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20 de febrero de 2006
gyz

GARROTES Y ZANAHORIAS

@LASMALASCOSTUMBRES.COM

En algunas cosas los mexicanos somos muy formales. Si saludamos a alguien con un “¡buenos días!” y después de ver el reloj y darnos cuenta que ya son las 12:05, hasta pedimos disculpas: “perdón, ¡buenas tardes ya!”

También podemos ser muy finos con el uso del idioma. Cuando andamos borrachos –condición, hay que aclarar, totalmente ajena a los autores de esta columna quienes, por ende, empleamos el término en sentido estrictamente figurado– los policías nos acusan de encontrarnos en “estado inconveniente”.

Pero toda esa formalidad y finura nos abandona por completo cuando del correo electrónico se trata. Peor tantito, en cada correo que mandamos nos gusta echar una propinita a Bill Gates, como si el pobrecito no tuviera ni para su próxima copa de champán.

Como todo, el correo electrónico tiene su protocolo. Pero, a diferencia de la angustia sobre si se debe decir ¡buenos días! o ¡buenas tardes! Se trata de un protocolo con sentido. Protocolo, sin embargo, que desconocen muchas –tal vez la mayoría– de nuestras empresas y dependencias gubernamentales.

Las mismas que se rasgan las vestiduras al descubrir que el licenciado a quien se dirigían era en realidad un doctor no piensan dos veces en enviar correos electrónicos en Word. Y ¿qué tiene de malo eso?, muy probablemente se preguntarán.

Para empezar, abrir un archivo adjunto toma tiempo. Poco, es cierto, pero para los que reciben muchos correos sí cuenta. También suelen ser portadores de los temibles virus y gusanos. Entre la flojera y el miedo, muchos archivos adjuntos simplemente no se abren.

Nada tontos, los spammers (entes que envían masivamente correos electrónicos no solicitados) nunca usan archivos adjuntos. Por eso, las invitaciones para perder cinco kilos en una semana o aumentar tu –presuntamente debilitada– potencia sexual siempre te llegan en vivo y directo.

Otro defecto de los archivos adjuntos es que ocupan mucho más ancho de banda que un correo enviado en directo. A veces las caídas de sistema que sufren las empresas se deben a su empleo.

Cuenta Sandy Flockhart que, cuando llegó a México para asumir la dirección general de HSBC, mandó un mensaje a los empleados del banco para presentarse. Siguiendo los usos y costumbres nacionales, “los de sistemas” lo mandaron a todos... como archivo adjunto. La enorme carga causó una caída del sistema que dejó a los clientes del banco echando humo por las orejas durante 24 horas.

El colmo es que, cada vez que mandas un archivo adjunto, obligas al receptor a tener un producto Microsoft en su computadora. Claro que puedes conseguir una copia de Office del Wal-Mart de las calles en unos cuantos pesos, pero, como lector de La Jornada en la Economía, seguramente rechazas la piratería, y el costo del original es de varios miles de pesos. Con razón, Bill Gates siempre sale en sus fotos con una amplia sonrisa.

Allí no acaba la cosa. Si invitaras a Carlos Slim a tu boda –nosotros siempre contamos con la presencia de Carlitos en nuestras pachangas familiares. ¿A poco, tú no?–, nunca se te ocurriría poner los datos de su dirección en el sobre de todas las tarjetas que mandas a los demás invitados.

Sin embargo, eso es precisamente lo que hacen casi todas las empresas y dependencias gubernamentales en México cuando mandan un correo electrónico a varios destinatarios. En vez de esconder las direcciones de los demás, empleando el campo “CCO”, meten todas en el “CC”. Así todo el mundo puede ver las direcciones electrónicas a que va dirigida la misiva. No sólo se trata de una invasión de la privacidad, sino un regalo que vale oro para los spammers

Así que guarda tus centavitos para los organilleros. Bill Gates y los spammers son los que menos los necesitan §

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