Usted está aquí: sábado 25 de febrero de 2006 Opinión Bangkok estrena instalaciones

Leonardo García Tsao

Bangkok estrena instalaciones

Bangkok. La edición 2006 del festival internacional de cine de Bangkok ha pasado por un cambio importante en su organización, al haber mudado todas sus operaciones al recién inaugurado centro comercial Siam Paragon, localizado en el centro de la ciudad. Si antes se alojaba a los invitados en las márgenes del río Chao Praya, lo cual era una experiencia muy pintoresca, ahora los hoteles han sido también los de la zona céntrica.

Lo que se ha perdido en atractivo turístico se ha ganado en ventajas prácticas. Antes los cines del festival estaban diseminados en varios puntos de la ciudad y llegar a cualquiera de las funciones implicaba por lo menos una hora de moverse por un tránsito más complicado que el de la ciudad de México. Ahora, en cambio, las principales actividades del festival están a 10 minutos a pie y eso ha simplificado todo el aspecto logístico.

Al igual que en otras ediciones, en los primeros días del festival hubo fallas imprevisibles, como el que las computadoras taquilleras de los cines decidieran ponerse en huelga, causando largas colas de espectadores cada vez más impacientes con la demora.

Una vez resuelto el problema cibernético, la afluencia a las salas se llevó a cabo con eficiencia. Si las salas de Bangkok ostentan condiciones de lujo, las nuevas del Siam Paragon hacen ver a nuestras cadenas de exhibición como los desaparecidos cines "de piojito".

Invitado para el estreno asiático de Las vueltas del citrillo, el cineasta Felipe Cazals estaba asombrado de la calidad de luz y sonido con las que se proyectaba su película. El colmo son las llamadas salas Ultra Screen, que ofrecen condiciones de comodidad que uno no tiene ni en casa.

Como ya es costumbre en este festival asiático, se ha contado con la presencia de estrellas internacionales para impresionar a la prensa local. La actriz francesa Catherine Deneuve será objeto de un homenaje. Los directores Terry Gilliam y Oliver Stone han venido a impartir sendas master classes, y por ahí andan también el legendario cineasta y productor Roger Corman, el actor británico Christopher Lee y el hollywoodense Willem Dafoe para otras pláticas con el público.

Ciertamente es extraño toparse con Corman, figura admirada desde la época de los cine clubes, haciendo cola para servirse en el buffet del desayuno. No fue raro, en cambio, ver a Stone algo alcoholizado antes de impartir su seminario.

Si bien el festival se inauguró con Invisible Waves (Olas invisibles), la nueva realización del tailandés Penek Ratanaruang (cuya Ultima vida en el universo se estrenó en México), la atención se ha concentrado en la superproducción local King Naresuan, la figura histórica que venció a los invasores birmanos en el siglo XVI.

Afuera de las oficinas del festival hay una réplica de un fuerte de la época, con guardias uniformados a la usanza antigua, y un trailer de la película se exhibe antes de cada proyección del festival. Lo que llama mucho la atención de los extranjeros es el corto en homenaje al rey de Tailandia, obligatorio en cada función.

Mientras se escucha el himno nacional y se ven imágenes laudatorias del monarca, el público debe mantenerse en pie, en respetuoso silencio. (Uno no deja de recordar cómo tuvieron que eliminarse desde tiempos del ex mandatario mexicano Gustavo Díaz Ordaz las imágenes presidenciales en los noticiarios de antaño, porque las mentadas y silbidos eran demasiado evidentes.)

Aquí el cine latinoamericano suele ser una rareza, pero aun así no se puede hablar de que haya un interés manifiesto en el público asistente.

Los públicos más nutridos han sido para los títulos hollywoodenses, por supuesto, pero también para algunas películas asiáticas, sobre todo las que tratan sobre el Tíbet.

Qué se puede esperar, pues ni las propias representaciones diplomáticas se interesan por la presencia del cine mexicano. En la función de Las vueltas del citrillo estaba presente sólo el agregado cultural de la embajada mexicana, quien disculpó a su jefe, aduciendo que el embajador estaba muy ocupado con la visita del rey de España. Ignorábamos que habíamos vuelto a ser Colonia.

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