Usted está aquí: domingo 2 de abril de 2006 Espectáculos La prueba

Carlos Bonfil

La prueba

"El riesgo mayor es no correr ningún riesgo". Esta premisa publicitaria es prólogo y precepto moral del largometraje de John Madden, La prueba (Proof), según la obra teatral homónima de David Auburn, adaptada para la pantalla por el dramaturgo y por Rebecca Miller. En la versión fílmica, el naufragio en la demencia de un talentoso profesor de matemáticas y su compleja relación con su hija de 27 años, se beneficia del recurso ingenioso a saltos temporales, a desplazamientos urbanos y a una serie de ocurrencias fantásticas ausentes en la obra original y que aquí agilizan notablemente el relato. Un hallazgo es la presencia del profesor (Anthony Hopkins) hablando de su muerte ("aneurisma a los 63 años), evocando también, frente a su hija Catherine, (Gwyneth Paltrow) el estado de demencia que lo acompañó durante tres décadas y media, con esporádicas remisiones de lucidez completa que habría aprovechado para cimentar su reputación académica e instruir científica y moralmente a su hija predilecta.

El recurso narrativo, no exento de humor, semeja al de la exitosa serie televisiva Six feet under, de Alan Ball, donde un padre irrumpe desde el más allá en la vida cotidiana de sus seres cercanos. En La prueba hay una atmósfera de encierro, la experiencia límite de dos seres que mediante la obsesión por las matemáticas intentan conjurar la fatalidad de la demencia para mantener vivo también el contacto afectivo. Como el relato comienza cuando el padre ha muerto, el espectador asiste en realidad a un recuento retrospectivo, en flashbacks discretos y eficaces, de la relación filial, contrastándolo con el presente de la protagonista y su difícil comunicación con su amante Hal (Jake Gyllehaal) y su hermana Claire (Hope Davis). El también director de Shakespeare enamorado (donde Paltrow es Viola de Lesseps) centra su atención en el personaje de Catherine, dividida entre su talento profesional, su lealtad al padre y su pánico a heredar el desvarío mental; incapaz de vivir consistentemente una relación amorosa, ya por sus altas exigencias morales, genialidad precoz o su desconfianza instintiva; incapaz también de ceder al chantaje sentimental de la mundana y práctica Claire, decidida a reubicarla en la vida activa o, en caso necesario, en una clínica siquiátrica. Paltrow transmite de modo notable la confusión moral de la joven asediada y en estado permanente de duelo. Esta capacidad histriónica la ensayó anteriormente en Sylvia (2003), de Christine Jeffs, con el personaje de Sylvia Plath, la poetisa suicida. Aquí, al lado del veterano Anthony Hopkins la mancuerna es perfecta. Algo parecido a la relación entre la escritora Iris Murdoch (Judi Dench), víctima de Alzheimer, y su esposo, en Iris (2001), de Richard Eyre. En La prueba, padre e hija enfrentan el colapso de la razón en un mundo profesional compartido, las matemáticas, donde esta facultad es absoluta y la desaparición de uno entraña, de algún modo, el irrefrenable naufragio del otro. Una posibilidad de salvación es la fuerza superior de la obra intransferible, esa prueba del título (en rigor, una demostración matemática diseñada para explicar la veracidad de un teorema) que sobrevive en un libro de apuntes y que podría romper el duelo y culpas de la sobreviviente. En la comedia de los años 90 Si yo hubiera.. (Sliding doors) Paltrow debía enfrentar la posibilidad de una vida distinta dictada por el azar. En La prueba, una posible fatalidad genética y la larga convivencia con un padre entre la lucidez y el desvarío, colocan a Catherine ante el reto de dos formulaciones simétricas y antagónicas igualmente válidas que decidirán su vida profesional y afectiva. En esta historia, el realizador gana la partida dinamizando la propuesta teatral y matizando, con humor, las convenciones del melodrama.

 
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