Usted está aquí: martes 28 de marzo de 2006 Opinión Bolivia: tequio del pensamiento

Magdalena Gómez

Bolivia: tequio del pensamiento

Las Jornadas Andino Mesoamericanas realizadas en La Paz y El Alto Bolivia la semana pasada permitieron un inusual tequio del pensamiento. Líderes indígenas, académicos de Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador, Guatemala, México y Perú debatieron y se contaron cómo van sus luchas, pero sobre todo cómo les va de mal con el Estado y aquí dejo incluida a Bolivia, porque su liderazgo tiene claro que "lo pusimos al Evo", pero tiene serias preocupaciones sobre las posibilidades de refundación del Estado. Para ellos la Ley Especial de Convocatoria a la Asamblea Constituyente (ley 3365), al privilegiar la representación de los partidos, dejó fuera el acceso directo de pueblos indígenas y movimientos sociales. Quedan, por tanto, a expensas de las negociaciones con el Movimiento al Socialismo (MAS). Resulta evidente que las organizaciones, con la serie de guerras civiles y movilizaciones protagonizadas en los últimos años, tienen clara su legitimidad para exigir al gobierno que abra el camino para la reconstitución del Estado. La derecha asume de manera indirecta que no fue la determinante en el triunfo de Evo, pues exige que se demuestre "que no caerá en la forma tradicional de acaparar el poder en beneficio sólo de los triunfadores" (revista cruceña Cash, febrero 2006).

Otros temas que andan rondando con fuerza son los de el agua, la legalización de la coca y, de manera destacada, la nacionalización de los hidrocarburos. La situación no aparece sencilla: el mismo día que iniciamos las jornadas colocaron explosivos en las oficinas de gobierno.

Por otra parte, la vitalidad del movimiento en Bolivia no impidió el espacio a las luchas locales de resistencia y a movimientos políticos, como el de la CONAIE, cuyos líderes compartieron su lucha contra el TLC en Ecuador y los balances de sus experiencias en los espacios de representación estatal, cuyos saldos, por decir lo menos, quedaron en números rojos y han sabido regresar a las bases para recomponer su movimiento.

Otra lucha y otro proceso que, al igual que el resto, colocan el énfasis en la insuficiencia del Estado subordinado al capital financiero. También se abordó en el caso mexicano la experiencia zapatista, la otra campaña, las juntas de buen gobierno. Se hicieron presentes los comuneros autonómicos de Tlalnepantla, Morelos; los del municipio autónomo Suljá y los que trabajan con pueblos originarios en la ciudad de México, y en varias ponencias se ofreció un recuento del incumplimiento de los acuerdos de San Andrés, la contrarreforma indígena de 2001 y la cascada legislativa en torno a recursos naturales. Defender la vida fue una constante y detener la avalancha de concesiones trasnacionales fue otro elemento que cual punta de iceberg asomaba para denunciar que hoy por hoy la llamada propiedad originaria de la nación en nuestros países se ha convertido en facultad concesionaria de la nación.

Si en el siglo xix la clave en nuestros países fue el despojo de la propiedad y posesión de sus territorios, hoy en día para las trasnacionales la propiedad es un estorbo, las transnacionales quieren "uso y disfrute" de los recursos que ahí se encuentran.

Todos los movimientos tienen experiencias negativas con la llamada cooperación internacional con las ONG, casi en la misma dimensión que la que tienen frente a los gobiernos. De igual forma la inserción de los organismos multilaterales fue muy fuertemente cuestionada, en particular la promoción del Banco Mundial, en torno al desarrollo rural "autosustentable", y se dejó planteado el problema de la reproducción de la pobreza a través del comunitarismo que termina por coincidir, según alguno de los analistas presentes, con el BM. Este y otros temas quedaron para una agenda futura, entre ellos el impacto del llamado multiculturalismo liberal como forma de manipulación y apropiación estatal del discurso, vaciándolo de contenidos, y la alternativa a construir. Incluso la autonomía para los aymaras no parece la vía, siendo con los otros pueblos mayoría absoluta en su país.

Curiosamente muchos tienen una postura fuerte contra el marxismo y su concepto de clase. El asunto se explica, pues históricamente fueron considerados "campesinos" y a los movimientos actuales les ha costado posicionarse como indígenas.

A lo largo de las jornadas estuvo presente el vínculo entre cultura, poder y derecho. Señalaban que las constituciones dicen pluricultural, pero cuando los pueblos utilizan de manera pasiva, como asimilación, no hay problema con el uso del poncho, del traje típico, el bastón de mando; el problema, decían, es cuando los pueblos más allá de los símbolos reclaman el derecho al territorio. En síntesis, si hace 20 años aun desde posturas intelectuales de hablaba del "problema indígena", hoy los pueblos indígenas hablan, y lo hacen fuerte, del problema del Estado.

 
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