Usted está aquí: martes 21 de marzo de 2006 Opinión Juárez y la Escuela Nacional de Bellas Artes

Raquel Tibol

Juárez y la Escuela Nacional de Bellas Artes

¿Visitó Benito Juárez, siendo presidente, la Academia de San Carlos, llamada durante su gobierno Escuela Nacional de Bellas Artes y en tiempos de Maximiliano Academia Imperial de San Carlos? Sí, estuvo allí el 28 de diciembre de 1869, según quedó constancia en crónica publicada al día siguiente en el periódico El Siglo XIX: ''Ayer a las cuatro de la tarde, visitaron este establecimiento el señor Presidente y sus ministros, quienes fueron recibidos y acompañados en su paseo a las galerías por el señor Alcaraz, director de la escuela, en unión de profesores y alumnos pensionados. Los expresados señores se mostraron muy complacidos de las reformas materiales que se han hecho en el edificio, del estado de orden y aseo que presenta, y sobre todo de los adelantos artísticos que han alcanzado los alumnos, y que se revelan en las obras que han presentado en exposición de este año. No dudamos que la visita de los miembros del gobierno al plantel, de que nos ocupamos, será fecunda en bienes para éste, por la protección que aquél sin duda seguirá dispensándole, después de haber visto por sí mismo los buenos resultados que se van obteniendo."

El director general durante la intervención había sido J. Urbano Fonseca y el cuerpo de profesores lo integraban: Felipe Sojo (escultura); Epitacio Calvo (ornato modelado); Pelegrín Clavé, Rafael Flores, Juan Urruchi y Santiago Rebull (pintura y dibujo); Eugenio Landesio (paisaje); Luis Campa (grabado en lámina), y Sebastián Novalón (grabado en hueco). ¿Qué opinión le merecía este grupo a los liberales? Podemos saberlo por una pequeña nota aparecida en El Siglo XIX el 16 de julio de 1867: ''Con profunda sorpresa hemos sabido que dicho establecimiento (la Academia de San Carlos) está entregado a los mismos catedráticos y empleados que lo sirvieron durante el llamado Imperio. Independientemente de lo peligroso y antilógico que es poner la instrucción pública en manos de los traidores, es además muy inmoral que sigan en sus puestos los empleados del usurpador. La ley sólo exime de pena a los maestros de instrucción primaria; están por lo mismo comprendidos en el castigo que ella impone los catedráticos de la Academia. Los hubo de varios establecimientos que prefirieron todo género de privaciones a servir al archiduque; que ésos sean llamados a desempeñar las cátedras, y no los que adularon a su rey, y decoraron con pinturas y esculturas sus salones."

Debieron pasar seis meses para que el reclamo fuera satisfecho. A principios de 1868 Pelegrín Clavé fue sustituido por Salomé Pina, quien se encontraba pensionado en Europa y no pudo remplazarlo de inmediato en el ramo de pintura. El cargo de director de la Escuela Nacional de Bellas Artes fue confiado a Ramón I. Alcaraz.

Una forma de saber hoy qué opinaban los juaristas sobre la función del arte puede encontrarse en el discurso que el doctor Rafael Lucio pronunció el día en que la Academia de Bellas Artes entregó a la Escuela de Medicina la estatua de San Lucas, hecha por Martín Soriano, discípulo de Manuel Vilar. Lucio ocupaba entonces (1860) la cátedra de patología interna. Siendo Juárez presidente fue médico de la familia, y junto con los doctores Ignacio Alvarado y Gabino Barreda lo asistió en los últimos días de su vida. Fueron estos tres personajes los que embalsamaron el cuerpo de Juárez. Además de prominente hombre de ciencia y miembro fundador de la Academia Nacional de Medicina (1864), Lucio destaca como uno de los más importantes coleccionistas de cuadros de su época. Sus palabras de hace 144 años tienen espíritu de actualidad: ''La clase médica verá siempre con noble orgullo el que haya salido de su seno un hombre destinado a ser uno de los primeros promovedores de la gran reforma social, de una reforma que había de mejorar las costumbres de las sociedades venideras, que había de sentar la base de las legislaciones modernas, que había de proclamar la igualdad de origen y de derechos entre los hombres (...) Aunque el cultivo de las bellas artes parece a primera vista no dar más resultado que el placer de los sentidos, y la existencia de una estatua o de una pintura noble no parezca revelar en su autor más que la existencia del sentimiento de lo bello, un estudio más profundo y filosófico hará descubrir en el cultivo de las bellas artes consecuencias en el orden moral e intelectual de grande importancia. Las bellas artes han revelado siempre cuando han llegado a un alto grado de perfección, un estado de civilización muy avanzado".

Restaurada la República, la vida artística se vio animada por los vivaces comentarios periodísticos de Guillermo Prieto, Manuel Altamirano, Justo Sierra y otros, quienes se expresaron de una u otra manera por un arte nacional, en el sentido de explotar ''las riquezas no tocadas aún de nuestra vida antigua y moderna".

 
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