Usted está aquí: sábado 25 de febrero de 2006 Opinión Guerra contra el terrorismo, un conflicto sin fin

Editorial

Guerra contra el terrorismo, un conflicto sin fin

Ayer viernes, atacantes suicidas que conducían dos coches-bomba perpetraron un atentado en Arabia Saudita contra la refinería de petróleo de Abqaiq ­la más grande del mundo­, el cual fue reivindicado por Al Qaeda, dirida por Osama Bin Laden. Si bien el ataque fracasó, deja entrever que podría haber más de este tipo y que la infraestructura petrolera es un blanco potencial de la organización fundamentalista, situación que podría tener serias repercusiones en el mercado internacional del crudo, lo que a su vez podría afectar severamente la economía internacional.

De acuerdo con la información obtenida al cierre de esta edición, los guardias de seguridad impidieron que dos coches-bomba fueran detonados en instalaciones sensibles de Abqaiq. Al parecer, tres miembros de Al Qaeda fallecieron en el atentado, al igual que tres guardias, y seis empleados de la empresa Saudi Aramco resultaron heridos. La autodenominada Organización de Al Qaeda en la Península de los Arabes reivindicó este fallido ataque en un comunicado difundido en un sitio de Internet: "Los heroicos mujaidines del escuadrón del jeque Osama Bin Laden, que Dios lo proteja, lograron entrar en una refinería de petróleo y gas en la ciudad de Abqaiq (...) e introdujeron dos coches-bomba". Se trata del primer ataque cometido por esta organización contra la infraestructura energética de Arabia Saudita y ocurre un año después de que Bin Laden lanzara un llamado para atacar blancos petroleros en el golfo Pérsico, aunque no es la primera acción de la organización fundamentalista en este país árabe: en diciembre de 2004, otros atacantes suicidas intentaron asaltar el Ministerio del Interior, en Riad. Además, desde 2003 esta nación se enfrenta a una ola de atentados: por ejemplo, ciudadanos occidentales han sido objeto de agresiones por parte de grupos islámicos vinculados o influenciados por Al Qaeda, y algunos de ellos han sido asesinados.

Según expertos en terrorismo, la refinería de Abqaiq es un codiciado blanco de los grupos extremistas y el reciente ataque pone de manifiesto la intención de intensificar el conflicto con las potencias occidentales europeas, y en especial con Estados Unidos. En ese sentido, Abqaiq es un objetivo obvio para provocar graves daños a las economías de esas naciones, debido a su gran importancia. La refinería, localizada a 50 kilómetros de la ciudad de Dammam, recibe todo el petróleo del sur de Arabia Saudita, lo que equivale a dos terceras partes de toda la producción de crudo del país. Asimismo, la mayor parte de las exportaciones sauditas de carburante pasan por Abqaiq. La paralización de dicha planta procesadora, así fuera por tan sólo un día, conllevaría graves consecuencias en los mercados internacionales del crudo, como lo demuestra el atentado del viernes: luego de que el ataque se diera a conocer, el precio del petróleo en la Bolsa de de Valores de Nueva York subió 2.26 dólares, para situarse en 62.16 dólares por barril.

Y eso no es todo. La infraestructura petrolera de Arabia Saudita, el primer productor mundial de crudo y responsable de la sexta parte de las exportaciones mundiales en este rubro ­unos 7.5 millones de barriles diarios­, es extremadamente vulnerable y frágil ante los atentados: cuenta con 80 campos de crudo, unos mil pozos petroleros y ocho refinerías en total, con capacidad de procesar hasta 1.75 millones de barriles diarios de carburante. Ello sin mencionar miles de kilómetros de oleoductos y las instalaciones necesarias para almacenar el petróleo. Vigilar adecuadamente todas estas instalaciones es prácticamente una misión imposible.

Esta situación es un indicio de que esta guerra no podrá resolverse mediante estrategias policiacas y militares y que, por el contrario, se requiere enfrentar sus causas profundas, mediante las negociaciones y el consenso para alcanzar una solución adecuada.

 
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