Usted está aquí: miércoles 1 de marzo de 2006 Opinión Fox: dispendio y bandazos

Luis Linares Zapata

Fox: dispendio y bandazos

Desde que inauguró su periodo de gobierno, el presidente Fox empezó a erosionar, a costa de bandazos, su gigantesco bono democrático obtenido en las urnas del año 2000. Las puntadas de iniciar la toma de protesta en el Congreso saludando a su familia o, también, recibir de manos de su hija un crucifijo cuando presentaba al gabinetazo resultaron, andando el tiempo, onerosos indicadores de lo que vendría.

Al formar una familia ampliada, sus patronazgos crecieron hasta convertirse en franca lucha contra gran parte de la sociedad, que requiere de mayor y creciente transparencia y rendición estricta de cuentas. La resistencia que opone la pareja que habita una humilde cabaña en Los Pinos levanta un manto protector a los abusados jóvenes Bribiesca. Es tan grosera la incomprensión que muestra hacia la presión social desatada para aclarar los abusivos manoteos de tan conspicuos "empresarios" para enriquecerse, que bien puede interpretarse, al menos, como una complicidad maternal.

A éstos, que son en realidad desplantes de menor calado, siguieron otros muchos de mayor trascendencia: abrir las nóminas públicas a grupos confesionales es uno. Fox cedió a su consejero estrella, Ramón Muñoz, la parte directiva de una intentona enfocada a colocar en áreas delicadas, a personas identificadas con agrupaciones católicas de extrema derecha. La Secretaría de Gobernación es una de las instancias donde se han parapetado tales grupos que desean convertirse en sendos manojos de presión. La del Trabajo, tan asediada por estos mineros días, es otra.

Pero las áreas de inteligencia (Cisen) no escapan a la recatada y pueril mirada de sus intenciones evangelizadoras. El resultado puede observarse a simple vista en la incompetencia que van mostrando tan angélicos como improvisados funcionarios ante los atónitos ojos de la ciudadanía. Así, el señor Abascal se enfrasca en revolventes discursos que trasminan santificados valores, impertinentes a un Estado laico y que entran en conflicto con una sociedad crecientemente secular.

La píldora del día siguiente fue un sarao que distrajo la atención, complicó innecesariamente la tarea del secretario de Salud y permitió, una vez más, la injerencia de la jerarquía católica en los asuntos de Estado. Y como colofón llevó al candidato panista a cometer uno de sus más costosos errores del que no sabe, ahora, cómo salir para congraciarse con el vastísimo auditorio ofendido.

Pero los traspiés del secretario del Trabajo durante los aciagos sucesos de la mina de carbón, donde perdieron la vida 67 trabajadores, son un caso ejemplar de ineficiente desempeño. Lanzado por Fox al estrellato momentáneo, Francisco Javier Salazar Sáenz no sólo ha salido jaloneado por un doliente norteño, sino puesto en evidencia por las cámaras televisivas por su notoria confusión conceptual, su cantinfleo constante y el encubrimiento que hace de una función que ha sido voluntariamente cedida a empresarios que la usan, sin recato ni límite, en su propio provecho.

Fox se encamina a un final que niega, en los hechos, su presumido talante democrático. El y sus gerentes y patrocinadores no sacaron al PRI de Los Pinos para cambiar la sustancia del viejo régimen autoritario por la nueva práctica pública de la apertura, la rendición de cuentas, la pluralidad, la tolerancia y, sobre todo, por el afán igualitario que distingue a la vida democrática, sino que simplemente quisieron introducirse, ellos mismos para controlar los botones del mando establecido.

Fox cedió, por inclinación ideológica o simple incompetencia, adicionales parcelas de la función de gobierno a personajes tales como el señor Francisco Gil, hasta convertirlo en el presidente de facto. Una innoble figura que consolida, desde los aparatos hacendarios del país, oficiales de su ejército a los que de rodillas quiere darles continuidad. Son esos burócratas los que en efecto mal gobiernan al país.

Las penurias que a costa de sus afanes de control personal causan es criminal: trastocaron la inversión por gasto corriente en las altas esferas del Ejecutivo federal, han traído por la calle de la amargura a empresas como Pemex y la Comisión Federal de Electricidad, sobrendeudándolas y sujetándolas a sus objetivos particulares, reales caprichos y manipuleos de casta dorada; levantan densas cortinas de imposibilidades para negar salidas productivas que enderecen el estancamiento en que han situado a la fábrica nacional.

Y Guillermo Ortiz, otro actor de la estabilidad y los disfraces interesados, propone ahora pagar deuda externa con reservas. La condición que pone es un superávit fiscal de similar magnitud, que sabe imposible de conseguir porque Gil se desbocó en el gasto de 2005. Para ocultarlo, se recargará con los famosos Adefas, pagaderas en el presente 2006.

Es por ello, y otros detalles adicionales, que Fox insiste, contra viento y marea, en perpetuar a su grupo en el poder. El enorme gasto, verdadero dispendio de recursos en propaganda que viene haciendo, no tiene proporción ni historia conocida. El propósito compartido con sus patrocinadores es dar continuidad a un modelo (y a sus entusiastas operadores) que hace agua por todos lados. La controversia constitucional interpuesta por los diputados afortunadamente obligó a la Suprema Corte de Justicia, en sano día, a detener tan ominosa campaña foxiana.

Tal acto jurídico resaltó el abuso de medios públicos para condicionar la voluntad de los futuros electores que, de manera heroica, han resistido complots, amenazas, subterfugios de leguleyos y el empleo de la compulsión para que el viejo régimen, en mucho restaurado por Fox, trate de prolongarse en el poder.

 
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