Usted está aquí: jueves 30 de marzo de 2006 Opinión Tres años miserables

Miguel Marín Bosch*

Tres años miserables

Aunque parezca increíble, por estas fechas se cumplen tres años de lo que fue una rápida invasión y lo que ha sido una prolongada ocupación de Irak por Estados Unidos y sus cada vez menos aliados. Pocos pensaron que la guerra contra Saddam Hussein durara tan poco, apenas dos meses. Nadie pronosticó que la ocupación resultara tan complicada y larga, tres años y sigue.

A una pregunta de la prensa, Tony Blair (que pronto dejará de ser primer ministro) dijo hace unos días que "Dios y la historia" juzgarán su decisión de enviar tropas británicas a Irak en 2003. Al parecer no perdió la calma.

En cambio el presidente George W. Bush no tuvo suerte. Hace una semana concedió una de sus raras conferencias de prensa (fue apenas la segunda del año). Bush perdió los estribos cuando una reportera insistió en que revelara las verdaderas razones que lo impulsaron a invadir Irak. La reportera, Helen Thomas, no es santo de la devoción de Bush. En pasadas conferencias de prensa había evitado que le formulara preguntas. En esta ocasión sí le dio la palabra.

El intercambio fue el siguiente:

Bush: -Helen.

Reportera: -Señor presidente, se va a arrepentir [de darme la palabra]... Su decisión de invadir Irak ha causado la muerte de miles de estadunidenses e iraquíes... Cada razón aducida, cuando menos en público, ha resultado ser falsa. Mi pregunta es, ¿por qué quiso usted ir a la guerra?... ¿cuál fue su verdadera razón? Usted ha dicho que no fue el petróleo... ni Israel. ¿Cuál fue la razón?

Bush: -Con todo respeto creo que su premisa es errónea... Pensar que yo quería ir a la guerra es completamente falso, con todo respeto...

Reportera: -Todo...

Bush: -Espérese un momento, por favor.

Reportera: -Todo lo que he escuchado...

Bush: Perdóneme, perdóneme. Ningún presidente quiere una guerra. Quizás lo que ha oído va en ese sentido, pero simplemente no es cierto. Mi actitud acerca de la defensa de este país cambió el 11 de septiembre. Cuando nos atacaron prometí en ese momento echar mano de todo lo que estuviera a mi alcance para proteger al pueblo estadunidense. Helen, ese día cambió nuestra política exterior. Usted sabe que antes pensábamos que nuestra seguridad estaba protegida por los océanos y nuestra labor diplomática anterior. Pero el 11 de septiembre de 2001 nos dimos cuenta de que asesinos podían destruir vidas inocentes. Y nunca se me olvidará. Y no olvidaré la promesa que hice al pueblo estadunidense de hacer todo lo posible para proteger a nuestro pueblo. Parte de ello fue que deberíamos asegurarnos de que nadie protegería al enemigo. Y esa fue la razón por la nos metimos en Irak. Un momento, permítame un momento...

Reportera: Pero ellos [Irak] no le hicieron nada a usted ni a nuestro país.

Bush: Mire... discúlpeme por un segundo, por favor. Discúlpeme por un segundo. Sí lo hicieron. Los talibanes protegieron a Al Qaeda. Ahí es donde entrenaron...

Reportera: -Estoy hablando de Irak...

Bush: -Helen, discúlpeme. Ahí es... Afganistán los protegió. Ahí es donde se entrenaron. Ahí es donde conspiraron. Ahí es donde planearon los ataques que mataron a miles de estadunidenses inocentes. También vi una amenaza en Irak. Tenía la esperanza de resolver este problema por la vía diplomática. Por eso fui al Consejo de Seguridad; por eso fue importante la aprobación de la resolución 1441, que se adoptó por unanimidad. Y el mundo dijo desármense, dígannos lo que tienen, o habrá serias consecuencias...

Reportera: -Una guerra...

Bush: -Y así fue como trabajamos con el mundo. Nos esforzamos para que Saddam Hussein escuchara el mensaje del mundo. Y cuando se negó a que entraran los inspectores, cuando no quiso decirnos lo que tenía, entonces tuve que tomar la difícil decisión de derrocarlo. Y lo hicimos, y como resultado hay más seguridad en el mundo.

Reportera: -Muchas gracias, señor secretario Rumsfeld.

La ironía del comentario de despedida de Helen Thomas no escapó a nadie.

Hoy muchos analistas afirman que la ocupación de Irak está degenerando en una guerra civil. Algunos abogan por una solución política que convierta al país en una federación basada en grupos religiosos.

Hace 15 años, la superioridad tecnológica en el renglón militar fue determinante en la guerra del Golfo para sacar a Irak de Kuwait. Esa batalla se libró en el desierto. A control remoto y con armamento convencional altamente tecnificado, no fue difícil derrotar a un ejército que, se nos dijo, era el cuarto del mundo. Hoy la guerra se libra en ciudades. La ventaja en términos militares se reduce o se neutraliza.

La aventura de Estados Unidos en Irak ha sido (y sigue siendo) muy cara. Nadie sabe cuánto les ha costado a los estadunidenses que pagan impuestos. Hasta ahora la cantidad autorizada por el Congreso en Washington asciende a más de 250 mil millones de dólares, es decir, arriba de 220 millones diarios. Dicho de otra manera, Estados Unidos ha venido gastando semanalmente en la guerra y ocupación de Irak el equivalente del presupuesto ordinario anual de Naciones Unidas.

Peor aún, la invasión y ocupación de Irak ha cobrado muchas vidas, en su vasta mayoría civiles. Hace guerras que nos hemos acostumbrado a sumar más víctimas civiles que militares. Esto no ocurrió antes de la Segunda Guerra Mundial. Han perecido más de 40 mil iraquíes.

Estados Unidos dice que han muerto más de 2 mil de sus efectivos, casi todos en combate. Se calcula que ha habido casi 20 mil heridos, aunque hay organizaciones no gubernamentales que dicen que el total más bien se acerca a los 50 mil. Es un triste capítulo de la historia de Estados Unidos y un trienio miserable para los iraquíes.

* Director del Instituto Matías Romero y ex subsecretario de Relaciones Exteriores

 
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