La Jornada Semanal,   domingo 12 de marzo  de 2006        núm. 575

C U E N T O

EL CONTADOR DE SECRETOS

SOCORRO VENEGAS

Agustín Cadena,
Los pobres de espíritu,
Nueva Imagen,
México, 2005.

Los pobres de espíritu puede ser un título paradójico si consideramos que en los cuentos de Agustín Cadena encontraremos personajes a quienes los domina, los enceguece y muchas veces los pierde, precisamente, la voluntad de su espíritu. Son capaces de amar a fondo, de entregarse y perderse a fondo. Y sin embargo, la intención del autor no parece ser mostrarnos a héroes o heroínas, sino desnudar a la gente común y corriente de sus secretos más preciosos. Esa es la magia que consigue Agustín, la de revelar con una extraordinaria agudeza narrativa el mundo del otro. Y es tan efectivo en la construcción de sus historias que los lectores pueden mirar, oler, casi palpar las situaciones. Es preciso y certero. Leyendo a Agustín Cadena comprendo mejor que nunca la frase "con lujo de detalles".

Cadena es capaz de redefinir las situaciones cotidianas con una nueva luz, así una historia de amor se lee de otra manera cuando el narrador nos dice, en el cuento "La dama de los mares": "Porque el amor, mientras se llama amistad, puede durar indefinidamente; sobrevive en el temblor gracias a una de las más perversas formas de hipocresía. Pero cuando se ve a sí mismo tal cual es, cuando el amor se llama amor, entonces le ocurre lo mismo que a Medusa: se convierte en piedra. Es una estatua de piedra que al poco tiempo se parte y se desmorona." Esta historia parece decirnos que, al final, a todos nos ha mirado Medusa.

En el libro hay algunas constantes que me interesa señalar. Con frecuencia las historias suceden en el seno familiar, esos diques perfectos para el secreto, que entre más perfectos parecen con mayor violencia se rompen. En casi todos los cuentos hay nostalgia: se añora un tiempo, una edad, un territorio perdido, como la mujer mexicana que vive en Estados Unidos y cuya última voluntad es comerse un aguacate de Michoacán, esa "carne verde, piel negra". También hay regresos a lugares o a personas, o bien la esperanza de que alguien vuelva, y son frecuentes los paisajes exteriores o interiores donde se trazan fronteras, líneas que contemplan los tránsitos desaforados de los personajes.

En los cuentos de Los pobres de espíritu hay hombres que luchan sabiendo que ya han sido vencidos, como el candidato del cuento "La campaña", que pese a todo sigue con su pantomima. Son personajes solitarios que, sin embargo, no caen solos. Arrastran a otros con ellos. Así les sucede a los dos adolescentes encerrados en prisión por secuestrar a su compañera de escuela: están juntos, pero en mundos disímiles.

Las relaciones de pareja también muestran aristas inusitadas, como en el caso de la pareja que no tuvo hijos en el cuento "El ascenso", una carencia "que los había unido más y había convertido a cada uno en el hijo del otro". En el cuento que le da nombre al libro, Lope no tiene más remedio que permitir que su mujer se prostituya para pagar la renta, pero esto no lo convierte en un personaje macho o vividor. Es un hombre simple, casi inocente. Otra singular pareja es la del cuento "Una cosa natural", donde el marido descubre que su mujer usa un vibrador. En todos los casos, o en casi todos los cuentos, se trata de secretos. Que nos son contados de manera pormenorizada y, a veces, con una chispa de ironía. Secretos que, también, contienen una buena dosis de ternura, de esa materia humana que combina tan bien con la violencia y el desamparo.

Las historias de Agustín Cadena transcurren, quedan silenciadas por el peso de la derrota de sus personajes. Y tras esas historias queda el rumor de las cosas cotidianas, que sí son eternas: como los niños jugando en columpios y en resbaladillas. Mientras los otros, los pobres de espíritu, se convierten en estatuas de inmensos jardines de piedra.