Usted está aquí: viernes 17 de marzo de 2006 Opinión A 150 años del natalicio de Sigmund Freud

José Cueli

A 150 años del natalicio de Sigmund Freud

La obra de Sigmund Freud (de quien se festejarán 150 años de su natalicio el próximo mayo), considerada como la de uno de los constructores del siglo XX, debería colocarse al lado de la de Darwin, Marx, Einstein, Nietzsche y Heidegger, como la de uno de los grandes deconstructores o desmontadores de nuestra cultura. Paradójicamente su pensamiento ha sido silenciado y, en el mejor de los casos, burlado; en el peor, vulgarizado.

Freud ha planteado, dentro del panorama de la cultura moderna, la necesidad de un giro de notables dimensiones en el modo de pensar al hombre.

A partir del sicoanálisis, la imagen de nosotros mismos se ha visto notablemente transformada y, podríamos decir también, trastornada.

La repercusión de la obra de Freud, por recordar una vez más los términos en los que él mismo planteó su significación, ha sido considerada como la tercera gran herida narcisista que ha sufrido el narcisismo humano a lo largo de la historia del pensamiento: tras la herida que supuso la revolución copernicana, por la que el hombre dejaba ya de situarse como el centro del universo; tras la herida de siglos que después supuso la teoría darwiniana de la evolución biológica, a partir de la cual el hombre ya no pudo sentirse en posesión de un estatuto absolutamente especial y único dentro del reino de lo viviente.

El sicoanálisis, con Freud, viene a transformar una vez más la imagen que el hombre se hace de sí mismo: no sólo queda desplazado del centro del universo y debe aceptar sentirse como un eslabón más dentro de la cadena de la evolución biológica, sino que además se ve obligado a renunciar a la idea de considerarse dueño y señor de su propia casa: el inconsciente como orden exclusivo del poder de su conocimiento, voluntad y control, lo habita y lo determina, sin que él pueda llegar a conocer en su justa dimensión cuándo ni de qué modo.

Pocos aspectos de la cultura contemporánea se han visto libres del impacto del sicoanálisis. Nacido, en palabras de Freud, como un hijo de la indigencia médica, se vio sin embargo forzado, por imperativo científico y por una irresistible tentación, a adentrarse en otras dimensiones de la civilización para rastrear también en ellas lo que costosamente fue averiguando mediante el sueño y la neurosis.

Así, desde los elementos más irrelevantes de la vida cotidiana (olvidos, lapsus, supersticiones) hasta las más insignes creaciones del espíritu humano (arte, ciencia, religión), la cultura ha acogido, con mayor o menor resistencia, la interpretación que el sicoanálisis le ha ido brindando a lo largo de su todavía corta historia.

Freud, una de las revelaciones del siglo pasado, dio nacimiento a una escuela que daría mucho de qué hablar. La gran sorpresa asalta al leer El proyecto, obra publicada por su hija de manera póstuma, escrita por Freud hace poco más de cien años en la que, a manera de índice, conceptualiza su idea del inconsciente. Trabajo que al reflexionar provoca una emoción difícil de esclarecer, debido a la constancia en el aire de algo que apenas se atrevía a enunciar. Sensación de hechizo, de ir más allá, en diafanidad de espejos.

En El proyecto de una psicología para neurólogos, incrustación de fantasías en lenguaje ''neurológico", Freud trataba de desmontar el pasado y asegurar los cimientos de un porvenir que, más que gustarle, le asustaba, como si detrás de esa avalancha movediza e indiferenciada presintiera el peligro de una inmensidad informe, de una escritura sin voz.

Sigmund Freud producía esa necesidad perentoria que los escritos innovadores provocan en nuestro espíritu doblegado por la curiosidad.

 
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