Usted está aquí: jueves 16 de febrero de 2006 Capital Exige comunidad académica castigar secuestro y asesinato de joven médico

Homenaje a Joaquín Fernández en el Instituto Nacional de Perinatología

Exige comunidad académica castigar secuestro y asesinato de joven médico

El estudiante de posgrado fue ultimado a pesar de que su familia pagó el rescate

ANGELES CRUZ MARTINEZ

Ampliar la imagen Patricia Larios recibe de Gregorio Pérez Palacios, director del Instituto de Perinatología, un reconocimiento a su hijo, Joaquín Fernández Larios, quien fue asesinado el pasado 2 de febrero por sus secuestradores Foto: María Meléndrez Parada

Joaquín llegó al Distrito Federal hace cinco años para continuar sus estudios de medicina en el área de ginecología y obstetricia.

Todos los días se le encontraba en el Instituto Nacional de Perinatología (Inper), donde iba a permanecer un año más como residente del curso de Biología de la reproducción. Sin embargo, su carrera fue truncada el pasado 2 de febrero, cuando sus secuestradores le quitaron la vida luego de 13 días de cautiverio, a pesar de que ya habían cobrado el rescate.

La comunidad médica del Inper, de los institutos nacionales de Salud y de la Universidad Nacional Autónoma de México expresó ayer su condena a la agresión de que fue víctima Joaquín P. Fernández Larios y exigió a las autoridades de procuración de justicia el esclarecimiento de los hechos y castigo a los responsables.

Joaquín Fernández Larios llevaba 11 años de preparación académica "para aliviar el dolor humano y prolongar la vida de sus semejantes.

"En los últimos años había incursionado en el estudio de la reproducción humana para atender y resolver aquellas circunstancias en las que la creación de nuevas vidas no es factible sin el apoyo de la ciencia y tecnología médicas. Estudió para dar vida y unos asesinos terminaron con la suya".

En esos términos se refirió al joven médico el director del Inper, Gregorio Pérez Palacios.

Consternación

Durante el homenaje en memoria del especialista, de 31 años de edad, lo menos que expresaban los rostros de sus padres, familiares, amigos y compañeros médicos era el coraje y la impotencia ante la inseguridad que se vive en el país. "Las palabras consternación e impotencia no alcanzan para expresar nuestros sentimientos por este acto de vileza y degradación", dijo Pérez Palacios.

Enseguida subrayó: "no es aceptable que hechos de violencia desmedida continúen afectando la vida de nuestra comunidad en particular y de toda la sociedad en general".

Y es que hace apenas unas semanas, otro joven médico fue víctima de la delincuencia. Víctor Duarte Flores, estudiante de posgrado de la Facultad de Medicina de la UNAM, fue asesinado cuando salía del Centro Médico Nacional La Raza, del Instituto Mexicano del Seguro Social.

Ante un auditorio lleno, el médico residente Evaristo Martínez recordó a Joaquín como un hombre preparado que hablaba varios idiomas, alegre y bromista, y enemigo incansable de la injusticia y el abuso.

Joaquín era originario de Guadalajara, Jalisco. En la ciudad de México vivía solo y el domingo 22 de enero, alrededor de las 7:30 de la mañana salía del hospital México-Angeles en la colonia Escandón a bordo de su vehículo, cuando lo secuestraron.

Su padre, Joaquín Fernández López, señaló ayer que su hijo le envió un mensaje, aproximadamente 30 minutos después de haber sido secuestrado, en el que le pedía que no pagara ningún rescate. Después, recordó, los secuestradores lo buscaron y empezaron a negociar la liberación del médico.

De nada valieron los esfuerzos que realizó la familia para reunir el monto que le exigían, y que entregaron en el estado de Morelos el 2 de febrero pasado. Se suponía, indicó Fernández López, que su hijo sería liberado 24 horas después, pero no fue así. Su cuerpo sin vida fue encontrado al día siguiente en una colonia de la delegación Iztapalapa.

Luego de agradecer la solidaridad del Inper y su interés por no permitir que el asesinato de Joaquín quede impune, Fernández López subió la voz para señalar que México es un lugar peligroso. El Estado -dijo- debe reconocerlo y garantizar a las familias mexicanas un mínimo de bienestar. "Joaquín -continuó- perdió la vida porque en México el secuestro y el homicidio se han convertido en una industria, en un negocio lucrativo para quienes encuentran en la corrupción y en la ineficiencia de las autoridades la garantía de permanecer libres, impunes".

 
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