campo tienen trabajo, pero quienes prestan sus servicios como albañiles enseguida lo pierden porque las obras se suspenden. Dejan de llegarnos las divisas. Las familias se ven afectadas y eso se refleja en el comercio".

La emigración ha significado el abandono de la agricultura y, en cambio, ha fortalecido a la industria de la construcción:

"Con los dólares que reciben las familias hacen casas o agrandan las que ya tienen. Por eso aquí los negocios más fuertes son los que se dedican a la venta de materiales: hay 12 o 15 grandes y otros pequeños. El resto de los comercios se dedica a la venta de alimentos, calzado y varios. Todos dependen de las remesas".

Otro efecto negativo de la emigración es el deterioro de la familia que, según don Rosendo, en Cerritos es menos acentuado que en otras partes:

"Los hombres casados que se van dejan a sus hijos mayores a cargo de la familia. Los muchachos que asumen esa responsabilidad y no encuentran ocupación aquí se van a la comunidad de Montaña, donde está la Cementera Moctezuma. Allá trabajan de lunes a viernes jornadas de doce horas, de siete de la mañana a siete de la noche, pero tienen la ventaja de que los sábados nada más laboran medio turno y descansan todo el domingo. El trabajador del campo no tiene este privilegio".

Injusticia binacional

Cerritos se prepara para recibir a los emigrantes, que llegarán con motivo de la Feria Regional Cerritense:

"En esta temporada vienen sobre todo los jóvenes. Muchos hacen el trayecto en sus cochecitos o en sus camionetas. El viaje desde Estados Unidos es largo y fatigoso. Para colmo, en el trayecto con frecuencia sufren el hostigamiento de algunos policías que, con un pretexto o con otro, les quitan su dinero.

"Muy pocos se atreven a denunciar estos abusos. La mayoría no lo hace porque sabe que no servirá de nada o no quieren perder el poco tiempo de que disponen haciendo trámites. Lo malo es que cuando regresan a Estados Unidos se llevan esa mala impresión de su tierra, y no es justo, sobre todo después de lo que hacen por nosotros".

Cuando termina la feria, la comunidad vuelve a su ritmo habitual, marcado por las campanas de la parroquia de San Juan Bautista y de las capillas de sus siete barrios: Nuestro Padre Jesús, Nuestra Señora de Guadalupe, San Juan, Santa Cruz, San Antonio y Francia. Entonces don Rosendo comienza los preparativos para la Feria del Paisano en diciembre:

"Es la época en que viene más gente. Los miembros de las familias que trabajan en diferentes estados norteamericanos, aprovechan para reunirse aquí y recuperar los sabores de la región. Alrededor de la plaza principal se ponen puestos de dulces, panes -ponteduro, chancaquilla y cochinitos de piloncillo- y artesanías. Aquí son pocas, pero tienen fama los objetos tejidos de palma y los comales de barro".

Para explotarlos más

Ante el abandono del campo, la falta de industria y el decaimiento del comercio aumenta el número de cerritenses que cruzan la frontera:

"Es triste ver que cada día se van de aquí más personas, familias enteras. Muchas no regresarán. Si acaso vuelven lo harán como los que se fueron antes: después de haberle dado toda su capacidad de trabajo al vecino país del norte, cuando ya estén viejos y piensen en pasarse el resto de su vida comiendo de sus ahorros o de lo poco que pueda rendirles un negocito, una tienda".

Enterado de las leyes antimigrantes y de las enormes movilizaciones de estos días para protestar contra su posible aplicación, don Rosendo reflexiona:

"La necesidad de las personas de sobrevivir no se detiene ante brechas ni muros ni leyes. La gente que emigra en busca de un futuro no es delincuente: considerarla así es injusto y va contra los derechos humanos. El que abandona su tierra y su familia no lo hace por gusto, sino porque no tiene otra alternativa. Es triste que en Estados Unidos no los comprendan y quieran limitarles el paso a los trabajadores, ya sean de México o de otros países.

"Casi todos los estados de la República dependen de las divisas. A nosotros, en San Luis Potosí, más concretamente en Cerritos, nos afectaría mucho que a nuestros paisanos les impidieran trabajar en Estados Unidos, porque nuestra economía -que, insisto, depende en un 80 por ciento de la las divisas- se iba a deteriorar aún más.

"Pero viéndolo bien, si las leyes antimigrantes llegaran a aplicarse, también los norteamericanos se verían afectados. La gente que se va para allá brinda mano de obra muy buena y muy barata. El día en que no haya, por ejemplo, albañiles mexicanos que construyan las obras, los contratistas tendrán que llamar a los trabajadores norteamericanos, que les cobrarán más por la misma jornada de trabajo. Ellos deben saberlo, pero no les conviene decirlo porque así tienen a los inmigrantes en un puño y pueden exprimirlos más".

 
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