Usted está aquí: jueves 30 de marzo de 2006 Opinión Los documentos de la fiscalía

Carlos Montemayor /III

Los documentos de la fiscalía

Regresemos brevemente a los informes de inteligencia militar relacionados con el conflicto mexicano de 1968, desclasificados por el gobierno de Estados Unidos en 1998. Algunos de ellos ilustran la importancia que ciertos documentos pueden adquirir ulteriormente para investigaciones distintas o en contextos diferentes.

En un largo telegrama del Departamento de Estado, preparado por la sección 2 de México de 1968, identificado como 07514, se afirma que el 2 de octubre, en Tlatelolco, "la evidencia preponderante parece indicar que los primeros disparos ocurrieron en o desde los departamentos del edificio Chihuahua. Si éstos los hicieron los estudiantes o los agentes de seguridad vestidos de civil en los edificios, continúa siendo un punto en disputa. ...Quizás la cuestión de quién disparó primero nunca será resuelta y sólo tiene un interés académico." Los analistas estadunidenses acertaron en un punto y se equivocaron rotundamente en otro: en creer que nunca sería resuelto este asunto y que sólo tendría interés "académico".

En efecto, los disparos se iniciaron desde el edificio Chihuahua; así aparece en el material fílmico disponible. Por ese material advertimos en el Canal 6 de Julio el parpadeo de los fogonazos producidos por la descarga que inicia la agresión contra la multitud concentrada en la plaza. El resplandor de los tiros se puede observar claramente, con el ritmo de la descarga, en una ventana del segundo piso: es la segunda a partir de la columna de concreto en que termina la terraza del tercero. Visité el sitio exacto. Se trata de la estancia del departamento 209 de la entrada C del edificio Chihuahua.

Esta escena, que aparece en el minuto uno con 53 segundos del documento fílmico editado por la Secretaría de la Defensa, en 1993, es reveladora, pues demuestra que en el edificio Chihuahua comenzó la agresión contra la multitud. No será imposible saber quién ocupaba ese departamento 209 de la entrada C no solamente el 2 de octubre de 1968, sino una semana antes, como indica en sus papeles el general García Barragán. Pero también así es fácil entender por qué fue preciso el ex secretario de la Defensa al afirmar que el batallón Olimpia ocupó un departamento en el cuarto piso y dos en el tercero del edificio mencionado. ¿Sabía ya que había empezado el tiroteo en el segundo y que el Estado Mayor Presidencial ocupaba ese departamento y otros más que no eran precisamente los del batallón Olimpia?

Por otra parte, ¿dónde se encuentran las 22 horas de filmación de esa tarde en Tlatelolco? El Ministerio Público Federal, por medio de la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femospp), debía considerar como tarea imprescindible localizar ese material para aclarar los sucesos del 2 de octubre.

Por Servando González y Cuauhtémoc García Pineda sabemos que las instrucciones para filmar provinieron de la Secretaría de Gobernación y la Presidencia de la República. Sabemos también que los 120 mil pies de cinta de filmación se procesaron en los Estudios Churubusco. Un militar llevó ahí el material fílmico y se retiró cuando el proceso de revelado del negativo y la producción de la única copia terminó. Pregunté si acaso se trataba de un oficial del Estado Mayor Presidencial o de la Secretaría de la Defensa. Imposible saberlo. Era un militar. El y sus ayudantes se llevaron el material.

Por declaraciones tempranas del general Crisóforo Mazón Pineda sabemos que el Ejército permaneció en la plaza de Tlatelolco del 2 al 7 de octubre. Imposible no advertir después del tiroteo la salida de cámaras y latas de película de los edificios. Excepto de uno: del edificio de Relaciones Exteriores.

Según Servando González había seis cámaras. Afirma que tres de ellas se instalaron en el piso 19 del edificio de Relaciones Exteriores. Sumemos a éstas la cámara que estuvo emplazada en los edificios del ISSSTE. Cuatro. ¿Dónde estuvieron las dos restantes, en caso de que hubieran sido seis? Esas tuvieron que ser interceptadas por el Ejército. En cambio, las emplazadas en el edificio de Relaciones Exteriores las sacó Servando González, y personalmente entregó este material fílmico al secretario de Gobernación.

Ahora bien, los pocos minutos que conocemos de escenas filmadas el 2 de octubre de 1968, fuera del documental que la Secretaría de la Defensa editó y difundió en 1993, provienen precisamente de las cámaras que estuvieron fuera del cateo del Ejército, es decir, del piso 19 de la torre de Relaciones Exteriores. ¿Cómo explicar esto? ¿Quién o quiénes han estado filtrando de manera selectiva, no erráticamente, los casi nueve minutos conocidos de las más de 22 horas filmadas? ¿Civiles, militares, investigadores? ¿Qué vio Servando González mientras estuvo filmando el tiroteo en la plaza de Tlatelolco?

Lo que muchos ciudadanos mexicanos hemos querido significar con el concepto "abrir los archivos de 1968" se relaciona muy estrechamente con la ubicación y recuperación de este material fílmico básico. Se trata de una tarea concreta, específica y, sobre todo, posible, que demuestra que las funciones de investigación de la fiscalía especial aún no han concluido.

En la parte final de sus documentos, el general Marcelino García Barragán escribió lo siguiente: "La Historia se escribe a largo plazo y la verdad resalta cuando, con el tiempo, se serenan las pasiones." Al general le preocupó el "juicio de la historia", ciertamente. Lo consignó en varios momentos. En 1975, en cartas confidenciales a jefes militares que estuvieron bajo su mando en octubre de 1968; el 10 de agosto de 1976, en otra dirigida al general Alfonso Corona del Rosal. Pero la historia que se escribe a largo plazo no se escribe sola. Es una actividad concreta de individuos concretos. No se escribe sola, así es: la escribimos todos.

Los documentos y revelaciones del general García Barragán deben ser cotejados y ampliados de diversas maneras. Una de ellas, con la ubicación y recuperación del material fílmico perdido. En cuanto a la misión "pacífica" del batallón Olimpia y los criterios con que se integraron sus efectivos, documentos del entonces coronel Ernesto Gutiérrez Gómez Tagle, del capitán Careaga y del capitán Fernando Gutiérrez Barrios tendrían mucho que confirmar, aclarar o añadir. Sobre las lagunas del parte militar rendido el 2 de octubre a propósito de la operación Galeana, nuevos documentos del general Mazón Pineda podrían proporcionar importante ayuda. Agreguemos en este punto el papel desempeñado por el general Mario Ballesteros Prieto, en ese momento jefe del Estado Mayor de la Secretaría de la Defensa, de actitud ambiguamente peligrosa, según la información de los servicios de inteligencia estadunidenses.

Muchos documentos oficiales, veraces o intencionalmente falseados; muchos testimonios de familiares o de sobrevivientes, precisos o confusos, útiles o aparentemente vagos, han revisado, registrado, reunido, analizado y corroborado los investigadores de la fiscalía especial en los años recientes, desde la noche de Tlatelolco hasta la guerra sucia.

Además de esta documentación, útil para investigaciones presentes y futuras, habrá expedientes necesariamente valiosos para los familiares de desaparecidos, en particular porque entre los objetivos de la fiscalía se encontraban el de establecer la verdad y el de otorgar reparaciones a las víctimas, aspectos que tampoco se han cumplido a cabalidad.

En otras palabras, la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado podrá desaparecer por razones políticas o administrativas, pero no por haber cumplido ya con sus objetivos. Esto provocará mañana otras respuestas nuevas o reiteradas en la sociedad o en las instituciones.

Pero tanto las autoridades aún en funciones de la fiscalía como de la Procuraduría General de la República deben proteger y asegurar en el Archivo General de la Nación, o en un archivo universitario, el material recopilado por los historiadores de la Femospp, no solamente el documento final, filtrado o no a los medios. La memoria histórica de México no es asunto de decisiones personales y privadas. Es patrimonio de la nación, no de los funcionarios públicos que en breve dejen de serlo. Hay que frenar aquí, por lo menos en esto, por lo menos en documentos, la inercia pública del secuestro y la desaparición.

Podrán cerrar ahora la fiscalía, sin que aún se hayan cumplido sus objetivos. Mañana tendrán que volver a abrirla y dar cuenta de las investigaciones inconclusas y del resguardo de lo que hasta aquí se ha conseguido en el esclarecimiento y memoria de la barbarie en México.

 
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