Usted está aquí: domingo 19 de marzo de 2006 Opinión Guía de los baños

Angeles González Gamio

Guía de los baños

Tradicionalmente el mexicano ha sido afecto al baño; baste recordar el temazcal, que aún existe en muchos lugares y que formaba parte de la mayoría de las casas prehispánicas. La descripción de los cronistas que conocieron la vida de los habitantes de la ciudad azteca nos hablan de su limpieza, que en el emperador Moctezuma se mostraba en excelsitud, ya que se cambiaba de ropas cuatro veces diarias, se bañaba, y antes y después de tomar sus alimentos se lavaba boca y manos. Dice el padre Clavijero que andaba siempre "muy polido, limpio a maravilla".

Esto causaba azoro a los españoles, muy poco afectos a esos menesteres higiénicos. Al poco tiempo de la conquista, comenzaron a hacer uso de las aguas termales y de los cristalinos manantiales que abundaban en la ciudad y sus alrededores. Poco a poco fueron surgiendo casas de baños. Según don Artemio del Valle Arizpe, los más antiguos fueron los de La Misericordia, que tenía excelente departamento para hombres y también otro "bien retirado" para mujeres, porque juntos, ya se sabía, "se originaban muy grandes pecados".

En 1799 se fundaron los primeros baños de vapor, llamados Doña Andrea, en la actual callecita de Filomeno Mata número 10, que fueron muy exitosos. Por la misma época, ni más ni menos que en la elegante vía de San Francisco -hoy Madero- un tal doctor de apellido Tirón, instaló en 1840 unos baños de "fumigación, de vapor y sanidad", los cuales ponían en grave peligro la vida del usuario, pues consistían en una tina de madera rodeada de lonetas con un agujero por donde el infeliz sacaba la cabeza; en el interior el calor lo proporcionaba una lámpara de alcohol de varias mechas, que en cualquier instante podía prender los materiales, incluido el pellejo del bañista, que seguramente sudaba más por el susto que por el procedimiento.

Muy afamados fueron en el siglo XIX los baños Las Delicias, por los rumbos de la actual Ciudadela, que contaban con cinco amplios estanques, "dos para caballos, dos para hombres y uno sólo para mujeres". En el popular barrio de La Merced fueron muy socorridos los baños Del Montón. A fines de esa centuria se inauguró la novedad de la regadera de presión, a la que se le llamaba "baño de lluvia" y que los sofisticados que habían estado en Norteamérica llamaban shower. Estas instalaciones competían con las de las Albercas Pane, que estableció el baño "turco-romano", con toques orientales. En la guía: El viajero en México, publicada en 1859, se enlistan 56 "para personas" y cinco para caballos.

Esta costumbre de ir a los baños era muy generalizada entre gente de pocos recursos, que no contaba en su vivienda con estas facilidades, y también por aquellos que gustaban de disfrutar de un buen vapor, ruso, sauna o simplemente un reconfortante regaderazo a presión, aunque esto ha disminuido, pues los baños han sufrido los embates de la modernidad y, entre otras, han mejorado las viviendas y ya todas tienen esa comodidad y los altos costos del agua, diesel y mantenimiento de las instalaciones han llevado al cierre de un gran número de estos establecimientos.

Afortunadamente aún sobreviven varios que vale la pena visitar, pues brindan una deleitosa experiencia, ya que además de la posibilidad de darse un rico vapor, baño ruso o sauna, se puede dar un masaje, y casi todos tiene peluquería y fuente de sodas.

Hace unos días presentamos la redición enriquecida de la Guía de la Ciudad de México, que edita la revista Tiempo Libre, con la editorial Sherpa y que entre la información que ofrece está la de los baños, gracias a lo cual nos enteramos que continúan vivos los famosos Señorial, ubicados en Isabel la Católica 92, donde las instalaciones son "limpias y agradables".

También mencionan los baños Costa del Sol, sobre avenida Chapultepec, sitio frecuentado por los luchadores. Los Tasqueña, en Iztapalapa, y los célebres Del Peñón, que datan de la época prehispánica y se dice que sus aguas son medicinales.

Estos son de corte más bien popular, como dice la guía, "spas de petatiux". Uno de a de veras, con todos los lujos imaginables, es el del hotel Meliá Reforma, considerado entre los 20 mejores del mundo.

La magnífica guía, que ofrece todos los atractivos de la ciudad y sus alrededores, dedica una amplia sección a los restaurantes y cantinas.

Para la comida después del reconfortante baño de vapor y por aquello de la Cuaresma, seleccionamos Peces, situado en la calle de Jalapa 237. Todo es fresco y exquisito, ya que lo selecciona personalmente su dueño, Marco Rascón, ese adorable personaje que dejó una huella imborrable en la vida política de México con su personaje de Superbarrio. Las chimichangas de jaiba o camarón y el pez bruja en hoja de plátano son inolvidables.

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