Usted está aquí: sábado 4 de marzo de 2006 Opinión RUIDOS DE LA CALLE

RUIDOS DE LA CALLE

José Luis Paredes Pacho

Ranchero gótico: Lhasa noctívaga

LA ESCUCHE POR primera vez hace ya nueve años, en Madrid. Me hospedaba
en la casa de un amigo en el barrio de Chueca. Era un piso oscuro de duela rechinante que volvía todavía más abismal cualquier posible melancolía. Una tarde mi amigo me puso un disco muy extraño de una completa desconocida, Lhasa, y a partir de entonces caminé noches enteras por las calles estrechas del barrio con su voz triste retumbándome en el cerebro, como un eco de todos los deseos propios, y ajenos. Hay discos que pronto son ya biografía.

MI AMIGO, UN melómano empedernido, pensó que yo ya conocería a Lhasa porque su sonido era algo mexicano. Su disco se llamaba La Llorona (1997) y estaba cantado totalmente en español, las rolas eran casi todas de su autoría (junto con Yves Desrosiers), salvo El árbol del olvido (Ginastera), además de Los peces y El payande, que son tradicionales. Eso explica que todos mis conocidos en España creyeran que ella era mexicana. Porque Lhasa ya gozaba de cierta popularidad en ese país, aunque su voz tan peculiar no a todos gustara desde el principio.

ODIADA O CELEBRADA, la voz de Lhasa resultaba extrañamente honda. De madre estadunidense y padre mexicano, conoció muy chica la música vernácula que ella ha llevado hacia un sonido personalísimo, oscuro y abismal. Dramático y melancólico. Para muchos depresivo. De ahí quizá que a los que no encantaba, molestara radicalmente.

TAMPOCO SONABA EXACTAMENTE a música ranchera. Más bien era inclasificable. Compararla con Chavela Vargas resulta fácil pero injusto. O mejor dicho, inútil, cuando ya tantas buscan copiarle; hasta Sasha Sokol recientemente editó en España un disco en el que busca emularla.

POR EL CONTRARIO, el gusto de Lhasa por la música mexicana no es producto de la moda tardía, sino de su biografía. Y su estilo tan personal, como su propia vida, hace que toda comparación se vea reducida a una simple aproximación.

VIOLINES, ACORDEONES, GUITARRAS acústicas y una voz abismada, casi gótica, tejen un ambiente que quizá recuerda (para seguir forzando las comparaciones provocativas) a Tom Waits o a Leonard Cohen, aunque paradójicamente se les parezca casi en nada. ¿O de verdad pueden tener algo que ver Tom Waits o Nick Cave con Cuco Sánchez?

"ES EL HOMBRE, al fin, como sangría/ que a veces da salud y a veces mata", canta Lhasa en la pieza La Celestina, inspirada en un verso de Lope de Vega. O bien, "He venido al desierto pa' reírme de tu amor/ que el desierto es más tierno y la espina besa mejor" (El desierto).

¿RANCHERO GOTICO O vernácula dark? Desde 1998 busqué saber más sobre ella. Finalmente, Lhasa resultó ser una californiana, nacida en San Francisco, dentro de una familia que vivió en varios países, aunque pronto se estableció en Montreal, Canadá. Amante de la música de Cuco Sánchez, Agustín Lara y José Alfredo Jiménez, Lhasa vivió muchos años en un coche-casa con sus padres, recorriendo países y viviendo inclusive en México por ocho años.

A LOS 13 años de edad comenzó a cantar en español en los cafés de Montreal. A los 23 grabó La Llorona, que tuvo bastante éxito en Canadá y Europa, por lo que comenzó a hacer giras hasta que se hartó. Pronto corrió a refugiarse a Francia, donde se integró a un circo ambulante de una sola pista montado por sus tres hermanas. Ahí se dedicó a cantar acompañada por un trapecista que tocaba el acordeón.

EN 1999 SE puso a escribir rolas nuevas que terminaría por grabar bajo el título The Living Road (2003); un cidí cantado en tres lenguas: inglés, francés y español. Este disco prolonga las influencias de Lhasa hacia el mediterráneo y la bohemia francesas, complemento paradójico pero sintomático de su voz personalísima. No es una cantante disfrazada por la moda "folk" de ocasión, sino una personalidad intimista que escucha e interpreta lo que descubre, observa y aprende por "los vivientes caminos" que le ha tocado recorrer.

AHORA, NUEVE AÑOS después de su primer disco, Lhasa de Sela visita al fin nuestro país, presentándose hoy en el Lunario. Ignoro qué repertorio nos ofrecerá, pero me alegra pensar que al fin podremos verla en vivo.

LHASA, COMO CANTANTE nómada y nocturna, tiene en su singularidad mucho del abismo melancólico de nuestra música vernácula, por lo que me da mucha curiosidad ver la forma en que será recibida por el público mexicano. Pero sobre todo me entusiasma poder rencontrarme acaso con aquellas noches madrileñas en que solía escucharla.

HAY DISCOS QUE ya son biografía más de quien los ha escuchado que del autor. La Llorona es uno de ellos.

 
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