Usted está aquí: jueves 9 de marzo de 2006 Cultura Murió Ludwik Margules; hizo del actor la esencia del teatro

Integrantes de la comunidad teatral subrayan los valiosos aportes del director

Murió Ludwik Margules; hizo del actor la esencia del teatro

''Su preparación e inteligencia siempre estuvieron muy por arriba de la dramaturgia mexicana de rebozo'', dijo Gurrola

Sus restos mortales fueron sepultados ayer en el Panteón Israelita

MONICA MATEOS-VEGA, CARLOS PAUL Y ANGEL VARGAS

Ampliar la imagen Ludwik Margules, en imagen de 2005. El INBA prepara un homenaje póstumo al director escénico, en coordinación con la UNAM y la UAM, universidades en las que presentó varios de sus montajes Foto: José Antonio López

El pasado martes falleció el director teatral Ludwik Margules a los 72 años de edad, a consecuencia del cáncer que padecía desde hace varios meses. Su cuerpo fue sepultado ayer al mediodía en el Panteón Israelita, en una ceremonia íntima y familiar.

El titular de la Coordinación Nacional de Teatro (CNT) del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), Ignacio Escárcega, anunció que prepararán un homenaje en coordinación con las universidades Nacional Autónoma de México (UNAM), donde fue director de Actividades Teatrales y del Centro Universitario de Teatro (CUT) y Autónoma Metropolitana, instituciones en las que, además, Margules presentó varios de sus montajes.

El también director escénico Juan José Gurrola expresó: ''Por Ludwik sí vale derramar varias lágrimas. No dio tregua hasta el final; será una piedra en el río del teatro mexicano que sobarán varias generaciones futuras. Generoso e inconmovible, certero en su juicio, pícaro para sus adentros. Sus alumnos lo imitaban siempre con amor y respeto. Un maestro.

''Su concepto con Alejandro Luna de Fausto, en el frontón cerrado de Ciudad Universitaria; su Tío Vania, donde su pudor perfeccionista casi lo lleva al hospital; su definitivo razonamiento sobre el arte escénico en Los justos, buscando el absoluto en el grito contenido sin dar un ápice a la mediocridad.

''Su preparación e inteligencia estuvieron siempre muy por arriba de la dramaturgia mexicana de rebozo que sufrimos. ¿Cuándo llegará a ser como los favoritos de Ludwik: Goethe, Pinter, Godunov, Chejov, Auden...? Por eso los despreció con toda razón.''

Los verdaderos maestros

El director escénico fue ''un representante de las conciencias inquietas, de lo irreverente, de lo que no alcanza la paz ni la felicidad paradisiacas. De la interrogación constante y de la respuesta que no se halla, un ser en perpetuo movimiento en la palabra y el hielo, en el hambre, en la tortura, en la náusea y el dolor. Un sobreviviente que se alimenta de sus tormentos y sus tormentas, que recoge las ruinas en el desamparo y la desolación".

Con esas palabras definía la escritora Angelina Muñiz-Huberman la personalidad de Margules, quien será recordado por varias generaciones de actores como el implacable maestro que ensayaba, semana a semana, de principio a fin sus obras, hurgando en los sentimientos, en el ánimo, hasta conseguir el matiz deseado: un orfebre puliendo delicadas joyas.

Margules, no obstante, solía afirmar que sus actores eran los verdaderos maestros: ''compañeros de mil batallas teatrales''. Antes de cada estreno, con su inseparable pipa, deambulaba de un lado a otro del escenario, dictando indicaciones a su asistente.

El se definía como una especie de máquina de guerra que no admitía ni otorgaba concesiones. Exigía de su grupo de actores claridad, precisión en la emoción. De otra manera -decía- la actuación es inútil, no funciona, no es creíble: ''me interesa el actor como generador esencial del hecho escénico... sin muletas.

''¿Mis colores favoritos para poner en escena? Sería una idoneidad emocional del actor de acuerdo con el comportamiento del personaje. Mis tonalidades favoritas abarcarían una gama que va de la brillantez de la alegría humana a la opacidad de la degradación."

Ludwik Margules Coben nació en Varsovia, en 1934. Llegó a México en 1957, donde estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, en la Escuela de Arte Dramático de Bellas Artes, en la Escuela de Arte Teatral del INBA y en la escuela del maestro Seki Sano.

La primera obra que dirigió fue El gran camino, de Chejov, en 1961. Después siguieron: La trágica historia del doctor Fausto, de Marlowe (1967); Ricardo III, de Shakespeare (1971); El tío Vania, de Chejov (1978); De la vida de las marionetas, de Bergman (1983); Jacques y su amo, de Kundera (1988); Ante varias esfinges, de Ibargüengoitia (1991); Las adoraciones, de Juan Tovar (1993); Tiempo de fiesta y luz de luna, de Harold Pinter (1994); Cuarteto, de Heiner Müller (1996); Don Juan, de Moliére (1997); Antígona en Nueva York, de Janusz Glowacki, entre los montajes más destacados.

También dirigió las óperas The Rakes Progress, de Auden y Stravinski (1985); El Fausto, de Gounod (1986), y Aura, de Mario Lavista, según el relato de Carlos Fuentes y adaptación de Juan Tovar.

Realizó trabajos de dirección cinematográfica, televisión y radio; escribió crítica y ensayos teatrales. Fue director del Departamento de Actividades Teatrales de la UNAM y en dos periodos del CUT.

Durante 10 años (hasta agosto de 2005) fue director de El Foro Teatro Contemporáneo, espacio donde se concentraron su rigor creativo y docente.

Paradigma de congruencia

El teatro mexicano, sin duda, sentirá mucho esta pérdida, aseguraron dramaturgos, directores de escena y actores consultados por La Jornada.

Según el dramaturgo Emilio Carballido, ''Margules fue un hombre que hizo mucho por el teatro; la suya fue una contribución enorme. Llamó la atención porque hizo cosas que no eran frecuentes ni usuales, no conocidas. Era como un especialista del teatro de calidad, no montaba cualquier cosa".

Para el director escénico Héctor Mendoza, si bien hablar de legado en el teatro resulta imposible, ante lo efímero de este arte, destacó que Margules fue ''uno de los directores más importantes que hemos tenido en México".

Su particularidad, agregó, es que fue un excelente director de actores, ''aspecto raro en el mundo. Hay muchos directores de escena, algunos muy buenos, pero pocos directores de actores de esa calidad. Algunos actores le guardaban rencor por lo exigente y riguroso que era con ellos, pero otros, en cambio, consideraban ése un aspecto irrelevante ante los resultados obtenidos; yo me inclino por esto último".

Para el dramaturgo y director Luis Mario Moncada, Margules fue un hombre de ''un temperamento fascinante, no sencillo. Si algo lo caracterizaba eran la infinidad de anécdotas que se contaban de él, en las que siempre tenía un comentario fuera de lo común.

''Como director de escena es sobre todo un paradigma de congruencia artística a lo largo de más de 45 años de trayectoria, aun cuando se podría decir que dirigió poco, en su haber destacan obras luminosas, como Tío Vania, De la vida de las marionetas, Cuarteto, y más recientemente, Los justos y Noche de reyes, en las que concreta su afán de esencialidad escénica, concentrándose exclusivamente en el actor, o mejor dicho, en la mirada del actor.

''Margules fue un creador que nunca se dejó seducir por el éxito, apapachar por los halagos y, por sobre todas las cosas estaba su idea muy congruente de que el actor es la esencia del teatro".

Escárcega, titular de la CNT, señaló ayer que el acento que el maestro Margules ponía en la dirección de actores y en el trabajo del espacio escénico ''son dos coordenadas fundamentales que le dan al teatro mexicano sus mejores cartas de modernidad. El rigor, su capacidad de síntesis y la experimentación distinguieron su trabajo. Como docente en el salón de clases fue uno de los más importantes maestros en dirección escénica".

 
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