Usted está aquí: lunes 13 de febrero de 2006 Política "No quiero la Iglesia dentro de las paredes del poder público"

Entrevista a CARLOS MONSIVAIS, PREMIO NACIONAL DE CIENCIAS Y ARTES 2005

"No quiero la Iglesia dentro de las paredes del poder público"

Imposible, política y culturalmente, regresar al México anterior a 1860

Para la sociedad, declara el cronista, sigue abierta la polémica sobre la irreversibilidad del laicismo. "Hasta ahora la discusión ha sido más bien unilateral porque la parte conservadora se especializa en el beatoñol, que perdona a los que no saben lo que hacen a nombre, supongo, de los que no saben lo que dicen"

ARTURO CANO

Ampliar la imagen El escritor responde a críticas provenientes de la SEP: "tan soy un defensor de la educación pública que ni siquiera me presento como uno de sus productos" Foto: Guillermo Sologuren

Si algo lamenta Carlos Monsiváis es que le respondan en beatoñol. Tras la multitud de declaraciones provocadas por su discurso en Los Pinos, con ocasión de la entrega de los premios nacionales de Ciencias y Artes 2005, el cronista deplora que la discusión sea "más bien unilateral, porque la parte conservadora se especializa en el beatoñol" y no presenta sus ideas, sino "sólo sus brumas devocionales".

Monsiváis aborda en el siguiente intercambio el afán del secretario de Gobernación (SG), Carlos Abascal, "de responder a lo que se le pregunta con sermones automáticos" y de mentir para desdecirse de sus declaraciones públicas.

Igualmente, el cronista se refiere a algunas de las muchas opiniones que en defensa del funcionario foxista han expresado jerarcas católicos, quienes han reprochado a Monsiváis querer a la Iglesia (católica) dentro de las paredes de los templos. "Nunca se me ocurriría tal cosa. Nada más, y en atención a las leyes, no la quiero dentro de las paredes del poder público."

-Entrevistado por Fabiola Martínez (La Jornada, 10 de febrero de 2006), el secretario de Gobernación, Carlos Abascal, responde a la crítica severa de Diego Valadés sobre su actuación como funcionario con estas palabras: "Lo que yo expresé el 29 de enero (en el Foro Etico Mundial) es que en la formación ética de los ciudadanos urge contar con todas las fuerzas del Estado: la familia, la escuela, la empresa, los liderazgos políticos y las iglesias como fuentes de formación ética". ¿La contundencia de la respuesta deja espacio a los ciudadanos no católicos o, peor aún, a los sujetos sin religión?

-El licenciado Abascal es inmejorable: cita lo que no dijo al responder a la crítica por lo que sí expresó. Reproduzco de nuevo sus palabras en el Foro Etico Mundial:

"'Es necesario recuperar con absoluta libertad de credos la religión como el espacio que propicie la vinculación, la revinculación del ser humano con su destino trascendente para que le dé sentido a los valores éticos que han de comprometer su existencia diaria '. (Las negritas son de CM.)

"Así que, no obstante el enriquecimiento teórico propuesto por Abascal, que al Estado le agrega la familia y las iglesias (le faltaron las vacaciones), la idea que sí expresó es la siguiente: la religión (en singular) es lo que imparte sentido a los valores éticos. Si él quiere rectificar está en su derecho, lo incomprensible es la mentira. Si suele responder a lo que se le pregunta con sermones automáticos, muy su gusto, pero sí que dijo que sólo la religión le da sentido a los valores éticos.

-Carlos Abascal insiste: los juicios expresados por usted en Los Pinos "son un fundamentalismo", pues su crítica rebasa los límites de la tolerancia y pretende que los funcionarios públicos mantengan "una doble vida". Algunos ven en las expresiones del titular de la SG simple congruencia con su biografía; otros, la intención de calibrar el ánimo social respecto de lo que usted considera "la secularización irreversible de hoy" y algunos jerarcas católicos -a juzgar por sus declaraciones recientes- un muy reversible accidente de la historia. En este colgadero de etiquetas, ¿dónde queda el debate de fondo?

-Se puede ser -don Carlos lo es- congruente con su biografía y muy incongruente con el desempeño de sus funciones públicas. Jamás exhorté a nadie a llevar una "doble vida"; simplemente señalé -la metáfora no es mía- que no se puede ser secretario de Estado y andar en la procesión. Esto tiene que ver con el fondo del debate: si la ética republicana es un paréntesis entre un régimen confesional y otro, entonces el Estado, la Constitución, el sistema educativo y el laicismo no tienen más remedio que llevar una "doble vida".

"En un nivel, el debate sí enfrenta a liberales y conservadores, pero en otro lo muy significativo es la ampliación del concepto de laicismo, que ahora incluye muchísimos aspectos de la vida cotidiana, los derechos reproductivos, los derechos de las minorías, la llegada del nuevo vocabulario con sus espacios de crítica consiguientes (sexismo, homofobia), etcétera. Hasta ahora la discusión ha sido más bien unilateral porque la parte conservadora se especializa en el beatoñol, que perdona a los que no saben lo que hacen a nombre, supongo, de los que no saben lo que dicen. Sin embargo, lo sustancial para mí no es sólo la perdurabilidad garantizada del laicismo sino, aunque no se vea ahora, lo irreversible de las ampliaciones del laicismo, a cuyas versiones anteriores todavía las afecta buen número de prejuicios.

"No hay 'accidentes de la historia', ni amparos contra el desarrollo civilizatorio. De allí la insensatez de la maniobra que identifica 'la verdadera libertad religiosa' con la educación religiosa en las escuelas públicas; de allí la malicia nonata de quienes alaban el Estado laico, pero consideran que sólo debe quedar como un membrete porque el laicismo es pernicioso y daña el alma."

-Al sumarse al debate, los obispos reclaman "verdadera" libertad religiosa y amenazan con participar abiertamente en los comicios venideros. ¿Favorece el debate en curso el regreso a la escena pública de las exigencias "históricas" de la jerarquía católica? ¿No estamos frente a una polémica cerrada que los obispos y algunos funcionarios federales reabren sólo en los puntos que resultan convenientes a sus creencias? Y, también, ¿no le parece un saludable signo de cambio que la defensa del hombre de Bucareli provenga de los púlpitos (y no de los virtuales) y la resuma magistralmente el obispo Martín Rábago: "en el yo respeto el fundamentalismo de los fundamentalistas está todo dicho"?

-La Iglesia católica ha insistido en su deber de participar en política ("nunca más nos encerrarán en las sacristías", es su consigna) y en instruir a las ovejas para que se dirijan al risco de las casillas electorales. (Perdóneme el juego de palabras, Arturo, pero ésta es una época de metáforas fracasadas.) Ya lo han hecho antes, y ahora lo hacen con la bendición del gobierno. Hasta allí llegan ahora, pero el debate no los favorece, entre otras cosas porque no lo aceptan. Usan frases "cabalísticas" que interpretan como mensajes (el jeroglífico que se ofrece como crucigrama irresoluble) y se inmovilizan en su exposición de motivos luego de elogiar a don Carlos Abascal.

"La polémica está cerrada de su parte, pero no de parte de la sociedad. Hay que ver nada más el cúmulo de artículos recientes sobre el tema, de comentarios radiofónicos y televisivos, de diálogos de café y comedor. Me queda claro que el laicismo o la laicidad, como quiere Bernardo Barranco, es un hecho definitivo; es evidente que no habrá guerras santas, que la mayoría respeta las religiones ajenas (puse la mayoría porque no olvido la intolerancia religiosa contra los protestantes), y que es imposible política y culturalmente el regreso al México anterior a 1860.

"Sería y es incomprensible un debate centrado en ratificar la secularización de los cementerios o la legalidad del divorcio, o el absurdo de una educación sexual como la propuesta por el gobierno de Vicente Fox en Guanajuato. El secretario de Gobernación Abascal nos hace perder el tiempo comentando su anacronismo, pero, a su vez, él dilapida sus horas con sus "trampas litúrgicas". A Oscar Mario Beteta le contesta el 2 de febrero: "La democracia quiere decir libertad, libertad para todos, libertad con responsabilidad y, desde luego, libertad en el terreno religioso". Un momento: ¿el secretario de Gobernación afirma que en México hay o no hay libertad religiosa? Si dice que sí, contradice a los obispos seguros de la falsedad de la afirmación, porque no se imparte el catolicismo ni se reza en las escuelas públicas, ni se admite el derecho de los obispos a ser candidatos a la Presidencia de la República, aunque renuncien antes de tomar posesión en acata-miento del derecho canónico. Y si dice que no hay libertad religiosa, ¿por qué sigue en su puesto y no enfrenta al gobierno represivo?"

-El arzobispo de Yucatán, Carlos Emilio Berlié Belaunzarán, se hace eco de la respuesta del secretario de Gobernación y afirma que usted es un "fundamentalista ideológico", al tiempo que considera que el funcionario respondió bien a sus críticas. En ese bosque de etiquetas, en ese convite de declarantes fundamentalistas, ¿dónde quedó el debate entre los dueños de la "victoria cultural" y los defensores del laicismo?

-No objeto los recursos verbales del arzobispo de Yucatán al calificarme de "fundamentalista ideológico". En mi humilde turno tengo el derecho de preguntarle en qué sustenta su cargo, y si no me quiere o no me puede contestar, sentiré el peso de su absolución sobre mi prosa y mis ideas. Yo no le llamé fundamentalista específicamente al licenciado Abascal, de cuyas virtudes personales no dudo; y en cuanto a querer a la Iglesia (en singular) tras las paredes de sus templos, nunca se me ocurriría tal cosa. Nada más, y en atención a las leyes, no la quiero dentro de las paredes del poder público... Y en cuanto a las victorias culturales de la derecha, si se acuerdan de alguna deposítenla en un espectacular del Periférico.

-Felipe Arizmendi, obispo de San Cristóbal de las Casas, se lanza contra quienes "se mofan satíricamente de quien ocupando un cargo oficial manifiesta sus convicciones de fe, como si el hecho de gobernar en un Estado laico lo impidiera". ¿Alguien lo impide realmente? ¿No fue el mismo presidente Vicente Fox quien le respondió en Los Pinos con su "que Dios los bendiga" en la despedida?

-Nadie impide que los funcionarios tengan y proclamen sus convicciones religiosas; incluso, aunque esto es más difícil de sustentar, nadie impide que practiquen su credo. Pero si la proclamación de la fe -y no sólo de la fe, de los prejuicios que se le atribuyen a la fe- se hace desde los puestos de gobierno, los funcionarios están confundiendo su ejercicio y defensa de la ley con su pertenencia a la grey. ¿Por qué el señor Abascal, secretario de Trabajo, puso la institución a su cargo bajo la advocación de la Virgen de Guadalupe; por qué el 8 de mayo, Día Internacional de la Mujer, afirmó que el sitio de las mujeres es el hogar; por qué como secretario de Gobernación se opuso y se opone con vehemencia a la píldora del día siguiente sin aportar una sola prueba de su carácter abortivo? Mis preguntas son algo retóricas porque ya veo venir el sermón nebuloso de don Carlos; lo que ignoro es por qué el secretario, que es abogado, no ve en su comportamiento una negación del Estado laico.

-Hay quienes pretenden reducir "la religión a lo privado, al hogar y a las prácticas piadosas, sin incidencia en la vida pública" (Arizmendi). La frase la completa el obispo de León, José Guadalupe Martín Rábago, quien adelantó que "la Iglesia católica participará de manera abierta en los comicios presidenciales de 2006, e incluso orientará a los ciudadanos para que emitan su voto". ¿Es un misterio por quién votarán los obispos?

-Cuando oí que el licenciado Abascal me calificaba de fundamentalista, al principio me desconcerté porque en él ese término es (supongo) un elogio; cuando veo que el obispo Rábago habla de orientar a ciudadanos para que emitan su voto, no me desconcierto en lo mínimo, porque ya antes actuaron en favor de Vicente Fox y su candidato será el de la mayoría de los empresarios, los "verdaderos hijos de Dios". Y le heredo el misterio del nombre a los lectores.

-En la breve respuesta conocida del subsecretario de Educación, Lorenzo Gómez Morín, se deja ver un reproche porque usted no admite que este gobierno ha realizado "un esfuerzo sin precedente'' -sobre todo presupuestal- en favor de la educación pública. ¿No le parece que, en efecto, usted no admite el trabajo de este gobierno en la formación de las mayorías?

-Me intriga la declaración del subsecretario de Educación. O él no me leyó o yo le transmití telepáticamente otro discurso. En ningún momento afirmé la insignificancia del presupuesto asignado a la educación pública. Hablé de su disminución, y, sobre todo, defendí o quise hacerlo que es con mucho la institución educativa más importante del país, sometida a una campaña denigratoria donde intervienen incluso los sectores democráticos: "No, mis hijos no pueden ir a una escuela pública". En rigor, tan soy un defensor de la educación pública que ni siquiera me presento como uno de sus productos.

-¿Qué sentido le atribuye a la polémica?

-Ese sentido se verá con claridad cuando la parte conservadora, o como se le quiera llamar, presente sus ideas y no sólo sus brumas devocionales. Por lo pronto, me ha permitido leer textos, como el libro de don Salvador Abascal, Juárez marxista. 1848-1872, terminado el 6 de agosto de 1997 y publicado ese año por la Editorial Tradición. En la dedicatoria, don Salvador dice: "Grande ayuda me prestaron generosamente para la elaboración de este trabajo los señores: (cita cinco personas) y mi hijo Carlos". Al final, en la recapitulación se afirma:

"'Hay quienes piensan -quizá por ignorancia de lo que es la Iglesia- que su primer verdadero perseguidor en México no fue Juárez sino Calles.'

"'Los hechos demuestran que excede con mucho el indio zapoteca al turco quizá judío en ese bárbaro oficio de odio, en exacta coincidencia con Carlos Marx, a la iglesia Católica y consiguientemente a su obra, la Cultura Occidental.

"'Porque Juárez acertó a cortar el grueso de las raíces religiosas, católicas, de la nación. A eso equivalen los siguientes tremendos golpes de guadaña:

"'* La educación atea de la niñez y de la juventud en las escuelas oficiales: especie de terrorismo y secuestro ideológico, que por sí solo fue suficiente para romper la unidad espiritual del pueblo;

"'* La legislación no sólo atea sino que a la vez ha hecho esclava del gobierno impío a la Iglesia, cuyos jerarcas a veces han parecido que llegan al grado de dar las gracias por sus cadenas;

"'* El matrimonio civil, que traería consigo lógica y fatalmente el divorcio, para la disolución de la familia, sin la cual no hay ni Iglesia ni Patria;

"'* La introducción, para mayor confusión, de las sectas protestantes, que mutilan la Fe y la disocian de la acción, la cual se consagra sin remordimientos a la satisfacción de todas las concupiscencias...'"

"¿Discrepa don Carlos de las afirmaciones del libro donde sí colaboró? Si no lo hace es porque le acomoda a su peculiar visión de la objetividad. Y en éste, como en muchos otros casos, no soy yo el fundamentalista."

 
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