La Jornada Semanal,   domingo 26 de marzo  de 2006        núm. 577
 

Alfredo Fressia

Del dolor a la literatura
(sobre Lima Barreto)

"La gente es reacia a recordar los nombres de los autores [...] La obra es todo, para el pueblo pequeño; el autor, nada." Es probable que esta afirmación de Lima Barreto en Clara dos Anjos, su última novela, sea cierta para casi todos los autores. Pero no, precisamente, para él.

Sería injusta, en el caso de Lima Barreto, una aproximación a su obra que, por temor al "biografismo", desdeñase esa vida por lo demás corta, marcada por el dolor, la pobreza, la discriminación racial, el alcoholismo y la locura. No por lo que todo esto contiene de patético, sino por lo mucho que ilumina la obra de un autor que reconoce en su Diário Intimo haber hecho en su ficción una obra de autobiografía.

El "biografismo", en Lima Barreto, es también un modo de entender su época y su medio social: la "República vieja", en los suburbios de Río de Janeiro, entonces capital de la federación. Es en esta sociedad donde vivió, sufrió y creó el autor que liquidaría para siempre el academicismo, y que contra la moda de su tiempo, usaría un portugués simple para crear las páginas tal vez más vibrantes de la literatura brasileña, escribiendo entre los suburbios cariocas y la desesperación. Lo dirá el autor en un diario de 1916: "Pueda la literatura de nuestro tiempo realizar, por la virtud de la forma, ya no más la tal belleza perfecta de la fallecida Gracia, que ya fue realizada; ya no más la exaltación del amor […] sino la comunión de los hombres de todas las razas y categorías, haciendo que todos se comprendan, en el infinito dolor de ser hombres, y se entiendan bajo los azotes de la vida, para mayor gloria y perfección de la humanidad."

Premodernista, en el sentido brasileño del término, y por ponerle una etiqueta, ya que muere en 1922, año de la Semana de Arte Moderno de San Pablo, Lima Barreto es ya un moderno, y por cierto, inolvidable para todos. Ni el "pueblo pequeño" ni la historia oficial lo olvidarán. Los academicistas de su tiempo, los Coelho Neto, los Afrânio Peixoto (a quienes el autor detestaba), los que impidieron su entrada a la Academia Brasileña de Letras, algunos de esos sí apenas figuran en las historias de la literatura local. Y a veces sólo figuran por antítesis de Lima Barreto, quien se volvió un punto de referencia de las letras de su tiempo; él, el mulato anarquista de los suburbios. La historia le dio la razón al escritor que, ya demente, acabaría limpiando las letrinas del Hospital Nacional de Alienados.

VIDA AMARGA

Alfonso Henriques de Lima Barreto nació el viernes 13 de mayo de 1881 en Río de Janeiro, entre los barrios "ricos", que detestaría siempre, de Laranjeiras y Botafogo. El 13 de mayo de 1888 el futuro escritor iría con su padre a festejar la ley de la abolición de la esclavitud que la princesa Isabel firmó en ceremonia pública. El autor morirá el 1 de noviembre de 1922, a los cuarenta y un años, en el suburbio pobre de Todos Os Santos, antípoda del rico y blanco Botafogo.

Sus padres, ambos mulatos, disfrutaron de una posición social y cultural relativamente buena. Eran nietos de esclavos libertos y de miembros cultos y ricos de familias "botafoganas", al decir del autor. Esta relación, frecuente y admitida, entre blancos (ricos) y negros, esclavos o libertos, no era vivida en el Brasil imperial como especialmente sórdida. En general, los padres blancos de los mulatos no los abandonaban, más bien se tornaban padrinos, les daban su apellido y cuidaban su educación a veces tanto como la de sus hijos legítimos.

El padre de Lima Barreto, João Henriques, fue un hombre relativamente culto que conocía el francés y estudió para ejercer como gráfico. Llegó a traducir un manual francés sobre su profesión. Fue siempre ayudado por Afonso Celso, senador monárquico del Partido Liberal quien, después de 1889, con la proclamación de la República, fue perseguido y tuvo que exiliarse. Pero otro "padrino" auxiliaría a João Henriques a encontrar el que sería su último empleo: proveedor de la Colonia de Alienados de la Isla del Gobernador. La madre del escritor, que era profesora de primaria, muere de tuberculosis cuando Lima tenía siete años.

A pesar de ser huérfano de madre, la infancia y adolescencia de Lima Barreto en la Isla del Gobernador fueron una etapa bastante feliz y, bien apadrinado, estudió en los mejores colegios y liceos de la época. El joven mulato llegó a hacer varios años de estudios de ingeniería en la mejor facultad de entonces, la Escuela Politécnica. Pero su vocación eran las letras y con su excelente francés y su pasable inglés, el futuro escritor se entusiasmó con los autores que lo acompañarían siempre: Renan, Balzac, Flaubert, Maupassant, Anatole France, y los rusos, Dostoievski, Tolstoi, Chéjov, Turgueniev.

Es probable que Lima Barreto hubiera acabado sus estudios de ingeniería si no lo hubiera esperado una tragedia de la que nunca podrá reponerse: su padre, el proveedor de la Colonia de Alienados, enloquece en 1902. Empleado como amanuense en la Secretaría de la Guerra y escribiendo para varios diarios, Lima Barreto logra sustentar a su familia, yendo a vivir a los suburbios donde, además, por ser estos poco poblados, los gritos de su padre demente no molestarían tanto a los vecinos.

Es hacia 1907-1908 cuando el autor escribe sus primeras novelas: Recordações do escrivão Isaías Caminha y Vida e morte de M.J. Gonzaga de Sá. Ambos personajes son alter ego del autor, lo que convierte a esta primera literatura en excelente testimonio de su sufrimiento: la mediocridad del trabajo de amanuense, las injusticias varias, incluida la discriminación racial, el abismo de la locura.

Pero cuando finalmente encuentra un editor que se dispone a publicarlo, el autor elige Isaías Caminha que es también una novela à clef que denuncia la sordidez de cierto medio periodístico y no esconde que el diario en cuestión es el Correio da Manhã. Es inútil mencionar la cantidad de enemistades que esto le valió. Lima Barreto era un puro en el sentido más elemental, el de la total incapacidad de entender las mezquindades, las adulaciones, las "capillas", las formas primeras y banales de cercenar la dignidad humana. Es a partir de este sentimiento de perplejidad que construirá toda su obra y, si estas primeras novelas no llegan todavía a la perfección, el autor ya estaba madurando para lo que será su obra mayor: la historia de ese Quijote nacional brasileño que es Triste fim de Policarpo Quaresma, y sus cuentos.

El antimilitarista Lima Barreto continúa su trabajo de amanuense en la Secretaría de la Guerra. En septiembre de 1909 se produce en Río la "Primavera de sangre". Una banal manifestación de estudiantes contra una autoridad policial acaba con varios heridos y dos muertos acuchillados por la policía. Los soldados irán a juicio y entre los llamados a integrar el jurado está Lima Barreto, quien votará por la condena de los acusados. Como el episodio fue el escándalo de la época (largamente usado por Rui Barbosa en su campaña presidencial contra el Mariscal Hermes), el escritor "desaparece" unos días en Juiz-de-Fora y, si no sufre represalias inmediatas, por lo menos nunca tendrá ascensos en su trabajo de empleado público en la Secretaría de la Guerra.

Será hacia 1911-1912 el período en que el autor conocerá su mejor momento creativo. Son de esta etapa cuentos como "O homem que sabia javanês", que denuncia la impostura como forma de ascensión social, o "Nova Califórnia", donde un alquimista descubre el modo de convertir los huesos en oro y acaba precipitando a toda la población de la aldea hasta la profanación del cementerio, sin límites en la avidez. Pero es sin duda la novela Triste fim de Policarpo Quaresma, de esta misma época, y que aparece publicada en entregas del diario Jornal do Comércio, el mejor y más representativo momento de la obra de Lima Barreto.

LA TRAGEDIA

Triste fim de Policarpo Quaresma sólo tendrá un real reconocimiento público cuando el autor, pagando la edición, lo publique en libro, en 1916. Pero en 1911-1912 esa gran novela y sus mejores cuentos ya están realizados. Lima Barreto tenía entonces frente a sí los diez años que lo hundirían en el alcoholismo, la locura y la muerte. Las humillaciones raciales, de las que se queja en su Diário Intimo, la pobreza, el ver sus libros postergados (sólo encontrará editor después de 1916-1917), la falta de un amor, la desgracia instalada en su casa bajo la forma de un padre demente, la soledad y la incomprensión, en fin, llevaron a Lima Barreto al alcohol. Dice en Diário do Hospício: "Sin dinero, mal vestido, sintiendo la catástrofe próxima de mi vida, fui llevado a las bebidas fuertes y aparentemente baratas, las que embriagan más rápido." Y en el Diário Intimo: "20.4.1915. Hoy me puse a leer viejos números del Mercure de France. Recuerdo bien que los leía antes de escribir mi primer libro. Lo publiqué en 1909. Hasta hoy, de nada sirvió. No tengo editor, no tengo diarios, no tengo nada. Me invade el desaliento más grande. Tengo siniestros pensamientos. Me pongo a tomar; paro. Ellos vuelven y también el tedio de mi vida doméstica, de mi vivir cotidiano y entonces tomo. Una borrachera tras otra y allí viene la melancolía. ¡Qué círculo vicioso! ¡Qué lástima! Me despido de uno por uno de mis sueños."

Lima Barreto no percibe la importancia de su obra, inclusive cuando todavía publicará nuevos libros: "¡Desgraciado nacimiento tuve! Lleno de aptitudes, de buenas cualidades, de grandes y poderosos defectos, pasé la vida sin haber hecho nada. Viví sin afecto y moriré amargado. Habría sido una vida grande si hubiera hecho grandes obras; pero ni eso hice." ( Diário Intimo).

El novelista luchó siempre contra el alcohol ("Si no dejo de tomar caña, no tengo vergüenza. Quiera Dios que deje." (Diário Intimo), pero perdió la batalla. El escritor Monteiro Lobato, cuando ya era su editor en San Pablo y su amigo epistolar, cuenta haber ido a Río a visitarlo. No lo encontró ni en su casa ni en las redacciones de los diarios para los que trabajaba. Acabó encontrándolo en un café del centro. Cuenta Lobato que al ver el estado de embriaguez, sin duda de varios días, como le ocurría frecuentemente, y la decadencia física de Lima Barreto, prefirió no abordarlo. Sólo se conocieron "oficialmente" en 1921 en ocasión de un viaje de Lima Barrelo a San Pablo donde fue a visitarlo, a él y a algunos anarquistas paulistas.

Políticamente, Lima Barreto fue antes un simpatizante que un militante anarquista. Apoyó, por supuesto, la revolución rusa (es suyo el manifiesto "Ave Rusia" de mayo de 1918) y en sus últimos años colaboró sistemáticamente con los diarios anarquistas. Su confianza en la unión latinoamericana parece hoy excesivamente optimista: "Ese ‘engouement’ [entusiasmo] por los Estados Unidos ha de pasar, como pasó el que había por Alemania. No doy 50 años para que todos los países de América del Sur, Central y México se coaliguen, a fin de acabar definitivamente esa actual opresión disfrazada de los ‘yankees’ sobre todos nosotros y que cada vez se vuelve más intolerable." (Gazeta de Notícias).

A pesar de su decadencia física, el novelista escribiría todavía Clara dos Anjos y publicaría Numa e a Ninfa (otra novela à chef). Os Bruzundangas, colección de notas satíricas, como Bagatelas, el viejo texto de Vida e Morte de M.J. Gonzaga de Sá, Historias e Sonhos, cuentos. La más importante de sus últimas obras fue Clara dos Anjos, hermosa novela que otra vez reúne sus tópicos: los seres del suburbio, objeto de la corrupción (Cássio, el corruptor de Clara, será un blanco que no bebe) en un universo donde los sueños chocan contra la ferocidad de las relaciones sociales y raciales.

En 1916 se produce su primera internación, de dos meses, por delirio. Lo que parecía un delirio alcohólico resultó una depresión profunda con accesos de manía persecutoria. El diagnóstico del Hospital Nacional de Alienados es corto y simple: "Neurastenia". Fue en esta primera internación cuando los enfermeros obligaron al escritor a limpiar las letrinas mientras en la ducha otros enfermos estaban desnudos. Escribirá Lima Barreto en el Diário Intimo: "Tuve mucho pudor. Recordé el baño de vapor de Dostoievski, en la Casa de los muertos. Cuando baldeé, lloré; pero recordé a Cervantes, al propio Dostoievski, que debían de haber sufrido aún más en Argel y en Siberia." El comentario es inolvidable: es la literatura acudiendo, siempre, en la humillación y el naufragio.

El escritor conocerá otras internaciones, por "Neurastenia" y también por "Alcoholismo crónico". De ellas dejará Cemitério dos Vivos, novela inacabada y el Diário do Hospício. Pero su salud estaba minada. Murió en la casa que alquilaba con su familia en Todos Os Santos. Su padre agonizaba y la hermana los cuidaba a ambos: al padre demente y a su hermano acometido de gripe toráxica. La hermana lo encontró muerto en su cama con la Revue des Deux Mondes sobre el pecho. Su padre moriría dos días después en medio de su delirio.

La gloria póstuma de Lima Barreto se debe por cierto a la permanente actualidad de su obra, porque el escritor transfiguró en arte el dolor de vivir. Y el círculo se cierra: fue por el arte que el escritor soportó el dolor de su vida. "No les pido a las letras conquistas fáciles ni pequeñas glorias, les pido algo sólido y duradero. [...] Yo lo abandoné todo por ellas; y mi esperanza es que ellas me den mucha cosa. Es lo que me hace vivir hundido en mis disgustos, en mis penas, en mis arrepentimientos", dice el autor en un diario carioca de 1916. Y en el Diário do Hospício: "¡Ah! ¡La Literatura! O me mata o me da lo que pido de ella." Lima Barreto y la Literatura cumplieron.

POLICARPO QUARESMA. LA DERROTA DE LOS SUEÑOS

Triste fim de Policarpo Quaresma es un relato sobre el aniquilamiento de los ideales. Lima Barreto lo organiza en tres partes, tipográfica y temáticamente bien separadas. Policarpo, empleado público cuarentón y soltero, es presentado en su medio, entre el trabajo y el arrabal carioca donde vive, con sus pocos amigos y vecinos. Su personalidad es una especie de máquina de crear y creer sueños e ideales, bajo un manto de aparente discreción, que lo llevarán a la locura.

Policarpo vive solo con una hermana y cree que el dolor de los hombres se curará con la justicia. La patria, el Brasil, en su inmensidad podrá realizar sus ideales de justicia. El autor, futuro simpatizante anarquista, que ya no aceptaba la idea de patria, satiriza así el nacionalismo. Policarpo no acepta que haya mayor río que el Amazonas ("Para eso iba hasta el crimen de amputar algunos kilómetros al Nilo"), ni mejor música, ni mejor comida, ni tierras más fértiles y variadas, ni cultura más hermosa que las brasileñas. Aprende con el cantor Ricardo Corazón de los Otros, hombre simple que será su mejor amigo hasta la muerte, lo que considera la música más autóctona y no lee otra literatura que la nacional.

En su búsqueda del ideal nacional aprende tupí, y ya delirante, propone al parlamento que el idioma oficial sea cambiado del portugués al tupí. Policarpo enloquece. La sátira se oscurece y el autor acaba la primera parte de la novela con una pintura arrebatadora del "angustioso misterio de la locura" y su patética escenografía: el hospicio público de la playa Vermelha donde Policarpo es internado.

SIN DISTINCIONES

El hospital para locos iguala a todos: "No es sólo la muerte quien nivela; la locura, el crimen y la enfermedad pasan también su lámina niveladora sobre las distinciones que inventamos. Los bien vestidos y los mal vestidos, los elegantes y los pobres, los feos y los lindos, los inteligentes y los necios, entraban con respeto, con concentración, con un asomo de pavor en los ojos como si penetrasen en otro mundo."

Finalmente, los síntomas de Policarpo son una extraña premonición de los que acometerían al autor cuatro años después: "En fin la locura declarada, la exaltación del yo, la manía de no salir, de decirse perseguido, de imaginar como enemigos a los amigos, los mejores."

En la segunda parte de la novela, el narrador presenta un Policarpo aparentemente recuperado quien, ya consciente de su fracaso en buscar el bien de la patria, decide instalarse en la hacienda Sosiego, entre Río y Niteroi, donde vivirá de su trabajo de la tierra.

Pero los políticos locales, los impuestos, y hasta los elementos naturales, las hormigas, le impedirán llevar la vida tranquila que buscaba. La tierra como ideal de retorno a la pureza primitiva se revelará como otro sueño frágil que lo llevará otra vez a un casi delirio. En efecto, en 1893 la Marina se rebela contra el segundo presidente de la República, el mariscal Floriano Peixoto. Y como para evadirse de su sueño rural-ecológico frustrante, Policarpo telegrafía a Floriano, enrolándose en su causa: "Mariscal Floriano, Río. Pido energía. Llego ya. Quaresma."

EL TRISTE FIN

En la tercera parte de la novela, Lima Barreto hace la pintura más viva de lo que fue el sitio naval de Río, con la Marina instalada en la bahía de Guanabara, las islas tomadas y la ciudad bombardeada resistiendo hasta el triunfo "florianista".

Sin embargo, también en esto Policarpo fracasa: Floriano no era "un César, un Napoleón", "un Richelieu, un gran estadista". Floriano no era más que un vulgar dictador. Cuando asegura su victoria, manda apresar a los marineros en las islas de la bahía y muchos son fusilados sin juicio, al solo arbitrio del oficial que iba eligiendo quién moriría y quién no. Policarpo, que asiste a esos horrores, escribe una carta indignada a Floriano, el héroe que había admirado y por quien había luchado. Como respuesta es encarcelado en la Isla de las Cobras donde, esperando la muerte, ganará una lucidez amarga y brutal.

Policarpo, enfrentado a la muerte, hace el triste balance de sus frustraciones: "El tupí encontró la incredulidad general, la risa, el escarnio; lo llevó a la locura. Una decepción. ¿Y la agricultura? Nada. Las tierras no eran fértiles y ella no era fácil como decían los libros. Otra decepción. Y cuando su patriotismo lo tomó combatiente, ¿qué encontró? Decepciones [...] Su vida era una decepción, una serie, mejor, un encadenamiento de decepciones."

LOS PERSONAJES FEMENINOS

Un lugar común de la primera crítica limabarretiana fue afirmar que los personajes femeninos de su obra son "simples esbozos", personajes de pintura rápida y poco matizada. Para esto colaboró probablemente la distancia que Lima Barreto mantuvo siempre con relación a las mujeres. "Nunca amé, nunca fui amado", dice en su Diario Intimo.

Sus biógrafos, algunos de los cuales fueron sus amigos, lo presentan como un casi célibe, ya que él no hablaba de relaciones íntimas y en su Diário Intimo menciona raramente algún burdel al que fue borracho y del que salió deprimido.

Sin embargo, Triste Fim de Policarpo Quaresma presenta un universo femenino actuante y de importante variedad y penetración psicológica. En particular, la oposición que el narrador crea entre Ismenia, la joven vecina de Policarpo, y Olga, su ahijada. Si la primera tiene mucho de las muchachas del suburbio que Lima Barreto creó siempre (y que encontró su mejor perfil en Clara dos Anjos), ella también acabará cayendo en la demencia. Es la segunda demencia de la novela y muestra hasta qué punto el tema era importante para el autor. Ismenia enloquece al ser abandonada por el hombre que amaba, pero todo el personaje está construido sobre la fragilidad y una especie de tentación de abandonarlo todo que la acompaña desde siempre. Los matices de este existir-desistir son en Ismenia ricos y están trabajados en los momentos justos de la construcción del relato, de modo que su locura final, en un universo donde el delirio acecha permanentemente, se torna coherente con la pintura social que el narrador del suburbio construye, y con la pintura psicológica del personaje. Ismenia es un ser tentado por su propio abandono, antes de que se produzca el abandono del hombre que parecía amarla.

Lima Barreto recurre con frecuencia a otra idea que le era cara y que en cierto sentido se vincula a los seres débiles del arrabal: el trópico debilita. "Esa atonía de nuestra población, esa especie de desánimo enfermizo, de indiferencia nirvanesca por todo y por todas las cosas, cercan con una niebla de tristeza desesperada a nuestra raza y le saca el encanto, la poesía y el vigor seductor de la naturaleza plena. Parece que ninguno de los grandes países oprimidos, Polonia, Irlanda, India, presentara el aspecto cataléptico de nuestro interior. Todo allí se adormece, parece muerto; en aquellos hay rebelión, hay fuga hacia el sueño; en el nuestro... ¡oh!... se duerme."

Lo interesante en un autor que, a su modo, era feminista (luchó por el divorcio, escribió contra los uxoricidios que hasta hoy la propia ley tolera) es que quien mejor entiende a Ismenia es otra mujer que también será su antípoda: Olga, la ahijada de Policarpo, hija de su compadre italiano. Olga, la fuerte, la que lo visitará en el manicomio, la que lo entenderá siempre mientras los otros lo humillan por demente. Y que llegará a enfrentar la mezquindad de su marido para ir a Itamaratí (junto a Ricardo Corazón de los Otros) para que liberen a su padrino de la mazmorra y de la muerte.

Es a través de Olga, el ser sin fragilidades, como mejor se entiende a Ismenia: "[Olga] veía bien la desesperación de la joven [Ismenia], pero veía mejor la causa en aquella obligación que incrustan en el espíritu de las muchachas, que deben casarse a cualquier costo, haciendo del casamiento el polo y el fin de la vida, a punto de parecer un deshonor, una injuria, quedarse soltera." Olga se construye en oposición a Ismenia —nombre significante, si los hay— que por contrapunto hace de Olga una especie de Antígona que enfrenta las leyes humanas.

Si el narrador pensaba que "sólo se puede ser bueno cuando se es fuerte de algún modo", Olga es creada como el mejor ejemplo de esta idea, aunque no sea el único personaje así concebido. Policarpo y Ricardo Corazón de los Otros son "buenos" porque poseen su forma de fortaleza: el optimismo en Policarpo y el arte en el cantor. Aunque terminen derrotados.