Usted está aquí: miércoles 1 de marzo de 2006 Opinión CIUDAD PERDIDA

CIUDAD PERDIDA

Miguel Angel Velázquez

Clausura del Sheraton: decisión firme pero costosa

Deslinde rápido y contundente

Mera farsa o round de sombra

A ESO de las 12 horas de ayer, en el Salón de Cabildos de la delegación Cuauhtémoc se decidió la clausura del hotel María Isabel Sheraton del Paseo de la Reforma, en un hecho que podría tener consecuencias muy costosas para la propia delegación, que al parecer actuó sin el consentimiento del gobierno de la ciudad.

LAS AUTORIDADES delegacionales aseguran haber examinado exhaustivamente el amparo con el que cuenta la empresa estadunidense para lanzarse en contra del hotel. Uno de los argumentos que esgrime el equipo jurídico de la misma delegación es que ningún juez podría amparar a ninguna empresa contra un acto que no se ha consumado.

PERO ESTO no parece ser una base sólida para llevar a efecto la clausura del hotel, por el contrario, parece como una invitación para que las críticas al gobierno de la ciudad arrecien y se vuelva al tema recurrente de la intolerancia.

TAL VEZ sea por eso que Alejandro Encinas, el jefe de Gobierno de la ciudad, se apuró a deslindarse del acto. Una hora y minutos después de que los funcionarios de la Cuauhtémoc colocaron los sellos de clausura al hotel, Encinas advirtió que no era posible el cierre del establecimiento si existía un amparo en contra de los actos de gobierno.

AL MISMO tiempo, el jefe de la Policía, Joel Ortega, negó el apoyo que pidió la jefa delegacional, Virginia Jaramillo, e indicó que la medida no estaba bien fundamentada. Aquí no se explicó bien si lo mal hecho era la petición para que interviniera la fuerza pública o bien que la clausura era un acto errado.

SEA COMO fuere, y aunque Ortega tuviera de su parte la experiencia que le dio el haber sido delegado político en GAM, lo que llama la atención es el deslinde rápido y contundente tanto de él, el jefe de la policía, como de Alejandro Encinas, o para decirlo de otra manera, la delegada se quedó sola en un acto que, por otra parte, tiene razón de ser.

EL AMPARO que tiene el Sheraton, se dijo en la reunión del grupo de asesores legales de la Cuauhtémoc, sólo plantea la suspensión de la posible clausura, mientras se descargaban todas las pruebas, en el asunto. Al término de ese proceso, si las irregularidades persistían, la autoridad delegacional estaría en posibilidad de efectuar el cierre del Sheraton.

HASTA AHI todo iba bien, aunque hubiera quien descalificaba la acción, pero lo malo fue que la delegada se mojó los pies, pero no cruzó el río. Llegó, puso los sellos en donde no se impidiera el libre acceso de la gente y el Sheraton siguió como si nada.

SE HABLO de una tregua entre autoridades y empresa, se habló de una reunión nocturna para limar asperezas, pero en verdad, la clausura, aún con razones legales, no existió.

Y PARECE, a fin de cuentas, un acto esquizoide, una farsa cuyos costos pueden ser mucho mayores a los que hubiera traído una clausura real, y no existe una explicación de fondo sobre el asunto.

NO ES posible, ni aún con el argumento de no causar daño a los turistas, realizar una clausura simbólica o virtual, como usted quiera llamarla, porque se pone en entredicho, incluso, la misma legalidad del acto.

AQUELLO DE no hacer cosas malas que parezcan buenas ni buenas que huelan a podrido, ahora toma un mayor sentido y exige, cuando menos, o el hecho real y contundente, es decir, la clausura del Sheraton, o bien una explicación de fondo que nos diga el porqué de la farsa. Eso es lo que ahora nos hace falta con urgencia. Ya veremos.

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