Usted está aquí: lunes 20 de febrero de 2006 Opinión DESDE EL OTRO LADO

DESDE EL OTRO LADO

Arturo Balderas Rodríguez

Avaricia es el nombre del juego

GREEDY ES EL ADJETIVO comúnmente usado en inglés para definir a quienes tienen un deseo especial por poseer más de lo que necesitan. En español el término más aproximado sería "avaro". En un sentido más amplio es una especie que se enriquece, generalmente, a costa de otros. En términos más o menos parecidos se ha descrito a la compañía petrolera Exxon-Mobil, la cual, según su informe anual, en 2005 obtuvo ganancias por más de 35 mil millones de dólares. Al conocerse esa información, los consumidores de gasolina, que son la mayor parte de la sociedad, mostraron su malestar por considerar que esas ganancias desproporcionadas se hicieron a costa de su economía.

EN SU MOMENTO las compañías refinadoras de gasolina argumentaron que la inestabilidad política en Medio Oriente y el cierre de las refinerías ubicadas en las costas del Golfo de México, debido a los huracanes, fueron causa del incremento en los precios.

PARA LOS ESPECIALISTAS esas ganancias tienen varias explicaciones, pero la más significativa es que las compañías refinadoras aumentaron el precio de la gasolina muy por arriba del incremento en el crudo. Aprovechando el mercado cautivo de este producto, han especulado para enriquecerse desproporcionadamente. La prueba es la magnitud de sus ganancias.

LA ALARMA HA SONADO en el gobierno de Estados Unidos no sólo por los altos precios de la gasolina, sino por la dependencia que ese país tiene del petróleo, principalmente el que proviene de Medio Oriente. El Congreso ha ordenado una revisión en la política energética, y el presidente George W. Bush hizo eco en su discurso anual sobre el estado de la nación, cuando se refirió a la "adicción desmedida al consumo de gasolina" en los estadunidenses. Y no le falta razón. Las tres principales plantas de automóviles del país, GM, Ford y Chrysler, continúan produciendo en gran escala vehículos de alto consumo de gasolina, a diferencia de sus contrapartes en el resto del mundo, particularmente Asia. Lo que debiera ser una política de Estado de promover la producción de autotransportes de mayor rendimiento en el uso de gasolina no pasa de simple recomendación y buen deseo.

EN NUESTRO PAIS la industria del petróleo fue nacionalizada, y contra viento y marea permanece en manos del Estado. Ello ha evitado la especulación y, lo que es más importante, las ganancias han regresado a la sociedad en diversas formas, en lugar de concentrarse en unas cuantas manos. Lamentablemente, el reflejo condicionado en ciertos sectores de la sociedad mexicana de imitar los peores hábitos de la estadunidense, como adquirir vehículos de alto consumo de gasolina, nos vuelve igual de irracionales.

ESPEREMOS QUE, para bien, la revisión de la política energética estadunidense también impacte en México.

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