Usted está aquí: lunes 13 de marzo de 2006 Cultura La fotografía me interesó cuando vi que podía manipular la realidad: Chema Madoz

El artista español expone en Madrid su labor de los cinco años pasados

La fotografía me interesó cuando vi que podía manipular la realidad: Chema Madoz

Considerado un poeta de la imagen, acepta que su trabajo está alejado de corrientes

ARMANDO G. TEJEDA CORRESPONSAL

Ampliar la imagen Ejemplo de la obra de Chema Madoz

Madrid, 12 de marzo. Chema Madoz es un poeta de la imagen. Este fotógrafo español realiza su trabajo en un taller que se asemeja más al entorno de un artesano u orfebre de la materia que al tradicional estudio con luces infrarrojas y recipientes con líquidos y químicos para revelado. Su herramienta de trabajo es una cámara sin grandes alardes tecnológicos, con la que capta los "montajes" poéticos que subvierten la armonía artificial de la materia y proponen una nueva forma de mirar a la realidad.

Madoz nació en 1958, en Madrid, donde inició su andadura en el arte fotográfico. Su obra es tan singular y peculiar que él mismo reconoce su extrañeza ante la falta de empatía con los artistas y fotógrafos de su generación. Si acaso hay un artista contemporáneo que se asemeja a la obra de Madoz, si bien de una generación anterior y ya fallecido, es el artista catalán Joan Brossa, quien cultivó a lo largo de su vida la "poesía visual".

En entrevista con La Jornada, Madoz explicó las claves de su trabajo de los pasados cinco años, con motivo de una exposición que se muestra estos días en Madrid, en la que reunió su obra más emblemática de 2000 a 2005. "Me encantaría que esta exposición fuera a México, pero aún estamos buscando un lugar interesado para definir la itinerancia."

-¿En qué momento decide Chema Madoz dedicarse de lleno a la fotografía?

-Mi primer contacto con la fotografía fue muy anecdótico. Siendo muy joven, de unos 20 años, me compré una cámara para hacer fotos de vacaciones y cosas de ese tipo, pero me llamó mucho la atención que en aquel momento la fotografía tenía un aura de testigo de la realidad. Es decir, se creía que cualquier imagen fotográfica era algo que había ocurrido en realidad y que la fotografía se limitaba a ser testigo. Entonces me atrajo la idea de que lo que se fotografiaba era susceptible de ser manipulado y se podía crear a partir de ahí una ficción. Ahí fue cuando en realidad me empecé a interesar por la fotografía y a montar mis primeras exposiciones en bares de amigos.

Vivíla Movida más como espectador que como protagonista

-¿Se siente influencia por la ebullición de la década de los 80?

-Es verdad que mis primeros trabajos en la fotografía coinciden con aquella efervescencia, aquí en Madrid, lo que pasa es que eso que se llama Movida es algo que viví más como espectador que como protagonista. Yo estaba haciendo cosas en la fotografía, pero nunca formé ni me sentí parte de la corriente de fotógrafos que estaba en auge en aquellos momentos, en parte porque yo hacía un trabajo mucho más callado, más intimista y no tuve relación con ellos. Si bien, creo que aquella efervescencia artística sí fue algo que me animó a perder el respeto a la hora de hacer mi trabajo y pretender que éste tenga aspiraciones artísticas.

-La idea de crear montajes para dar otra visión de la realidad ¿es una manera de rebelarte ante esa misma realidad?

-En mi trabajo no intento marcar una postura de rebelión. Unicamente pretendo ver cómo la realidad puede ser mucho más rica de lo que nos podría parecer al primer corte de vista. Desde mis primeras imágenes aparecían las personas, pero siempre ha habido un hilo conductor con mis primeros trabajos, que quizá sí tienen una distancia formal muy fuerte con mi trabajo más reciente. El hilo conductor de mis obras creo que ha sido esa aspiración a saltar de un nivel de la realidad a otro mediante pequeñas manipulaciones o alteraciones.

El taller del artista

-Siempre en blanco y negro. ¿Por qué?

-Desde mi punto de vista, el blanco y negro genera un tipo de imágenes que son más abstractas, que tienen que ver más con la imaginación, con la memoria, que creo entronca muy bien con el tipo de imágenes que yo produzco. También el trabajo intenta jugar con la menor cantidad de elementos posibles, que además en la mayoría de los casos están reducidos a la mínima expresión y, al mismo tiempo, el equipo que utilizo es pequeño: una cámara y punto. En ese sentido, la utilización del blanco y negro, por supuesto con toda la gama que tienen, supone una reducción de las posibilidades y siempre me ha parecido atractivo, que dota al trabajo de una cierta magia.

-Su lugar de trabajo se asemeja más a un taller de artesano...

-Sí, es verdad. Porque la elaboración de las imágenes requiere de un trabajo previo, que realizo en un taller que suele estar repleto de objetos, herramientas y curiosidades para facilitar el montaje o estas pequeñas escenografías. En ese sentido mi lugar de trabajo sí se aleja de un estudio tradicional de fotógrafo.

-¿Usted aspira a la perfección, a la armonía absoluta en sus imágenes?

-En cierta medida, pues intento que las imágenes funcionen casi como un mecanismo de relojería, en el sentido de que todo está meditado, todo tiene su porqué y su lugar. Pero aunque eso pueda parecer una imagen muy cerrada, lo que trato es justamente lo contrario: abrir más posibilidades a la realidad de los objetos con un lenguaje visual muy meditado.

"Más que aspirar al equilibrio absoluto o a la perfección, creo que en mi trabajo sí existe este equilibrio pero más como un recurso del lenguaje, pues en definitiva lo que están mostrando las imágenes son como desórdenes de la lógica presentados con esa armonía. Entonces creo que es un recurso para poner de relieve lo que anida debajo de todas esas imágenes y demostrar cómo si aplicamos la lógica hasta un extremo podemos llegar incluso al absurdo, por medio de la propia lógica de los objetos."

-Usted utiliza sólo objetos inanimados en sus fotografías...

-Es verdad que la materia tiene una importancia fundamental en mi trabajo, pero también es cierto que no me centro en determinados elementos, sino que el abanico es muy amplio, aunque todo está dentro de un mismo proceso. Suelo trabajar con objetos metálicos, plumas, tijeras o fósforos que vistos desde una perspectiva formal te permitan diversificar el discurso.

-¿Siente devoción por la geometría, por los trazos y las figuras exactas?

-En mi trabajo hay una cierta querencia por los elementos gráficos, que están presentes en casi todas las imágenes. Pero también son objetos que se presentan de una forma muy desnuda, con pocos elementos extraños que los arropen. Entonces la propia geometría del objeto se convierte, a su vez, en la propia estructura sobre la que se vertebra esa imagen. La geometría final viene dada por los propios objetos, pero sobre todo por la forma de mirarlos.

"Todos los objetos tienen inevitablemente una enorme carga simbólica. Hay algunos, como los espejos, las escaleras o los libros, que pueden ser más ilustrativos y que a lo largo de la historia se les ha ido dotando de una carga simbólica. Entonces es más sencillo y más atractivo trabajar con ellos, precisamente porque tienen muchos facetas e interpretaciones."

-En sus imágenes esa armonía casi perfecta se rompe siempre con algún elemento que invita a pensar en el caos, en la ruptura...

-Sí, me gusta pensar que esas imágenes puedan servir para replantearte las cosas; la realidad y nuestra relación con el entorno, con el mundo. Por ejemplo, esa imagen de la cuchara que lo que proyecta es un tenedor es muy elemental y muy sencilla, en el sentido de que son dos elementos que en la vida real siempre van emparejados. Entonces que uno tenga como sombra el objeto que le acompaña habitualmente creo que puede dar pie a pensar una serie de ideas o de conceptos, como, por ejemplo, el hecho de la cuchara sea un objeto femenino y lo que proyecta sea un objeto masculino. Si se repara en ello se puede llegar a la conclusión de que en todos siempre hay oculta una parte del sexo contrario, pero en definitiva se está mostrando un objeto que proyecta una sombra de lo contrario, por lo que también se podría pensar en la idea de máscara. Son conceptos que están en las imágenes y que se pueden hacer todo tipo de lecturas.

Poesía visual

-¿Se siente cómodo cuando lo definen como "poeta de la imagen"?

-La verdad es que lo veo como un piropo y me enorgullece que se pueda ver una cierta relación entre mi trabajo y la poesía. Otra cosa muy distinta es que yo me pueda definir como poeta, que creo que no lo soy.

-Pero la poesía visual sin duda está más próxima a su trabajo que la fotografía tradicional...

-Es posible. A mí me hubiera gustado ser discípulo de Joan Brossa, pero yo conocí su trabajo tarde, cuando ya llevaba unos años realizando objetos. Y mi gran sorpresa fue descubrir su obra, sobre todo sus poemas visuales, en los que encontré que había una relación muy estrecha con mi trabajo. Me dolió hasta cierto punto no haberlo conocido desde un principio, pues creo que eso me habría ayudado a quemar etapas, pero siempre me ha hecho feliz esa comparación, pues por Brossa no he sentido más que admiración. Incluso el día que nos conocimos él me dijo que habían tenido que pasar tantos años para conocer a su hermano, y eso me llenó de orgullo.

-Desde su mirada tan peculiar, ¿qué opina de la evolución de la cultura de la imagen en la sociedad actual?

-Está en un momento muy vivo y se está dando un largo alto con las nuevas tecnologías. Eso está facilitando la generación de discursos nuevos, como el video, pero es un momento también muy dispar. El medio se redescubre a sí mismo en la búsqueda de nuevas posibilidades, pues la fotografía ha estado durante muchos años un poco anquilosada y tomando como referencia a los grandes clásicos de la fotografía, pero de unos años a esta parte se ha dado la vuelta a la situación y a partir de ahí se están creando nuevos discursos, algunos de ellos muy atractivos.

-No ve cierta saturación, incluso prostitución en esta cultura de la imagen...

-Puede ser, pero es un reflejo de la propia sociedad en la que estamos. Estamos absolutamente rodeados y bombardeados de imágenes; en los periódicos, en las revistas, en los anuncios, en la televisión, en el cine, etcétera. Supongo que porque es el medio de comunicación más dinámico que tenemos ahora mismo, y, sí, tal vez hay cierta saturación, pero sólo es un reflejo de lo que somos y de lo que tenemos actualmente.

 
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